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Querida… Querida…. Mmmmmmm, querida ¿isla de Perdidos que no sé ni qué nombre tienes ni dónde estás ni por qué existes?
¿Qué, qué tal? ¿Por dónde andas? Creo que la última vez que nos vimos estabas por… Ay, no me acuerdo muy bien, ¿era por el pacífico Sur? ¿Cerca de Tahití? ¿O de Sumba? ¿Estabas en algún sitio real, de hecho? Nunca me quedó muy claro dónde estabas, la verdad, pero supongo que tenía que ver con el hecho de que te pudieras mover. Que, oye, ya mola, ¿eh? La verdad es que el hecho de que Mallorca, que es donde vivo yo, no se mueva me simplifica bastante la vida. Pero bueno, sólo por aquella vez que a final de temporada, ¡plas!, desapareciste en medio del mar después de que el enclenque de Ben empujara una rueda semicongelada y también semi-acartonada, ya vale la pena que tengas la capacidad de desplazarte en el espacio. ¿Que, por cierto, lo de que también te desplazabas en el tiempo…? ¿Cómo iba ese tema? No tengo claro si me imaginé que lo hacías, si alguien lo insinuó, si hubo un conejo por ahí que me confundió… Sin más, ni me escuches, que si te escribo OBVIAMENTE no es para pedirte explicaciones. ¿Te imaginas? ¿Que tantos años después estuviera todavía con la mosca detrás de la oreja porque no he entendido ciertas cosas? Je, je, je. ¡Qué idiota sería!
→ Vídeo: Ben Linus y su rueda mágica
PUES LO SOY, ¿vale? Y no tengo ningún problema, no tengo NINGUNO en reconocerlo. Y como fiel espectadora que fui, que invertí horas y horas y HORAS de mi vida en hablar sobre cada aparición que hacías en la pequeña pantalla y como persona que vio peligrar su salud mental y emocional a lo largo de 19 días y 500 noches una vez hubo terminado Perdidos, tengo que dirigirte esta carta ya no para plantearte preguntas que no tienen respuesta, lo sé, sino para compartir ciertas reflexiones que, ya que tienen tanto que ver contigo, quiero que al menos pesen en tu conciencia durante el resto de la eternidad.
Empecemos por el principio. ¡Ja! ¡El principio! Eso, exactamente, ¿cuándo fue? ¿Miles de años antes de Cristo? ¿Millones? ¿O nunca has existido y por tanto no tienes ni principio ni final y que Dios nos pille confesados? No, a ver, que me lío, te he dicho que no iba a hacerte preguntas y no voy a hacerlas. El principio es hace mucho mucho tiempo, vale. Tuviste a una protectora que vivía en unas cuevas. Bien. Ella crió a Jacob y el hombre de negro. Bien. Antes o después o a la vez, no lo sé, alguien se puso a construir una macro estatua que poco tiene que envidiarle a la que preside la ciudad de Braavos en Juego de Tronos. Bien. Luego alguien, no sabemos quién ni cuándo, se puso a hacer jeroglíficos sin sentido ninguno. No tan bien. La cuestión es que no te pasó nada interesante, entiendo, hasta el siglo XIX, que fue cuando llegó la Roca Negra. Qué digo la Roca Negra, fue cuando llegó Richard. Qué digo Richard, fue cuando llegó Ricardus el canario. Y entonces, plas, llega el siglo XX y nos volvemos todos locos y a ti te empieza a suceder DE TODO. Que si la iniciativa Dharma, que si Danielle Rousseau y todo su equipo, que si una avioneta con traficantes de droga, que si Naomi, que si unos mercenarios… QUE SI EL VUELO 815 DE OCEANIC. Mira, yo no sé qué hiciste o qué dejaste de hacer (de hecho sospecho que no lo sabes ni tú) para que el avión se estrellara, pero ya te lo podrías haber ahorrado. O ya te podrías haber currado un poco más la explicación, no sé, si de verdad fue culpa tuya, ¿en serio no puedes resumirme en dos frases qué fue exactamente lo que pasó? Ya vuelvo a liarme con las preguntas, disculpa, es que de repente me salen y en serio que me cuesta mucho evitarlo. Prometo esforzarme.
«Si de algo me he dado cuenta con el paso de los años es de que nunca llegué a conocerte de verdad»
¿Dónde estábamos? Ah, el vuelo. Debió ser duro para ti, ¿no? De repente encontrarte con toda esa gente tan confundida, tan perdida, explorándote, investigándote y descubriendo cosas sobre ti. ¡Qué frágil es la vida, un día eres una isla mágica sin más y al siguiente tienes allí a un grupo de pasajeros liderado por Jack Shephard! A veces te compadecía, pobre isla, pero no tardaba mucho en volver a mí la insistente sensación de que te merecías todo lo que te estaba pasando y más. Permíteme que me explique en dos palabras: ¿un templo? ¿De veras? ¿Dónde lo tuviste escondido durante tantos años? ¿Qué hacía allí? Ya vuelvo con las preguntas, qué pesada soy, perdón. Y, además, ahora no tengo nada de razón porque, en realidad, si de algo me he dado cuenta con el paso de los años es de que nunca llegué a conocerte de verdad. No sé dónde estaba la playa, no sé dónde estaban los Barracones y ni en mil años sería capaz de ubicar en un mapa una de las estaciones Dharma. Es que, de hecho, no tengo ni la más remota idea ni de qué forma tienes ni de lo ancha y larga que eres. Sé que tienes montañas, me suena que tienes un volcán y estoy segura de que tienes un valle suficientemente grande como para montar un más que decente campo de golf en él (qué suerte tienes de que ningún constructor español te haya localizado en un mapa). Sé que tienes árboles altos tipo jungla y que se puede cultivar una especie de huerto en tu suelo. Eso en cuanto a tu flora.
Tu fauna, querida mía, se merece un párrafo aparte. Jabalíes, abejas, gallinas, un caballo, arañas, erizos de mar, gaviotas, ranas, vacas y, claro, osos polares. Todos ellos conviven en paz y armonía, traídos o no por el hombre (¿quién sabe? ¿QUIÉN LO SABRÁ NUNCA?), y ninguno parece tener problemas para adaptarse al medio porque, las cosas como son, tu clima es la bomba. Llueve, hace sol, se está bien; nunca hace demasiado frío, ni demasiado calor, no al menos en tu superficie porque luego uno desciende un poco y puede morir congelado. Así eres tú, tan perturbadora y turbia, toda llena de secretos. Aunque creo que fue Locke el que dijo «Miré al corazón de esta Isla, y lo que vi… era hermoso». Pero bueno, ni que tuviéramos que fiarnos de Locke en nada, que te recuerdo que es un tío que sobrevivió a una caída de 8 pisos porque Jacob se acercó y le tocó. ¿No te acuerdas? Ah, claro, que eso pasó en tierra firme, que en Perdidos había vida fuera de la isla, que tú NO LO ERAS TODO.
→ Vídeo: Locke in love
Pero lo eras casi todo. Eras lo más importante, la esencia, la verdadera protagonista; la que hizo que empezara la serie y la que nos tuvo a todos inquietos a lo largo de seis temporadas, la verdadera razón de que Perdidos fuera lo que fue, la que nos permitió crearnos las teorías más alocadas y la que nos convencía constantemente de que estábamos equivocados, la que albergó nuestros sueños seriéfilos y la que centró todas y cada una de nuestras (escasas) reuniones sociales, la que, aunque nos neguemos a reconocerlo, nos cambió la vida como espectadores. Por eso no me queda más que darte, muy sinceramente, las gracias y desearte, estés donde estés, que ardas para siempre en el infierno.
Cati Sawyer Moyà
P.D: ¿No eras tú «un corcho que impide que la maldad del infierno emerja» según Jacob? ¿Qué quería decir con eso? ¿Eras el paraíso? ¿Eras el infierno? ¿Por qué investigaban con osos polares? ¿Qué pasa con Walt? ¿QUÉ PASA CON WALT? En serio, ¿QUÉ PASA CON WALT?
P.D.2: Me olvidaba la más importante: ¿por qué hay gente en Lostpedia que quiere hacernos creer a todos que la mayoría de los misterios están resueltos? ¿No se dan cuenta de que “El agua y la luz proveniente del corazón de la isla cura a la gente, como se ha podido probar en el Templo” no es una respuesta válida a “¿Por qué la gente sana y cura en la isla”?