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Bill Shankly nació en un pueblo minero de Escocia a principios del siglo XX. Sabía de la dureza de las condiciones de trabajo en la mina, pues toda su familia trabajaba allí. Para escapar de ese destino solo había una opción: el fútbol. Él y cuatro de sus nueve hermanos consiguieron convertirse en profesionales del football, evitando así llenarse los pulmones de carbón a diario. Tras una larga carrera como jugador, más tarde se convertiría en el entrenador más legendario de la historia de un club tan grande como es el Liverpool. Bestia
Quizás recordando la vida –y, dadlo por seguro, prematura muerte– en la mina que pudo esquivar gracias a saber dar patadas a un balón, Shankly pronunció una de las frases más recordadas del deporte rey: “Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte. No estoy de acuerdo. El fútbol es mucho, mucho más que eso”. Sin saberlo, Shankly también firmó con esa sentencia la sinopsis de la serie Bestia. Bestia
La serie aborda una cuestión muy presente en el universo balompédico actual: ¿se está preparado a esa edad para aguantar la presión que supone convertirse en futbolista profesional?
Elias y David, mejores amigos, son dos talentos futbolísticos de la cantera del Rosenborg, el club más importante de Noruega. Tan solo tienen dieciséis años, pero ya rozan con la punta de los dedos el primer contrato profesional. David, de hecho, lo firma al inicio de la serie. Elias, sin embargo, ve como la directiva del club aplaza la decisión de ofrecerle dicho contrato. Su familia se mudará de ciudad pronto, y de no tener contrato para entonces deberá irse con ellos y abandonar así su sueño de ser futbolista. Vive en un estado de nerviosismo alarmante y comprensible. Todo ello, además, a una semana de jugar una importantísima final de Copa.
Hemos visto recientemente como la profesionalización de los futbolistas es cada vez más temprana. En el FC Barcelona, por ejemplo, estas últimas temporadas han debutado con tan solo dieciséis años jugadores como Lamine Yamal, Pau Cubarsí, Ansu Fati o Gavi. Youssoufa Moukoko hizo lo propio con el Borussia Dortmund (equipo del que volveremos a hablar) en el año 2020, y el Real Madrid fichó con esa misma edad al brasileño Endrick por más de treinta millones de euros. La historia de Elias y David, por lo tanto, aborda una cuestión trascendental y muy presente en el universo balompédico actual: ¿se está preparado a esa edad para aguantar la presión que supone convertirse en futbolista profesional?
Sobre un futbolista recaen las esperanzas de miles o millones de aficionados. Que se lo digan a Freddy Adu, que con catorce años debutó en la liga estadounidense de soccer (maldita palabreja) y de inmediato fue bautizado como el “nuevo Pelé”. Tras un periplo fallido por clubes de Portugal, Francia, Grecia, Turquía, Serbia, Finlandia y Suecia, es evidente que la carrera del joven Adu no estuvo a la altura de lo que el mundo entero había decidido que debía estar.
‘Bestia’ es, en el fondo, la historia de una amistad que se rompe cuando el éxito individual parece peligrar
Tenemos otro ejemplo más cercano: Bojan Krkić. El mayor goleador de la historia de la cantera del Barça fue sometido a tal presión tras su fantástica primera temporada con el primer equipo que su salud mental se vio amargamente afectada. Sobre la ansiedad que sintió, Bojan afirma: “Era una ola gigante que me arrasaba, hubo momentos en los que no veía salida”. Voces como la suya, que se alzan para denunciar los estragos que el deporte profesional puede comportar para la salud mental, son claves para comprender la trama de Bestia y las acciones de sus protagonistas.
Bestia es, en el fondo, la historia de una amistad que se rompe cuando el éxito individual parece peligrar. Cuando el éxito individual de uno, más bien, parece aniquilar sin remedio el éxito individual del otro. Tras saber que David ha firmado un contrato profesional y será titular en la final de Copa en su lugar, Elias se asoma al abismo. Su gran amigo tiene el contrato que él anhela. Para más inri, si Elias no juega la final, no podrá demostrar a la directiva su valor como futbolista determinante, hecho que complica conseguir el dichoso contrato. Todo esto es demasiado para Elias, que ante él solo verá dos opciones: matar o morir. A pesar de ser un niño, la situación le obligará a hablar el idioma de las bestias.
Ese es un idioma que se aprende por instinto y por imposición. En el caso de Elias, el instinto lo lleva a hablar con su entrenador para denunciar en secreto que David salió de fiesta y bebió alcohol, lo que conlleva una sanción inmediata para él. De este modo, Elias será titular en la final de Copa. La culpabilidad por vender a su amigo, sin embargo, será abrumadora, y el principio del fin de su amistad estará servida. En cuanto a la parte impuesta, tenemos que hablar de una figura fundamental en la serie y en el negocio del fútbol: los implacables agentes de jugadores.
Este mismo año se ha sabido que el Athletic Club de Bilbao ha fichado a Igor Oyono, perla de la cantera del Villarreal de tan solo –otra vez– dieciséis años. Para hacerse con sus servicios ha pagado más de once millones y medio de euros, pero de ese total solo un millón y medio ha ido a parar a las arcas del club de formación. ¿Y el resto? Cinco a la familia del chico y cinco a sus representantes. Cinco. Millones. De. Euros. En una única operación con un adolescente. No es de extrañar, aunque sí de lamentar, que las agencias de representación traten a estos chavales como auténticas minas de oro y que muchas veces acaben preocupándose más por los beneficios que puedan extraer de ellos que de su bienestar.
Por unos instantes, Elias y David olvidan el idioma de las bestias y vuelven a ser lo que siempre habían sido: dos amigos que disfrutan jugando al fútbol
Elias contrata un representante para desencallar su fichaje profesional por el Rosenborg, pero pronto el representante empieza a tratar al jugador como lo que es a sus ojos: mercadería. Habla con otros clubes, ofrece sus servicios sin que él lo sepa, juega una partida de ajedrez oscurísima con el objetivo de conseguir un buen contrato que le asegura a él su correspondiente tajada. Incluso llega a mentir a Elias diciéndole que un ojeador del Borussia Dortmund estará presente en la final de Copa, para motivarle a jugar mejor y facilitar así su fichaje por algún club noruego. Al agente no le importa jugar con la ilusión de Elias, incluso se vanagloria de ella. No es casualidad que el club en cuestión sea el Borussia Dortmund, por cierto: allí destacó con infinitos goles Erling Braut Haaland, estrella noruega cuyos ecos bestiales resuenen por toda la serie.
Pero el gran mensaje de Bestia está en su final. Tras pasar de la amistad al odio, del abrazo a la bronca, incluso de acabar en equipos distintos, Elias y David tienen un último encuentro en una habitación de hotel. Han ganado la Copa y han conseguido cada uno su contrato profesional, pero han perdido mucho por el camino y se les ve derrotados. “Lo hemos conseguido, ¿no?”. Desprende una profunda tristeza el modo cómo se dicen esa frase. Hay un balón en la habitación. De pronto, empiezan a pasárselo. Y ríen. Pegan balonazos aquí y allí, se tiran por la cama, juegan, incluso rompen un jarrón.
No hay nada que te devuelva más a la infancia que un jarrón roto de un balonazo. Elias y David vuelven a ser niños. Por unos instantes olvidan el idioma de las bestias y vuelven a ser lo que siempre habían sido: dos amigos que disfrutan jugando al fútbol juntos sin tener en cuenta directivas, representantes y contratos.
Tras esa escena, la serie nos muestra a ambos durmiendo en el bus del equipo, exhaustos. Imposible no pensar en el final de Gomorra. A pesar de las evidentes diferencias entre ambas series, nos cuentan historias similares. Pero Bestia no termina con ese instante de paz. Tiempo después, ya con su nuevo club, Elias se encuentra en el túnel de vestuarios de un gran estadio preparado para salir al terreno de juego. Se oye el griterío de la grada, lo que nos indica que se trata de un partido de fútbol profesional. En su rostro hay concentración absoluta, tensión, frialdad. Es, al fin y al cabo, una bestia el instante antes de salir de la jaula. Allí termina la serie y empieza su vida.