'Asalto al Banco Central': Calparsoro no da con la tecla
Crítica de la serie (Netflix)

‘Asalto al Banco Central’: Calparsoro no da con la tecla

La nueva serie del director de filmes como 'Cien años de perdón' o 'El correo' prometía gracias a su potente historia real pero se queda a medio camino de todo, entregando un producto plano y lleno de clichés que revela las costuras del modelo actual de series de consumo rápido de Netflix.
Asalto al Banco Central

Los atracadores del mítico atraco al Banco Central de Barcelona, en una imagen de la serie. | Crédito: Tamara Arranz/Netflix

Habrá quien busque en Asalto al Banco Central –empezando por el equipo de marketing de Netflix– una especie de «La casa de papel de época» ideal para saciar a quienes busquen algo rápido, que incluya cacos, polis y bancos, para consumir en la plataforma mayoritaria en los hogares del mundo entero. Si es así, perfecto. Pero aquí va el aviso a navegantes: la serie apenas colmará esta sed de contenido con lo justo y básico. Nada más.

Por muy fascinante que es la historia real del atraco al Banco Central en la Barcelona del 1981, la miniserie no consigue sacar tajada de ello ni proporcionar un contenido realmente a la altura. Es más, ni se esfuerza en ello. Y esa es la peor de las sensaciones que deja. Quizás deberíamos empezar a valorar si pasar alrededor de cuatro horas (o cinco capítulos) de una vida que lamentablemente es finita en una serie así, tan del montón como esta, nos tendría que hacer replantear cómo gastamos nuestro preciado tiempo. A mí, por suerte o por desgracia, me pagan para hacerlo pero me cuesta mucho imaginar que mi yo-espectador-no-profesional pasara más allá del segundo episodio.

Y me explicaré, pues mi yo-critico-profesional ha hecho el esfuerzo de llegar hasta el último minuto –como intento hacer siempre que los accesos a screeners lo permiten– buscando alguna característica redentora en Asalto al Banco Central pero me ha sido imposible. Ni su (relativamente) corta duración sirve de consuelo.

Un atraco real de película (que no de serie)

Adaptando el libro homónimo de Mar Padilla, Asalto al Banco Central nos sitúa en Barcelona el 23 de mayo de 1981, un día histórico, de aquellos que los que lo vivieron recuerdan donde estaban cuando sucedió. La sede del Banco Central es atracada por once hombres encapuchados, reteniendo en su interior a 200 rehenes y amenazando con matarlos si el gobierno no accede a liberar el coronel Tejero y a otros tres responsables del 23F.

Asalto al Banco Central

«Manos arriba, esto es un atraco». | Crédito: Tamara Arranz/Netflix

El intento de golpe de estado está muy candente y flota en el aire la duda de si tal reivindicación es real o es un mero farol para entorpedecer la labor policial y llevar a cabo un atraco espectacular, con un botín de cerca de 800 millones de pesetas de entonces.

De forma decepcionante, todos los mecanismos de género en los que Daniel Calparsoro se mueve habitualmente bien resultan aquí insuficientes, demasiado vistos y muy masticados.

En ese diminuto espacio que existe entre lo que se llega a saber «oficialmente» y lo que no creció rápidamente la sospecha de una conspiración relativa a unos papeles relacionados con el 23F según la cual, el robo fue orquestrado por Emilio Alonso Manglano, por entonces jefe del CESID para recuperar dichos papeles, supuestamente escondidos en la caja fuerte del banco. Una teoría nunca probada pero que, como tantas otras del imaginario politico-conspiranoico de la España de la transición, parece tan cierta como que el día tiene 24 horas.

En ‘Asalto al Banco Central’ asoman, una vez más, las cloacas del Estado

La serie se respalda en esta teoría, al igual que lo hace el libro, con la intención de añadir una capa de comentario histórico y político a la serie, alejándola por completo del ejercicio de género de atracos puro y duro que esperaríamos del director de Cien años de perdón. Pero la ejecución de esta trama, explicada con brocha gorda y constantes repeticiones para-que-nos-quede-todo-bien-claro-mientras-miramos-el-móvil resulta insulsa y acaba provocando que el atraco titular y su devenir solo lleguen a ser una mera excusa argumental, sin chicha ni limoná; a medio camino de todo. Si Sidney Lumet hubiera tenido esta historia entre sus manos…

Asalto al Banco Central

Ya no hay periodistas así… | Crédito: Tamara Arranz/Netflix

Y es que, de forma decepcionante, todos los mecanismos de género en los que Daniel Calparsoro se mueve habitualmente bien –nunca en la excelencia, que conste, pero sí en una entretenida y algo «flipada» efectividad clásica– resultan aquí insuficientes, demasiado vistos y muy masticados. Ni la puesta en escena ni el diseño de producción dan la talla de lo que se le supone a un producto nacional aparentemente «top», así como tampoco honran la espectacularidad de la historia real y su idiosincrática época.

Así, abundan (y aburren) los planos cortos, evidentemente escogidos para disimular unos decorados de cartón piedra que convierten el ancho e icónico cruce entre una punta de Plaza Cataluña, el final de las Ramblas y el cruce con la calle Pelai donde se encontraba el Banco Central –ahora un Primark de cinco plantas– en una diminuta esquina donde a duras penas caben policías, atracadores, rehenes, periodistas y curiosos no muy distinta que el rellano de El chavo del Ocho.

Un reparto con lo mejor de cada casa (de Papel)

Más allá del hecho real en el que se basa la serie, el otro gran punto de atracción para el gran público es el reparto, encabezado por los cotizados Miguel Hernán, María Pedraza y Hovik Keuchkerian. Oh, casualidad, tres miembros destacados de La Casa de Papel, lo cual añade aún más pátina de producto derivativo, perezoso y poco inspirado a la serie. Las actuaciones de los tres en cuestión son muy dispares.

En Asalto al Banco Central todo desprende agotamiento: un tema interesante deviene básico e insulso, el reparto está más visto que Jordi Hurtado en Saber y Ganar y las escenas de acción no dan la talla.

Miguel Hernán es José Juan Martínez Gómez ‘El rubio’, el cabecilla del atraco. Pese a sus buenas tablas, vuelve a ser un papel ya muy visto en el joven actor, a quien la industria encasilla siempre en el reencarnado rol del quinqui encantador. En cuanto a Hovik Keuchkerian, tres cuartos de lo mismo. A lo que se le añade un enorme desaprovechamiento de su talento, con un papel de mentor al personaje de María Pedraza insulso y también repetitivo.

Asalto al Banco Central

Hovik Keuchkerian y María Pedraza en una escena de ‘Asalto al Banco Central’. | Crédito: Tamara Arranz/Netflix

Por su parte, María Pedraza, encargada de dar vida a una ficticia periodista novel que consigue la exclusiva en su primer día de trabajo (¡olé tu!) vuelve a demostrar que no está a la altura de llevar un papel protagonista como este. Tampoco es que el caricaturesco guion le ayude demasiado.

Completan el reparto un Isak Férriz que siempre da la talla como policía –de nuevo, tampoco se han roto la cabeza en casting– y secundarios que aportan presencia y aplomo como Tito Valverde o Roberto Álamo pero cuyos personajes no pasan, de nuevo, de lo básico del cliché de telefilm de domingo por la tarde.

Un asalto agotador y agotado Asalto al Banco Central

En definitiva, en Asalto al Banco Central todo desprende agotamiento: un tema interesante deviene básico e insulso, el reparto está más visto que Jordi Hurtado en Saber y Ganar y las escenas de acción no dan la talla.

Como tampoco esos finales de episodio en los que intentan colarnos como cliffhanger lo que realmente es un simple corte en media escena acompañado con una canción de éxito de la época. Por cierto, lo de poner el ‘Yes, Sir I can Boogie’ de las Baccara en una serie o peli española ambientada entre 1977 y 1984 debería ya estar penado con multas.

Un agotamiento general que parece surgir de una actitud de «ir a por el suficiente» –como nos sucedía en el cole– que no hace sino revelar en Asalto al Banco Central las costuras de un modelo, el de la fábrica de churros de Netflix, al que ya no sé si deberíamos exigirle más o rendirnos ante la evidencia del «esto es lo que hay» de Koeman. En un año tan excelente para las series españolas esta se quedará entre lo más bajo de la lista.

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