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La, quizás no tan superada como creíamos y ya sería hora, premisa de Cuando Harry encontró a Sally (1989) planteaba si la amistad entre hombres y mujeres estaba siempre manchada por la sombra del sexo, o la del deseo, que muchas veces es peor. Cuando el protagonista de Platónico apunta a la fabulosa comedia de Rob Reiner y Nora Ephron para explicar ante sus amigotes que recuperar el contacto con la que fue su mejor amiga de juventud no tiene nada que ver con espinas clavadas ni con polvos pendientes, uno de los colegas responde: “Es un mal ejemplo. Harry y Sally acaban casándose. Esa película tendría que haberse llamado Cuando Harry se folló a Sally”.
Esa escena del primer episodio de la serie que nos ocupa sirve también para que sus espectadores potenciales abandonen la idea de estar ante una comedia romántica al uso. Porque en Platónico hay muchísima comedia y alguna que otra, menor, pincelada de romance, pero la historia en común de sus protagonistas tiene más de compartir borracheras, patatas fritas, confesiones y noches en vela construyendo un mundo mejor entre chupito y canuto, que de una tensión sexual no resuelta. La cosa va de intimidad, y para abrirse emocionalmente no hace falta darse un revolcón.
La serie apuesta por la risa, los gags visuales y los diálogos con chispa para hablar de asuntos muy serios
La producción de Apple TV+ nos presenta a Will y Sylvia en puntos muy distintos de su vida. Él acaba de divorciarse, gestiona un bar muy molón donde ejerce de maestro cervecero artesanal, es desaliñado y tirando a antisocial, le gusta la ropa de mercadillo de diseño regulero y colocarse de vez en cuando, y sufre una (no tan extraña, incluso inspiradora) aversión hacia los patinetes eléctricos. Un personaje a la medida de Seth Rogen cuando Seth Rogen hace de Seth Rogen. Y en este rincón seriéfilo, al Seth Rogen de Superfumados y de Lío embarazoso y de Juerga hasta el fin, a ese Seth Rogen pasado de vueltas, se le quiere bien. Y no es que el actor encaje del todo en ese esqueleto arquetípico que él mismo ha generado, pero sí podría ser una versión evolucionada, un 2.0 del inmaduro de manual que suele bordar.
Ella, por contra, tiene la ruta muy clara: ama de casa que dejó de trabajar cuando empezó a parir niños (y ese, el retorno a la vida laboral tras una década cuidando del hogar, es otro de los temas que se apunta en la serie), tiene un marido abogado, guaperas y majete, y parece contenta siendo el sostén de una familia de clase media-alta nacida para ser portada de un catálogo de familias de clase media-alta envidiables. En realidad, Sylvia añora en secreto todo lo que hacía antes de perder su identidad como mujer para pasar a ser feliz esposa y madre a tiempo completo. Encontrar la excusa para contactar con Will, aquel viejo amigo con quien lleva cinco años sin hablarse, no deja de ser un grito de auxilio. La siempre estupenda Rose Byrne construye un personaje que bascula entre la discreta doña perfecta que le han empujado a ser y todo aquello que, atrapado por la dictadura de la madurez, lucha por salir de sus entrañas.
Creada por Francesca Delbanco, y dirigida por su marido Nicholas Stoller, la serie apuesta por la risa, los gags visuales y los diálogos con chispa, el poderoso y descacharrante contraste entre el estilo de vida ordenada de ella y el caótico desastre de él, todo ello y mucho más, para hablar de asuntos muy serios. Porque, con mucha gracia pero sin frivolizar, usando los estereotipos para darles la vuelta, Platónico abunda en la crisis de la mediana edad, pero también penetra con perspicacia en conflictos sobre los que, probablemente, no se ha reflexionado demasiado.
Aunque sea una más que evidente oda a la amistad, y reivindique el poder de determinados vínculos afectivos, la serie cuestiona la capacidad de supervivencia de esas relaciones cuando se da el salto de cabeza al mundo de la pareja y/o del matrimonio. Y hace un aviso para navegantes: ¿no habría que replantearse las cosas cuando damos por hecho que casarse o emparejarse significa dejar de pasar tiempo de calidad con los amigos íntimos, cuando no abandonarlos?
La clave del invento, su santo grial, está en la juguetona química cómica de Seth Rogen y Rose Byrne
No todo es sofisticación, y por supuesto que el humor de brocha gorda forma parte de una partida que, en algunos momentos, se deja llevar a base de birras, ketamina, retratos con una polla en la nariz, bailes estilo Bar Coyote e iguanas con nombre de mago tolkiano. Pero los afinados guiones de Delbanco, Stoller y su equipo son precisos en el relato y en la resolución de la historia, y no temen añadir ciertos toques de melancolía, si no amargura, que agudizan el mensaje y le dan humanidad a un conjunto que nunca pierde de vista sus ganas de cachondeo.
De algún modo, Platónico es extraordinariamente coherente con el material que Nicholas Stoller ha venido manejando en películas como Paso de ti o Eternamente comprometidos, o también en la muy reivindicable aunque no tan redonda serie de Netflix Amigos de la universidad, que también creó con Francesca Delbanco: el humor más o menos desatado sirve para reflexionar sobre ese momento de la vida que supuestamente obliga a cambiar de fase, convivir con la nostalgia, dejar atrás determinados comportamientos y ser estigmatizado si te resistes a ello.
Evidentemente, la otra clave del invento, su santo grial, está en la juguetona química cómica de Seth Rogen y Rose Byrne. Amigos en la vida real, su complicidad traspasa la pantalla. Ambos disfrutan haciendo el ganso, dominan el humor físico, la salida de tono y el matiz en la réplica, pero cuando conviene le dan vulnerabilidad y ternura a sus personajes y a las situaciones. Y, ojo, también a Luke Macfarlane (que coprotagonizó Bros para Stoller), que está a la altura en un rol no-tan-secundario, como el sufrido marido que se pierde las bromas privadas y ve peligrar su jerarquía, porque los modelos tradicionales de familia consideran natural quemar etapas vitales y dejar caer a los amigos por el camino. Su tránsito hasta entender que no existe amenaza alguna, por mucho que su tóxico entorno se empeñe en ello, es otra de las principales líneas argumentales de esta serie.
“Tu relación con Will no está hecha para esta fase de la vida“, escucha Sylvia en un momento de Platónico. Su reconexión, por momentos, huele a huida hacia delante. Y ahí, en la mirada ajena a un tipo de relación ante el que sus protagonistas no tienen ninguna duda, está el verdadero quid de la cuestión de esta, tan lúcida como tronchante, mirada cómica a la fuerza de la amistad y a sus conflictos emocionales.