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Un detalle definitivo, un bocadillo de chistorra convertido en arma emocional de destrucción masiva, lo resume todo. Irreverencia + sensibilidad, lo que Berto Romero define como risa + hostia: «Cuando la familia está viendo aquel vídeo viral en el que se queda dormido y le graban con una polla en la boca, y de pronto le dicen que su padre ha muerto: como espectador te quedas frío, y entonces te mostramos el vídeo… ¡¡¡Eso me encanta, me encanta!!! Ese momento. Me volví adicto a ese contraste. Y todos identificamos que aquella era la línea a seguir», explica. El bocata de chistorra y el vídeo viral, o los gemidos del porno como método infalible para dormir a un bebé, o el médico fóbico con enanismo, o el nada pertinente monólogo de las pajas, eran ejemplos de un riesgo narrativo que, sobre el papel, podrían despistar respecto a los verdaderos retos que afrontaba la primera temporada de Mira lo que has hecho: retratar ese punto de inflexión (centrado en la paternidad, pero con un mucho mayor alcance) en que la vida toma un nuevo camino y deja atrás (o no) el peterpanesco «jijijijajaja» de esa posadolescencia capaz de alcanzar a cuarentones y cuarentonas. Al mismo tiempo, apostando por una casi catártica reflexión sobre las fronteras entre realidad y ficción, haciéndose suya aquella juguetona línea argumental de las brillantes Curb Your Enthusiasm, Louie, ¿Qué fue de Jorge Sanz? o El fin de la comedia: en la vida del cómico sólo cabe el drama.
Con sus prodigiosos seis capítulos de menos de media hora, Berto Romero (y los coguionistas, Enric Pardo y Rafel Barceló) exploraba territorios quizá no tan insólitos, ni en otras ficciones ajenas ni en su propio imaginario (sí en lo formal, no tanto en lo discursivo: madurar, la paternidad, el mundo de la pareja o la fama impuesta, ya son leit-motiv de muchos de sus monólogos). Menos habitual es encontrar ese equilibrio complicadísimo, sólido y emocionante, entre la risa y la hostia con la mano abierta. Llegados a su segunda temporada, Mira lo que has hecho mantiene esa dualidad, amplía el foco, y armoniza las dosis de guasa y de amargura, con una crisis de pareja que da sombra a tantas luces. Y potencia hasta el infinito el juego metalingüístico: rizando el rizo, en las tramas de esta segunda entrega, el Berto de ficción empieza a rodar la primera temporada, lo que permite un estimulante, y muy divertido, juego de espejos con la complicidad de Belén Cuesta y Antonio Resines. Y de Carlos Therón, director de aquella (reconvertido en actor interpretándose a sí mismo con mucha chanza), ahora sustituido tras las cámaras por el maestro Javier Ruiz Caldera (ojo al revelador cameo, no humano, de una escena de su 3 bodas de más, la peli que llevó a Berto a las puertas del Goya).
Actores fantásticos (Eva Ugarte, el corazón de la serie, mantiene la pole position, pero qué bien están Jordi Aguilar, Juanfra Juárez o una Núria Gago cuyo personaje pide a gritos mayor arco narrativo), running gags (el cómico obsesionado con la etiqueta de actor que le niegan hasta en su propia casa; los traumáticos conflictos con las asociaciones escolares de padres), un inteligentísimo uso de los flashbacks, desacomplejados toques de dramatismo, y golpes de puro y tronchante goce humorístico (la noche de la iguana es me-mo-ra-ble) son claves para que el regreso de Mira lo que has hecho sea una buenísima noticia.
En una semana de promoción frenética, Berto Romero se sienta con Serielizados para hablar de algunos de los elementos fundamentales de la serie y de su evolución.
En esta segunda temporada habéis abierto el foco, respecto a la primera, quizá más centrada en los cambios vitales que trae consigo la paternidad.
De entrada, siempre pensé que la serie no hablaba tanto de la paternidad como de hacerse mayor. Y de las fases por las que uno pasa, los retos que comporta la madurez: hacerte cargo de tus hijos, sí, pero también afrontar la muerte de los padres. O los asuntos de la pareja, qué ocurre con ella. Cuando empezamos a trabajar en esta segunda temporada, a mí me daba mucha mucha pereza repetirnos. Una de las derivadas estaba en aprovechar y potenciar la propia cualidad metalingüística de la serie: eso de Berto haciendo una serie sobre su vida, que en realidad no es su vida, pero te hace dudar… Eso era muy goloso. Seguimos con esa confusión de lo que es cierto y lo que no, y hacemos un Regreso al Futuro 2, volviendo a la primera temporada.
Me flipa el metalenguaje, me flipan los falsos documentales, y tenía la oportunidad de hacer todo eso. Y reflexionar sobre qué es verdad y qué es ficción, que en realidad creo que es un tema fundamental hoy, y que está en todos lados, en las noticias, las fake news, en tu relación con las redes sociales, donde siempre muestras la cara más feliz de tu vida… La segunda temporada nos permitía entrar a saco en todo esto.
¿Dirías que esta segunda entrega es más dramedy que la primera, quizás algo más cómica?
Diría que el tono está más contrastado. Es verdad que la primera temporada está más desequilibrada, se va haciendo más oscura a medida que avanzan los capítulos. Las tramas verticales pesan más que la horizontal, que es más anecdótica. La segunda es más intensa, quizá no más oscura. Se centra desde el principio en la relación de pareja, que es el corazón de la serie, lo más importante que tenemos. Creo que está mejor escrita, pero qué sé yo…
Hay una constante reinvindicación del Berto de ficción, obsesionado porque le consideren actor. ¿Qué papel juega esa etiqueta en el Berto real?
«Los comediantes siempre tenemos que demostrar que hacemos chistes, pero que también tenemos un trabajo de verdad»
Llega un momento en la carrera de todos los comediantes en que, no sé por qué, necesitan un reconocimiento, y la profesión no te reconoce si no haces algo serio. Drama, transformación física, salir calvo y con barriga, para demostrar… ¿qué cojones tengo que demostrar? Es algo que me tomo de un modo irónico. Los comediantes siempre tenemos que demostrar que hacemos chistes, pero que también tenemos un trabajo de verdad.
Haciendo la serie nos hemos dado cuenta en todo momento que es mucho más complicado levantar una secuencia cómica que una dramática. Hacer drama es más fácil. Yo no necesito la aprobación de nadie, ni que nadie me diga que ya soy un buen actor. Pero me hace mucha gracia, utilizo eso como un gag recurrente: el Berto de la serie está obsesionado y, como la serie va más allá de la comedia, puedes interpretar que a mí también me pasa. Pero me la suda.
Entiendo que estarás harto de que te pregunten por las dosis de realidad en la ficción de ‘Mira lo que has hecho’. Pero, ¿te ha pasado, como ocurre en la serie, con tu propia familia? ¿Has tenido que gestionar la desaprobación de gente cercana?
Esa escena me gusta particularmente, cuando le digo a mi familia: ¿Por qué sois tan egocéntricos pensando que hablo de vosotros cuando sólo estoy hablando de mí? Es uno de los mejores chistes… A ver, siempre existe la lectura superficial del que te viene preguntando si esto o aquello te ha pasado. Y les dices que sí, o que no, o que te dejen en paz porque no te apetece analizar la serie desde este punto de vista.
Pero yendo más allá, sí he detectado que, desde el principio, esto ha llamado mucho la atención de todo el mundo: familiares, amigos, conocidos, periodistas… Y yo, que en estas cosas soy como un crío, si veo un lugar donde puedo romper un jarrón, ¡para allá que voy! (risas). Es que… ¿por qué hacemos ficción? ¿Para quedar bien? Para quedar bien vengo aquí y te trato bien, porque soy una persona educada. Pero si haces ficción es para jugar, para ir a todas, para ir al límite, para llegar a lo máximo que te dejen llegar, si no, no tiene sentido.
A punto de estrenarse la primera temporada, me contabas lo catártico del proceso. ¿Ha sido igual de catártica esta segunda temporada? ¿Engancha esto de desnudarse emocionalmente?
A nivel personal hay unos ciclos que a veces no coinciden con los de la serie, pero, de alguna manera, con Mira lo que has hecho cierro un ciclo que empecé con Algo muy gordo, la peli de Carlo Padial. Aquella experiencia me afectó mucho, yo creo que en positivo. Carlo me enseñó algo que se ha convertido en bandera: no se le tiene que temer a la creación artística. A veces somos tan quisquillosos, nos miramos tanto el ombligo, que nos da miedo lo que podamos decir, cómo se nos ve, qué pueden pensar de nosotros… Carlo siempre ha hecho esta comedia, muy autorreferencial, psicológica, de autoanálisis, también llena de mentiras que parecen verdades, y él me enseñó a no tenerle nunca miedo a la ficción.
Creo que esta segunda temporada es una especie de regurgitación de lo que yo viví haciendo Algo muy gordo. Ese juego de enseñar sin enseñar es muy, muy enriquecedor; esa creación de alguien que no eres tú pero es muy similar a ti te ayuda a explorar muchas cosas de tu psicología que quizá no estás teniendo la oportunidad de vivir. Yo lo llamo el Bertoverso, como en el mundo Marvel.
En esta segunda temporada, el falso Berto empieza a gestionar la fama: con los paparazzis y con los padres de los otros niños del colegio de sus hijos. Y lo hace como puede. ¿Hay algo de venganza por cómo la vives tú?
Mira, esto sí es pura terapia. En la serie me permito decir cosas que no he dicho nunca en persona. Eso de gritarle a los otros padres perdón por ser famoso, no como vosotros… ¡Haber estudiado! no lo he hecho jamás, pero en algunos momentos me hubiera gustado, claro, sería uno de esos placeres culpables. Yo soy mucho más educado, y me trago muchas más cosas de las que pueda decir. Así que en la ficción hay algo de desahogo, una venganza un poco rara, porque vas por la calle y todo el mundo te mira, quieren fotos, te cuentan lo que les pasa por la cabeza y muchas veces no tienes ganas de escucharlo… La fama te somete a mucha presión.
Esta segunda temporada está dirigida por Javi Ruiz Caldera, con el que has trabajado en ‘Spanish Movie’, ‘3 bodas de más’, ‘Anacleto: Agente secreto’ y ‘Superlópez’. ¿Qué ha aportado a la serie?
Yo ya quise que Javi dirigiera la primera temporada, pero no pudo y la rodó Carlos Therón. La opción lógica era que Carlos siguiera, pero tampoco pudo y la ha filmado Javi. En realidad, si Mira lo que has hecho te gusta, te interesa… eso es mérito de Javi: él es el que me hizo creer que yo podía hacer algo en este oficio, así que imagínate. Y somos muy amigos desde entonces, así que yo estoy encantado: creo que lo que hace en la segunda temporada es muy chulo: yo le veo el sello de Javi, pero también el de Carlos, porque se respeta mucho su trabajo, y también me veo a mí mismo. Javi hace crecer la serie sin traicionarla, de pronto se desplega, es muy rica, muy divertida… Estoy encantado.