Cervantes en la televisión: tras los pasos de Don Quijote
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Tras los pasos de Don Quijote en la ficción televisiva contemporánea

Es habitual encontrar series con elementos derivados de la obra de Cervantes, como el patrón de la extraña pareja que originalmente formaron Don Quijote y Sancho. Véase Michael Scott y su inseparable Dwight en 'The Office' o Walter White y Jesse Pinkman en 'Breaking Bad'.
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Cuando Miguel de Cervantes escribió El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, poco podía sospechar que su protagonista trascendería todos los formatos habidos y por haber y cobraría tantas formas como la ficción permitiera. Si bien en pleno declive de la novela fue ese su medio original, en pleno auge de la ficción televisiva es en la pequeña pantalla donde habita con mayor y mejor fortuna. Es relativamente fácil encontrar en ella elementos derivados o relacionados con la obra más famosa de Cervantes, empezando por la recreación, una y otra vez, del patrón de la extraña pareja que originalmente formaron el caballero de la triste figura y su leal escudero. Véase Michael Scott y su inseparable Dwight en The Office, Alan Shore y Danny Crane en Boston Legal, JD y Turk en Scrubs, Jack Donaghy y Liz Lemon en 30 Rock y, por encima de todos ellos, Walter White y Jesse Pinkman en Breaking Bad.

Entre los habitantes de los paisajes desiertos de la Mancha y Nuevo México hay más diferencias que puntos en común, al contrario que entre los dos hombres que los recorren buscando un destino triunfal. Uno de los primeros pasos de ambos es adoptar un apodo que aleje su existencia anodina de la leyenda en la que están dispuestos a convertirse. Heisenberg y Don Quijote buscan distanciarse de Walter White y Alonso Quijano capítulo a capítulo, persiguiendo la ilusión de sentirse vivos por última vez, antes de morir; uno, anhelando la pureza del baby blue de Badfinger a bordo de un laboratorio con ruedas; el otro, a lomos de Rocinante y elogiando las virtudes de una supuesta dama por quien toda batalla merece la pena; ambos acompañados por dos bonachones con los pies en la tierra pero con las ideas en el cielo. Tanto Jesse como Sancho dominan el terreno de juego, aunque de nada les sirve frente a la fe ciega en las promesas de aquellos a quienes acompañan y siguen, siempre con la dosis exacta de temeraria inocencia que les permita seguir compartiendo con ellos el camino. Sin embargo, todas las similitudes entre el ingenioso hidalgo y el químico de gafas y sombrero no logran disipar la gran desavenencia entre ellos. “Lo hice por mí”, proclama Heisenberg en ‘Felina’ (5×16), aniquilando de golpe y porrazo el remoto rastro de Walter White y convirtiendo de manera definitiva al héroe en villano, paso imposible en la trayectoria del personaje cervantino quien, como dicta el diccionario de la Real Academia Española, “antepone sus ideales a su provecho y conveniencia y obra de forma desinteresada y comprometida en defensa de causas que considera justas”. Un sutil pero nítido matiz en la definición, la motivación que dota de continuidad sus caminos, que hace que no encaje en ella el personaje creado por Vince Gilligan, pero sí la mayoría de los ideados por el reconocido seguidor y ansiado discípulo de Miguel de Cervantes, Aaron Sorkin. De entre todas sus versiones del héroe cervantino, la más evidente, aunque no por ello la más acertada, ha sido la del presentador de News Night en ACN, Will McAvoy.

«Will McAvoy sigue la estela de Edward R. Murrow o Harry Reasoner tal y como Don Quijote lo hacía con las de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco»

Antes de que empiecen, de manera explícita y recurrente, toda clase de referencias al ingenioso hidalgo y caballero, el protagonista de The Newsroom se presenta a través de un discurso épico digno de cualquier Quijote que se precie: un golpe de lucidez o una insensatez disparatada, según se mire, que pone los cimientos de la incansable misión por civilizar que emprende el personaje interpretado por Jeff Daniels y que, en esta ocasión, se libra en los cada vez más inhóspitos territorios de la responsabilidad informativa en un mundo dominado por las audiencias y regulado por las conveniencias, claramente representado por J. R. Moehringer en una definición que forma parte de la esencia quijotesca y por extensión del corpus de la serie: “sólo hay dos tipos de historias en el mundo, las que los demás quieren que cuentes y las que quieres contar tú, y nadie va a dejarte, así sin más, contar las segundas, tienes que pelear para ganarte ese derecho, ese privilegio”. Sin embargo, la estrella de ACN News no tardará mucho en descubrir que tras los gigantes del Tea Party giran las astas de los dueños de la cadena de la cual es imagen y que la vigencia de sus particulares discursos a los cabreros se agota tan pronto como se corta la emisión. Will McAvoy sigue la estela de Edward R. Murrow o Harry Reasoner tal y como Don Quijote lo hacía con las de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco: tan cegados por la dimensión de sus leyendas que sus propias posibilidades se pierden demasiado a menudo entre las sombras. No obstante, la recreación de lo quijotesco en The Newsroom no se limita, ni mucho menos, a su protagonista: prácticamente todos los personajes beben de la fuente del sonado caballero. Ya en el primer capítulo de la serie MacKenzie McHale pide ser ella la considerada líder de tan osada aventura, aunque su postura y propósitos sean más cercanos a los de Sancho Panza. Poco después es Charlie Skinner quien reclama su lugar como protagonista de la historia e ideólogo de la aventura, una reclamación a la que McAvoy responde cuando, al final de la serie, tras la muerte de su mentor, le recuerda como un hombre cuya religión fue la decencia y cuya vida se centró en la lucha contra sus enemigos y en intentar salvar el mundo actuando como un caballero.

En cualquier caso, la revisión del mito del caballero manchego de Aaron Sorkin delata el quijotismo puro del guionista y productor, siempre con una base cándida y eufórica cuya verosimilitud decrece a medida que la ficción se acerca a la realidad, mientras que la lectura del contexto contemporáneo de otro de los grandes creadores televisivos de la actualidad, David Simon, es sin duda menos amable y alentadora, también más penetrante y eficaz. Su Quijote por excelencia toma el nombre de Jimmy McNulty (The Wire), un hombre que se cree capaz de ganar una guerra y por eso emprende sin pensarlo dos veces el camino que conduce hasta ella, aunque a la hora de la verdad no haga más que perder, una tras otra, todas las batallas. El mundo real, ese que hace cuatro siglos devoró a Alonso Quijano, es el que acaba también con el detective de Baltimore. Su caballero de los espejos, en este caso, se esconde tras un falso asesino en serie que le llevará, sin remedio, al declive irrecuperable no sólo de su empresa sino de su propia fe en la humanidad y, por tanto, de su propio ser.

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«La protagonista de ‘Parks and Recreation’ es la más singular y lúcida versión televisiva de El Quijote»

No obstante, los terrenos por donde pasan las diferentes tramas de The Wire sirven, tal y como hacían las diferentes paradas en el camino de la novela de Cervantes, para armar un inventario de los agujeros negros sobre los que se sustenta el status quo. De entre todos ellos, el de mayor alcance, el político, acaso el ámbito donde hoy en día es más fácil y comprensible, aunque también irónico, que aparezcan vestigios quijotescos. Así lo confirma Parks and Recreation, serie cuya protagonista es la más singular y lúcida versión televisiva de El Quijote, una mujer cuyo vitalismo e idealismo no dejan lugar a la derrota. Leslie Knope, como Don Quijote primero y como Voltaire después, “inventa pasiones sólo para ejercitarse”. Pasiones que empiezan con un solar vacío que la subdirectora del departamento de Parques y Recreación de Pawnee quiere convertir en un parque, y no tanto para satisfacer a su particular escudero iniciático, Ann Perkins, sino a modo de recordatorio de esa primera victoria que con el tiempo tiene que llevarla a convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos (“Canvassing”, 1×02); pasiones que pasan también, en el ámbito profesional, por la recuperación del desaparecido Festival de la Cosecha, por ejemplo, pero que se extienden al terreno sentimental y a las nimiedades que conforman sus relaciones personales, basadas siempre en unos insanos aunque prometedores optimismo e inconsciencia, tal y como demuestran la mayoría de sus interacciones con Ron Swanson, convertido finalmente en el escudero definitivo.

“Cada uno es hijo de sus obras”, afirma Don Quijote y confirman Sancho Panza en la novela y Leslie Knope a lo largo de las siete temporadas en las que se afilan su carácter, inquietudes e intenciones, pero en las que mantiene vivo su compromiso consigo misma y con aquello que puede, quiere y, es más, siente que debe aportar tanto a sus seres más cercanos como a todos los desconocidos para los que su existencia, aunque ignorada, puede suponer un cambio trascendental; todo ello narrado siempre con un tono ácido, divertido y recurrente que remite, en cualquier caso, al grueso de las narraciones de El ingenioso hidalgo/caballero Don Quijote de la Mancha, siendo Parks and Recreation una de las más sorprendentes y sutiles recuperaciones del personaje valiente y épico cuyo destino es el fracaso con sabor a gloria. Aunque la ficción televisiva no sea más que un apéndice en el inconmensurable legado de la obra cervantina, sin duda sigue dejando a buen recaudo su vigencia, relevancia e inmortalidad.

 

Artículo publicado en la edición impresa de la revista Paradigmas en diciembre de 2016.

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