Comparte

Hacía tiempo que una serie de televisión no conseguía el tirón social que Juego de Tronos ha logrado. Está en nuestras conversaciones, sus argumentos se cuelan en bromas -cuando vas a un sitio lejos, vas «más allá del Muro»-, e incluso algunos tenemos piezas de merchandising entre nuestros utensilios habituales -desayunar con una taza Lannister tiene un «no sé qué» que hace que el té tenga más cuerpo-.
- Aprovecha nuestra oferta de dos semanas gratis en HBO España.
Aquí tenéis los 10 motivos –subjetivos, claro– por los que Juego de Tronos se ha convertido en una serie de culto:
1. Nos ha pillado desprevenidos
Aunque eran muchos los fans de los libros, más son los que no sabían de la existencia de la saga literaria antes de que la HBO decidiese embarcarse en tan ambicioso proyecto. Para muchos fue un Señor de los Anillos llevado a la televisión. ¿Un mundo medieval fantástico, una vez a la semana? Difícil resistirse.
2. Tiene un gran guión, tremendos personajes y tantas tramas que podrías hacer una tesis
Hasta ahora, cada temporada llega a un punto en el que no puedes creerte lo que estás viendo. Por inesperado, por arriesgado, por brillante. ¿Matamos al protagonista en la primera temporada? Vale. ¿Matamos al que parece que va a tomar el relevo un poco más adelante? Adiós, Robb Stark. ¿Qué el desarrollo del personaje de Jamie Lannister consigue que empaticemos con él cuando todos desearíamos ver su cabeza en una estaca al principio? Venga.
Y si todo eso lo trufas con grandes intrigas palaciegas, con viejos recursos de la ficción como el enfrentamiento entre familias -ah, Shakespeare- el éxito está servido.
[amazon_link asins=’B01G72IBIC’ template=’SerielizadosProduct’ store=’serielizados-21′ marketplace=’ES’ link_id=’8ad12400-c86a-11e7-afb0-4f685c2ce4a0′]
No hay apenas personajes planos, lo que implica que a veces sea difícil seguir las tramas, de tantas y tan profundas que son. Es arriesgado, pero funciona, te hace ponerle interés y preguntar al de al lado ¿pero ese quién era? Y el de al lado orgulloso de poder explicártelo.
Además, a diferencia de la mayoría de las series, los personajes femeninos tienen la misma fuerza, presencia, determinación y profundidad que los masculinos, y eso es de agradecer. Qué sería de Juego de Tronos sin Arya Stark y su ‘aguja’…

3. Penes, tetas y culos salen tanto como sangre y vísceras
Sexo promiscuo, bisexualidad, desmembramientos… y todo ello cuidado al detalle, mostrando un mundo que recuerda a la Roma más salvaje. Nos va el morbo como espectadores, pero no el morbo por el morbo. Todo queda más que justificado. Aunque algunos echen en falta que Daenerys vuelva a mostrarse tal y como vino al mundo. Juntar elementos eróticos y sanguinarios con una magnífica producción y guión es complicado, reconozcámosle el mérito.

4. Dragones, espadas y dinero
En una época de recesión, se agradece que te brinden mundos fantásticos donde casi todo es posible. Si en el mundo real el Banco Central Europeo nos lo pone complicado para dar de comer a nuestro gato, en Juego de Tronos el Banco de Hierro está dispuesto a financiar una guerra contra los Lannister, y Daenerys alimenta a sus dragones mientras libera esclavos. Y si encima en este país estamos más que acostumbrados a la corrupción, está bien que te hagan soñar con pedir juicios por combate.

5. De algo hay que hablar con los amigos
Si no ves Juego de Tronos, te vas a sentir un marciano en más de una charleta con tus paisanos. «Eres más retorcido que Meñique», y tú puede que le mires la mano al que así habla esperando ver su dedo pequeño en zigzag. Error. Ponte las pilas y participa.
6. Tyrion Lannister
Qué personaje. Qué decir de él. Tan grande en pantalla como pequeño en la realidad. Labia, sarcasmo, audacia y buen humor se juntan con la desgracia de pertenecer a esa familia y en esas condiciones. Difícil será encontrar a alguien en sus cabales que no ame a Tyrion Lannister. «¿Cómo quieres morir, enano?». Respuesta: «Con 80 años, con la barriga llena de vino y con la polla en la boca de una puta”. Y sonríes, aplaudes y te sientes cautivado. Sobre todo si el interlocutor es un salvaje con un hacha más grande que Tyrion.
Como pasaba con Omar Little en The Wire, Tyrion está un poco en todos los bandos, es el más independiente en su forma de pensar y actuar, el que intenta poner un poco de cordura a todo y siempre siguiendo su propio código moral. Eso gusta, personajes entre dos aguas son como la vida misma.

7. Localizaciones
Grabada a caballo entre Reino Unido, Islandia, Malta, Marruecos, Croacia o España, entre otras, ésta súper producción ofrece unas localizaciones apabullantes. Si a eso le añades una abrumadora labor de post producción, te entrarán ganas de enrolarte como extra sólo para visitar el Desembarco del Rey o el Altojardín.

8. Es de HBO
Que algo esté producido por la HBO es sinónimo de calidad. Los Soprano, The Wire, Boardwalk Empire, El Séquito, Carnivale, Deadwood… la lista de series magníficas producidas bajo el ala de Home Box Office es eterna. Viva la HBO -claro, es más fácil ser una televisión de pago en un país como Estados Unidos, dónde con que sólo un 10% de su población pague la suscripción estaríamos hablando de más de 30 millones de contribuyentes. En España, serían 4 millones-.

9. No siempre ganan los buenos, ni los malos
Como decíamos antes, Juego de Tronos destruye tópicos narrativos sin inmutarse. Sí, algún malo malísimo de los que odias muere y te alegras. Pero también pasa con los buenos. A todos se nos antojó difícil que Tywin Lannister muriera pronto. Y nadie pondría la mano en el fuego asegurando que John Snow sobreviva. Hay tantas facciones y bandos que resulta complicado saber quién tiene las de ganar. Y lo bueno es que, de momento, el que tiene las de ganar, gana. No ocurre nada absurdo que hace que se tornen las cosas para agradar al público. De momento, claro.

10. El poder
Es un retrato de las luchas de poder hecho de una manera no tan sesuda como House of Cards o El Ala Oeste de la Casa Blanca. Estamos hablando de un éxito abrumador, de miles de millones de descargas. La masa no haría eso con Buenas Noches y Buena Suerte, por elitista que suene. Es una lucha de poder atractiva, visceral, que engancha a los filósofos y a los que no somos catedráticos de nada. Nos gusta ver al rey borracho y al supuesto hijo pródigo -aunque bastardo- encamándose con su rival. Nos place asistir a las estrategias de Meñique, tan poca cosa parece, y a la absurda castración de un Greyjoy confundido.
