'Beforeigners' (T2): Vikingos en el asiento del copiloto
'Beforeigners' T2

Vikingos en el asiento del copiloto

La segunda temporada de 'Beforeigners' sigue siendo una estimulante combinación de géneros, un entretenimiento de primera con una visión alternativa sobre la intolerancia.

En Beforeigners (Los visitantes), es habitual que los personajes se vean asaltados en su deambular constante por campamentos improvisados, donde se apiñan personas llegadas de un pasado menos puntilloso en lo que respecta a la propiedad pública, una especie de 15-M intersecular, o bien por manifestaciones callejeras, en las que un tupido bosque de pancartas da cuenta de la indignación generalizada.

Muchas de estas secuencias sirven para acompañar los títulos de crédito iniciales, en los que una leyenda de la música negra, Bobby Bland, hace acopio de todo su sentimiento para advertirnos: «Ain’t no love in the heart of the city». No hay amor en el corazón de la ciudad. Gracias por avisarnos, Bobby, y por hacerlo con una canción tan maravillosa. Por desgracia, algo habíamos intuido. Ya puestos, tampoco queda empatía, ni compasión, ni humanidad.

Siguiendo la tradición de la buena ficción policial, esta serie noruega de HBO Max, que recientemente ha estrenado una segunda temporada deliciosa, no se olvida nunca del contexto. Describe una sociedad azotada por unos extraños desplazamientos. Los viajes en el tiempo han dejado de ser una utopía abierta a todo tipo de especulaciones fantasiosas, para convertirse en un acuciante problema social. Sin previo aviso, unos fogonazos inesperados y continuados empiezan a hacer llegar desde el pasado a miles de personas, procedentes de tres épocas diferentes: la Edad de Piedra, la era de los vikingos y el siglo XIX. Resulta que al final, en lugar de esos turistas del futuro a los que Stephen Hawking invitó a una fiesta en el año 2009, nos enfrentamos a la presencia masiva de refugiados del pasado.

Que los recién llegados aparezcan en el agua no parece un recurso dramático inocente o arbitrario. Las imágenes de esas personas desorientadas, rescatadas del frío y la humedad y embarcadas en botes salvavidas, conectan las aguas del fiordo de Oslo con las del Mediterráneo, escenario desgraciadamente habitual de auténticas hemorragias migratorias. Unos llegan de manera imprevista, por arte de magia, desde el pasado, y otros huyen a su pesar de países sin futuro. Pero todos van a sufrir problemas de adaptación a una nueva realidad diferente a la suya, que les recibe con indiferencia, si no con hostilidad. La serie acierta al situarnos en un momento en que ya han pasado unos años de los primeros fogonazos y estos han dejado de ser una novedad, y por tanto la convivencia con visitantes de otros siglos forma parte del paisaje urbano cotidiano, con todas las tensiones que ello comporta.

En alguna de esas pancartas a las que aludía al inicio aparece un neologismo ucrónico que define a la perfección la posible lectura social de Beforeigners: el «tiempismo«, el recelo hacia las personas de otras épocas, el racismo aplicado a la cuarta dimensión. En un continente en el que la xenofobia no entiende de oasis nórdicos, y en un país como Noruega en el que el populismo de derechas del Partido del Progreso los llevó a gobernar en coalición con los conservadores entre 2013 y 2020, y les sigue manteniendo entre los tres o cuatro partidos más votados, el «vuélvete a tu país» pasa a ser un «vuélvete a tu siglo».

Aquí el elemento fantástico se filtra de manera inquietante en nuestro presente y se torna verosímil. No nos cuesta imaginar que, en un escenario de desplazamientos temporales regulares, la cronofobia llevara a acusar a estos viajeros de épocas pretéritas de quedarse los mejores trabajos (de hecho, podría argumentar algún aplicado discípulo de Abascal, ¿qué pretendía Marty McFly con su icónico chaleco salvavidas, si no era mandar al paro a algún buen patriota, a un pobre guardacostas de los años 50?). Sería cuestión de tiempo, valga la redundancia, que un licenciado en cuñadismo iniciara alguna de sus disertaciones con un «Yo no soy tiempista, pero…

La segunda ha optado por una trama algo más lúdica, ideal para los aficionados a mezclar épocas históricas como quien remueve una baraja

No por evidentes, las metáforas que plantea la serie resultan menos eficaces. Pocas veces una producción de este tipo nos invita a reflexionar sobre la intolerancia y los prejuicios, sin ningún tufo panfletario ni vocación moralizadora, pero con toda la intención. Al fin y al cabo, estamos ante un producto de entretenimiento que tampoco pretende sentar cátedra, un thriller detectivesco encaminado a descubrir el culpable de un crimen, que a su vez sigue a rajatabla los códigos de las mejores buddy movies, obligando a trabajar juntos a un policía del siglo XXI, divorciado y lastrado por su adicción al sedante que se le suele administrar a los recién llegados, el temproxato, con la primera guerrera vikinga del siglo XI que ha opositado con éxito para entrar en el cuerpo.

Lars Haaland y Alfhildr Enginnsdóttir, o lo que es lo mismo, el actor noruego Nicolai Cleve Broch y la intérprete finlandesa Krista Kosonen, consiguen hacer funcionar este emparejamiento exótico, destilando las dosis necesarias de química y de fricción, pero sin caer en el recurso manido de la tensión sexual no resuelta, más allá de alguna broma puntual. Al fin y al cabo, Alfhildr (no intentes pronunciar su nombre con un polvorón en la boca) viene de un tiempo violento en que estaba aceptado resolver a porrazos cualquier tensión con el género femenino y sobre las mujeres se aplicaba una especie de derecho de conquista. Hay que reconocer que la situación ha cambiado un poco, aunque demasiados machos contemporáneos insistan en comportarse a la manera de vikingos energúmenos que no entienden el significado de un «no».

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La actriz finlandesa Krista Kosonen es Alfhildr Enginnsdóttir en ‘Beforeigners’ / HBO Max

Con este rico telón de fondo, que daría para algún ensayo sociológico, la serie creada por Anne Bjørnstad y Eilif Skodvin, que también tienen en su currículum la muy reivindicable Lilyhammer, ha conseguido construir dos temporadas modélicas por su capacidad de síntesis y la contundencia en la resolución de sus respectivos arcos narrativos, en tan solo seis capítulos por entrega. Más allá de su tesis de base, Beforeigners es una ficción ingeniosa y adictiva.

En la primera temporada se las apañó para esbozar una intriga relacionada con la trata de mujeres, uno de los terribles efectos colaterales de la inmigración ilegal. En la segunda, superado el factor sorpresa, ha optado por una trama algo más lúdica, ideal para los aficionados a mezclar épocas históricas como quien remueve una baraja. Ya que hablábamos de los McFly, también Regreso al futuro 2 encontró su razón de ser en el retorcimiento de las diversas líneas temporales hasta extremos casi caóticos. Por mucho que estas piruetas provoquen el arqueamiento de cejas entre los guardianes de la coherencia narrativa y los cazadores de paradojas, constituyen un terreno de juego altamente disfrutable para los amantes del género.

Asistimos a los intentos del rey vikingo Olaf de ser reconocido por la administración en la era del «Vuelva usted mañana 2.0»

En los nuevos episodios, junto a las revelaciones administradas con cuentagotas sobre el auténtico origen de Alfhildr, asistimos a los intentos del rey vikingo Olaf de ser reconocido por la administración en la era del «vuelva usted mañana 2.0», y sobre todo a la enésima caza del asesino en serie más afamado de la historia. Como si fuera el reverso juguetón de aquella película de Nicholas Meyer titulada Los pasajeros del tiempo, Jack el Destripador se convierte de nuevo en una amenaza a caballo de varias centurias.

De paso, contribuye a normalizar el cada vez más habitual bilingüismo serial, por lo menos para aquellos que disfrutan de la versión original, con diálogos que alternan el noruego y el inglés según la situación y los personajes. Uno de ellos lo interpreta Billy Postlethwaite, a quien vimos en Chernobyl, el hijo de Pete Postlethwaite, sufrido progenitor de Daniel Day-Lewis en esa gran película de los 90, En el nombre del padre. Esta normalidad en la convivencia entre diferentes idiomas, por cierto, se sigue echando de menos en las producciones norteamericanas, con honrosas excepciones como The Americans.

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Billy Postlethwaite, hijo de Pete Postlethwaite, es Isaac en ‘Beforeigners’ / HBO Max

Una de las claves del éxito de Beforeigners es su sentido del humor, el hecho de no tomarse demasiado en serio. Las diversas anécdotas que puntúan la trama están a la altura de la premisa inicial, desde las repetidas disquisiciones sobre si los poderes telúricos del musgo superan la eficacia ergonómica de los tampones en respuesta a la menstruación, hasta los apuros de un ardiente guerrero vikingo que no sabe cómo librarse de un cinturón de seguridad, pasando por el hecho de que la pareja de tu ex sea literalmente un caballero decimonónico, al que en el fondo no le puedes reprochar que sea un poco carca.

Estos guiños constantes de guion resultan muy agradecidos, y superan la incredulidad inicial ante la facilidad con que personas de tantos siglos atrás logran comunicarse en el presente usando modalidades antiguas del noruego, por no hablar de las sorprendentes habilidades lingüísticas de los trogloditas.

Estamos más cerca de Jessica Fletcher que de la Sarah Lund ‘Forbrydelsen’

También acabas perdonando la relativa rapidez con que avanzan las pesquisas policiales, una rapidez sospechosa que viene dictada por el formato (pese a que producciones como Mare of Easttown demuestran que la complejidad de una trama criminal no depende del número de capítulos). Igual que aquellos hackers sofisticados que descifran la contraseña de la corporación malvada de turno, o de la Casa Blanca, a los cuatro intentos, Lars y Alfhildr van encontrando las diferentes pistas clave sin apenas esfuerzo. O bien les asalta la intuición correcta de manera casi sobrenatural (en ese sentido, las visiones de Lars en esta segunda temporada rizan bastante el rizo). Estamos más cerca de Jessica Fletcher que de la Sarah Lund Forbrydelsen, por citar una de las muestras más afortunadas de un nordic noir que pretendía transmitir la rutina y la incertidumbre de una tortuosa investigación policial.

Beforeigners (Los visitantes) juega de manera consciente en otra liga, una que busca hacer reflexionar lo justo, perturbar lo mínimo y potenciar los aspectos más amenos. Lo cierto es que, en una época afectada por sobredosis de trascendencia, vale la pena dedicarle parte de nuestro tiempo a una propuesta tan honesta en su modestia. Antes de que un fogonazo imprevisto nos haga viajar a un tiempo pasado en el que no haya receptores de televisión de cualquier tamaño ni, lo que es mucho peor, listas de las mejores series del año.

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