Y en el próximo número de 'El Caso: crónica de sucesos'...
Crónica de una España negra

Y en el próximo número de ‘El Caso’…

1960, España. El derecho a la información se enfrenta a la opacidad de las fuerzas de seguridad. Un pequeño núcleo de periodistas burlan la censura y escarban en aquellos intersticios sociopolíticos que el franquismo no ha cerrado del todo. Repetimos, es 1960, y cualquier similitud con la actualidad es pura coincidencia.
portada Y en el próximo número de El Caso Oscar González

Muy probablemente las jóvenes generaciones no recuerden el semanario El Caso, pero los que ya pintamos canas esbozamos una sonrisa (teñida de sarcasmo) al echar la vista atrás y recordar aquel escabroso “medio de comunicación”, auténtica crónica negra de la segunda mitad del siglo XX… y, por qué no, memoria colectiva de todo un país. Hablamos de un semanario fundado en 1952 (y que cerraría sus rotativas en su primera etapa en 1987, para cambiar de redacción y mantenerse en una precaria existencia hasta finalizar su publicación diez años después), y que desde el principio se especializó en la crónica de sucesos: crímenes y escándalos que desde la portada llamaban la atención de una sociedad española más o menos “desinformada” por parte de un régimen franquista que férreamente controlaba el caudal de información mediante una censura previa que no empezó a remitir hasta la aprobación de la Ley de Prensa e Imprenta de marzo de 1966. Precisamente este año es cuando comienza una serie como El Caso. Crónica de sucesos (TVE: 2016–), empeño personal de su actor protagonista, Fernando Guillén Cuervo, durante los últimos siete años. Un proyecto ambicioso y que desde hace ocho semanas ocupa la franja del prime time de la 1 de TVE los martes por la noche… con discretos resultados de audiencia pero con buenas sensaciones en lo que a crítica se refiere.

Hay que decir de entrada que la etiqueta de serie “basada en” podemos tomárnosla con bastante escepticismo. Sí, el semanario que aparece en las pequeñas pantallas se llama El Caso; sí, es un medio especializado en la crónica negra de este país en aquella segunda mitad de los años sesenta; sí, se reproducen casos inspirados en aquellos que recogiera el semanario; y sí, hay una voluntad de ser fieles al espíritu de aquella publicación, a la par que se ennoblece la labor de unos periodistas considerados escoria por parte de las autoridades del régimen y mirados por encima del hombro por el resto de la profesión. Pero hasta aquí podrían acabarse las similitudes entre el semanario real y el que se muestra en la ficción. Porque si algo destaca este Caso catódico es, paradójicamente, la poca chicha “negra” que uno esperaría (o recordaría) al tratarse de un medio tan controvertido como fue aquel. Queda la sensación de que, en aras de tal vez la corrección “política”, la nostalgia buenista, el horario en el que se emite la serie o solo los dioses saben, nos han “escamoteado” bastante de esa negritud que retrataba El Caso: esa España profunda y de sangrientos sucesos que provocaban una malsana curiosidad… pero que, en estos tiempos actuales en los que los informativos hurgan en casos como los de José Bretón, Marta del Castillo, Isabel Carrasco o Asunta Basterra (por citar algunos de los más recientes y mediáticos), casi parecen descafeinados. Quizá esa sea la primera conclusión que nos deja El Caso. Crónica de sucesos: que nos presentan unos crímenes lejanos en el tiempo y algo desvaídos en cuanto a su capacidad para ¿sorprendernos? como espectadores con una piel demasiado curtida en los tiempos de Internet y las redes sociales.

protagonistas Y en el próximo número de El Caso Oscar González

«Desde el primer episodio se presenta un más que correcto e interesante retrato de la sociedad española que comienza a despertar tras el letargo de la posguerra»

De cualquier manera, ésta quizá sea una conclusión precipitada. Es cierto, hoy en día no nos sorprende prácticamente nada. También queda algo difuminado el recuerdo de series como La huella del crimen (TVE: 1985, 1991, 2009), con sucesos estremecedores como el crimen de las envenenadoras de Valencia o el caso del cadáver descuartizado (cuyo despiece en una bañera servidor recuerda con el estupor propio de un niño de hace treinta años); o quizá es que haya que poner los informativos o, peor aún, los programas matinales para verse prácticamente “salpicado” por el morbo y la sangre mediáticas mientras se desayuna o se plancha la ropa. Pero también es cierto que si nos interesa la nueva serie de TVE es por otras razones además de la curiosidad por un semanario especializado en crímenes. Dentro del “revisionismo” marca de la casa que ha significado un serial como Cuéntame cómo pasó (TVE: 2001–) –ahora teñido por otro tipo de “escándalos”: el fraude fiscal–, se podría pensar que la serie de Guillén Cuervo (diremos que es suya tanto por ser el protagonista como por el esfuerzo realizado por sacarla adelante) podría mostrarnos una imagen más o menos suavizada de aquel 1966 previo a la Ley de Prensa y el fin de la censura. Y quizá nos quede la sensación de que el pertinaz costumbrismo (como la sequía) que suele acompañar a las series españolas tenga demasiada presencia en esta serie.

Pero lo cierto es que desde el primer episodio se presenta un más que correcto e interesante retrato (con algunos matices) de la sociedad española que comienza a despertar tras el letargo de la posguerra; de un oficio periodístico que se empeña en burlar esa censura previa y escarbar en crímenes, sí, pero también en aquellos intersticios políticos y sociales que la dictadura no cierra del todo; de una pugna más o menos intensa entre el derecho a la información que plantean los periodistas y la opaca contención de unas fuerzas de seguridad (la Brigada de Investigación Criminal, antecedente de la Policía Nacional) acostumbrada a utilizar la violencia y la represión como herramientas básicas. Se podría decir, y por resumir, que sí, hay algo; y que no, no todo es lo que parece.

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«Un antiguo policía ahora pasado al “bando enemigo” y una joven que ha visto mundo y se resiste al patrón esposa-madre-ama de casa»

Sí, se percibe la labor (prácticamente) heroica de los periodistas de El Caso: ese Jesús Expósito (Guillén Cuervo), antiguo policía ahora pasado al “bando enemigo”, inasequible al desaliento e incapaz de conciliar trabajo y vida privada; esa Clara López-Doriga (Verónica Sánchez), hija de un alto cargo del Ministerio de Información y Turismo, joven que ha visto mundo y se resiste a seguir el patrón esposa-madre-ama de casa, y que a la llamada de Expósito (“¡vamos, Massiel!”) agarra la cámara de fotos y sale de la redacción para indagar en un nuevo caso; ese Rodrigo Sánchez (Fernando Cayo), dueño y director del semanario que hará lo que sea para burlar la censura, el régimen, la policía “¡y el sunsum corda!”, y que estimula a sus empleados para sacar el número semanal (“¡esas máquinas de escribir, no las oigo!”); y esa Margarita Moyano, calco de la inefable Margarita Landi, con su pipa, vestuario casi masculino y la voluntad clara de ser un contra-modelo de la mujer que exige el régimen franquista, y que suele trabajar en comandita con el reportero de día/matón nocturno/boxeador amateur Germán Castro (Gorka Lasaosa)… sin dejar de lado al periodista y miembro del Opus Dei, Aníbal de Vicente (Daniel Pérez Prada), que comienza a ver que hay más mundo que el que la Orden le cuenta; el montador de portadas y fotógrafo Aparicio Huesca (Ignacio Mateos), o la secretaria barra amante del director, Paloma (Teresa Fernández de Ory), madre soltera y otro ejemplo más de que las mujeres que trabajan en esa redacción no se resignan a ser sumisas amas de casa.

Un microcosmos periodístico idealizado que se resiste a bajar la cabeza y callar (aunque a menudo tengan que hacerlo) a las órdenes de una élite político-eclesiástica-militar que, quizá, comienza a percibir que el desarrollismo, el turismo y las suecas, y el despertar social empiezan a abrir brechas en las murallas de la dictadura (que, no obstante todo ello, moriría matando hasta el final, como demostraría el caso Puig Antich, que inspira levemente un episodio de la serie).

redacción Y en el próximo número de El Caso Oscar González

«Las relaciones entre la redacción de El Caso y la sede de la Brigada de Investigación Criminal no son tan antitéticas como podría parecer de entrada»

Y no, las relaciones entre la redacción de El Caso y la sede de la Brigada de Investigación Criminal no son tan antitéticas como podría parecer de entrada, gracias a los contactos de Expósito con sus antiguos colegas y la amistad con el comisario Miguel Montenegro (Francisco Ortiz) y la forense Rebeca Martín (Natalia Verbeke) –otro personaje quizá “adelantado” a su época pero que persigue el sueño de toda mujer “decente” que es casarse (aunque ello, se teme, suponga que deba dejar su trabajo para encargarse de un hogar)–; pero también la enemistad del comisario jefe Antonio Camacho (Antonio Garrido), imagen casi perfecta de hombre del régimen: violento, corrupto… y posiblemente ya fuera de su tiempo (con una ropa y un bigote a medio camino entre lo que evoca al viejo falangista y lo que acaba siendo el anodino funcionario).

La lucha entre la Información y el Orden, entre un Derecho (y una Libertad) a saber y una Ley (y una Fuerza) que cumplir (y Obedecer), metáfora perfecta de aquellos tiempos que se intuía que podían ser convulsos, se dilucida en cada episodio, con resultados que suelen acabar en tablas, pero que no ocultan el miedo de los segundos a que triunfen los primeros y, por tanto, que la Subversión (impresa en las rotativas y con enorme foto de portada) se abra paso.

Por ello, y aunque se podría considerar que está algo madmenizada la subtrama de Clara y su esposo homosexual (“invertido”, por utilizar la jerga oficial de la época), Gerardo Zabaleta (Marc Clotet), diplomático de carrera y modelo masculino en crisis; que el caso de fondo de toda la temporada, el del “asesino del rosario” se dilata demasiado (y resulta especialmente estridente la música que lo acompaña); y que se hacen largos los setenta minutos por episodio (quizá el mayor hándicap de la ficción serial española), la serie atrapa al espectador por un guión sólido en prácticamente cada episodio, por lo bien perfilados que están los personajes (y lo bien que interpretan los actores) y una calidad que se percibe prácticamente desde el primero de los episodios emitidos.

Dicha calidad se nota sobre todo en los medios empleados (dentro de lo que es una cadena como TVE) y en el esfuerzo por entretener al espectador con un producto que no cae en el revisionismo nostálgico (o, al menos, no demasiado) de productos como Cuéntame cómo pasó, y que se crece episodio tras episodio dentro de un género tan manido como suele ser el negro-criminal… aunque en este “caso” el “negro” que esperábamos es más bien un gris (más o menos) oscuro. Y que demuestra, por si series como El Ministerio del Tiempo, Vis a vis y (con bastantes más matices) La embajada, que la ficción serial española está viviendo actualmente un dulce momento.

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