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Circula la leyenda de que gran parte del equipo técnico y artístico de The Walking Dead ha sufrido una inesperada conversión al vegetarianismo a lo largo de las temporadas. Como toda leyenda, parte de un porción de verdad -unas breves palabras de Norman Reedus (Daryl)- para luego extenderse por el imaginario con diferentes ropajes y dimensiones a gusto del consumidor. Pero sea cual sea el tamaño de la orgía vegetal en los rodajes de la serie, no es difícil entender porqué unas personas expuestas durante horas y horas a sangre, vísceras, mollas putrefactas y muertes dolorosas habrían de desarrollar cierta aversión al consumo de carne.
Al fin y al cabo, los seres humanos carecemos de cualquier instinto depredador. En el cuarto episodio de la sexta temporada de la serie, el último emitido antes de escribir estas líneas, la historia pretérita de Morgan nos lleva a conocer al apacible y abrazable Eastman, un psiquiatra forense entregado a la causa pacifista bajo la doctrina del Aikido. Este arte marcial elevado a la categoría de movimiento filosófico propone una defensa personal basada en el no asesinato. Le cuenta a Morgan, entre corte de calabacín y corte de zanahoria, que el estrés postraumático de los veteranos de guerra responde a una sencilla premisa: el ser humano no está biológica ni mentalmente diseñado matar. Esta es la razón de que abrace la causa vegetariana: en un mundo postapocalíptico no hay industrias cárnicas que lleven a cabo ese proceso traumático por el consumidor, sino que éste debe enfrentarse a esa situación por sí mismo.
«Dejar en manos de un apocalipsis la concienciación vegana es bastante descorazonador»
Que las series de televisión abran nuevas vías de diálogo sobre nuestra relación con el resto de animales es motivo de alegría -sobre todo si es honesta y viene impulsada por un cambio real en sus participantes, como cuenta la leyenda-, pero dejar en manos de un apocalipsis la concienciación vegana es bastante descorazonador. Ha habido numerosos acercamientos al vegetarianismo en televisión: Popeye y sus espinacas, Spock y el vegetarianismo vulcano o Phoebe y su vegetarianismo enclenque y desertor. Sin olvidarnos, por supuesto, de la más famosa representante animada de los derechos animales, Lisa Simpson, cuyo orgullo y combate moral sufren un tremendo revés a manos del bueno y vegano de Apu:
– Lisa: ¿Cuándo aprenderán esos tontos que podemos mantenernos sanos comiendo simplemente frutas, verduras, cereales y queso?
– Apu: ¡Oug, queso!
– Lisa: ¿No comes queso, Apu?
– Apu: No, ni hablar, yo no como nada que proceda de un animal.
– Lisa: Oh, entonces estás pensando que yo soy un monstruo.
– Apu: Sí, naturalmente que lo pienso. Pero aprendí hace mucho tiempo a tolerar a los demás y a no imponerle mis creencias. Puedes ejercer tu influencia sin necesidad de importunar a nadie.
«La inclusion de vegetarianos y veganos corre el riesgo de convertiser en un elemento más de marketing»
Sea como sea, el vegetarianismo y el veganismo siguen siendo temas intranscendentes y fuente contínua de clichés en la ficción televisiva. La inclusión de personajes con esta filosofía vital corre el riesgo, si no es tratada con conocimiento y sinceridad, de convertirse en un elemento más de marketing -teniendo en cuenta el natural crecimiento de esta comunidad-, como esos gays y lesbianas de la serialidad española, más arquetípicos que la señora andaluza de los anuncios de quitagrasas. La guerra, después de todo, está tras las bambalinas.
Como la mayoría de seriéfilos recordaréis, aquella primera incursión de Dustin Hoffman en la televisión bajo la mano de la HBO, de nombre Luck, fue cancelada en marzo de 2012 tras la muerte de un tercer caballo durante el rodaje de la serie. «A pesar de que mantenemos los mayores estándares de seguridad posible, los accidentes, desafortunadamente, ocurren y es imposible garantizar que no se repita en el futuro». Las declaraciones de la productora contrastaban con el hecho de que Real Awesome Jet, uno de los caballos de la serie, recibiera tantos golpes en la cabeza que hubiera que sacrificarlo. Con los «estándares» debían referirse a kilopondios por zasca.
Más que el nazismo o el culto satánico, el veganismo es -muy por encima del feminismo- el gran enemigo de la opinión pública generalizada. Pero del mismo modo que hoy vemos aquellas películas de Griffith o Riefenstahl como lo que son, grandes obras de arte de marcado carácter racista, algún día los que están por venir mirarán atrás, a nuestro cine y nuestras series, y les costará entender la relación genocida que teníamos con los animales. La televisión de hoy será nuestro reflejo para la posteridad, una repleta de aikidos, con películas del oeste donde vaqueros monten sobre brocolis gigantes; personajes de sitcom vegetarianos cuya dieta no se limite al sempiterno tofu; y guionistas veganos que sepan cristalizar en pantalla el movimiento sin ridiculizarlo.
Casi puedo adivinar una futura Veggie Mr. Robot. ¿Falta mucho? Sí, pero esto no es una película, amigo. Es una serie con cientos de temporadas y esto no es más que el piloto.