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Le escribo porque no sé si estoy llevando bien la soledad de este nuevo mundo. Supongo que entenderá la desazón que corroe mi cuerpo al descubrir que conducir un Ferrari a 300 km/h, disparar un bazuca, aprenderme los más de tres solos de “Sweet child o’ mine”, tocarlos con la guitarra en llamas y mear desde la ventanilla, todo a la vez, sigue dejando en mi interior un vacío existencial imposible de sofocar.
Le seré sincero, desde el primer momento de mi inesperado aislamiento terrenal, la higiene personal quedó relegada a una terrible última posición. Y eso, tampoco ayuda. Por encima quedaban grandes imperativos, como ver si el teorema físico-mecánico del Sr. Michael Bay era cierto y se daban sendas explosiones al colisionar un par, tres, cuatro coches y un monster truck. O crear, con la ayuda de una grúa de construcción, un autentico Megazord funcional. Una serie de inquietudes que recogí en un libro autopublicado a base de rollos de papel higiénico del que espero enviarle una copia en los próximos cinco años.
No obstante, creo que le despertarán un mayor interés otro tipo de cuestiones, y es que después de un par de malas experiencias con una maniquí algo celosa y una muñeca hinchable sin mucha iniciativa para con nuestra relación, encontré a dos supervivientes. Debo decir que no me encontraba aun recuperado, pero aun así me tragué todo el dolor para empezar una relación sana y cordial con ambos. Resultó que eran dos hermanas tan perdidas como un servidor.
Obviamente, como solo usted entenderá, y únicamente pensando en el futuro de nuestra incipiente nueva sociedad, pues intente “repoblar la Tierra” con ambas. Vale que no fui sincero, vale que quizá oculté información, pero fue porque sus mentes aun no se habían adaptado a este nuevo medio, esta nueva sociedad que demanda “repoblar la Tierra” a diestro y siniestro, sin descanso, día y noche. Y que si les decía que quería “repoblar la Tierra” con ambas, pues sus convicciones y moralidad, dignas del mundo anterior, les obligarían a negarme TAL necesidad (colectiva).
Como nuestro tratado para “repoblar la Tierra” no fue fructífero, tuve que seguir mi camino en aras de un mundo mejor. Pues no podía quedarme ahí plantado con semejantes egoístas. Para su información, dicho sea de paso, quizá le interesa saber que me crucé con una comunidad entera de hombres que al parecer habían levantado una torre de radio, desarrollado un sistema de cultivos e incluso inventado un intrincado acueducto. Claramente no necesitaban mi ayuda. Así que seguí con mi deber de último hombre sobre la tierra.
Así es como, después de un largo viaje, encontré a una feliz pareja que vivía en una granja con su retoño recién nacido. Pero fíjese en lo que le digo, y es que llegué justo a tiempo, y esto me lo tomé como una señal de mi buen proceder, pues después de, nada, 5 años ganándome de manera totalmente altruista su confianza, resultó que justo entonces (entiende, ¿verdad? ni antes ni después) el marido recibió una llamada por radio y tuvo que alejarse de la granja para ir a buscar a algunos familiares a un país colindante. Y para eso estaba yo ahí, para que ese retoño no echara en falta una figura paterna. Ahora es cuando necesito que me entienda, Phill (puedo llamarle Phill, ¿verdad?) y sé que lo hará, pues ¿no resulta que cuando le hablé a esa encomiable madre de familia sobre las virtudes colectivas del hecho de “repoblar la Tierra” me llamó de todo menos visionario?
Lo que quiero llegar a decirle con esta carta es que he descubierto nuestro propósito en esta nueva Tierra. Phill, usted y yo, llegados a este punto deberíamos extender puentes entre nuestras dos grandes civilizaciones en ciernes para que el mundo lo entienda.
La gente se encuentra sumida todavía en el trauma que supone mantener unas normas sociales, un savoir faire anclado en el pasado, una moralidad obsoleta, en un mundo que precisa de una nueva ética que comprenda, y no quiero hacerme pesado con esto, ni que parezca que tengo algún tipo de interés egoísta, la importancia de “repoblar la Tierra”. Creo que usted más que nadie sabrá valorar el imperativo social inherente a esta nueva situación socio-política en la que nos encontramos.
Ahora deme unos 10 años, pues una comunidad impulsada a mis espaldas me ha tomado por un vulgar violador, panfletista o algo peor y han decidido encerrarme en una burda imitación de lo que debería ser una cárcel según ellos. Ya ve. Necesitamos su llegada cual mesías. Este mundo empezará a caer en desgracia si no aterriza con su tierra repoblada en nuestras playas, haciendo que el desembarco de Normandía parezca un juego de niños a su lado y doblegando voluntades a su paso.
Firmado,
El Presidente de la (nueva) Comunidad Europea y su primer preso político
P. D.: No sabrá si por allí han inventado Tinder ya, ¿verdad?
P. D. 2: Badoo también me sirve.
P. D. 3: ¿…Grindr?