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Una versión femenina de Indiana Jones que, además, se queda los objetos que encuentra. Para ella no existe eso de “esto debería de estar en un museo”. La base de los videojuegos de Tomb Raider (que significa, directamente, “asaltador de tumbas”) es sencilla y ofrece un gran potencial de aventuras: Lara Croft viaja a los lugares más exóticos posibles buscando una antigüedad determinada, antigüedad que está protegida por todo tipo de trampas, que a veces puede tener algún tipo de poder y que a menudo también pretenden otros cazatesoros de aviesas intenciones. Es, también, la base sobre la que se han construido las películas de aventuras ya desde los seriales de los años 30 y prácticamente toda la literatura pulp ambientada en selvas frondosas, o en planetas lejanos; es decir, que es una fórmula ya bien probada. Tomb Raider
Lo que más llama la atención de la serie es su estilo de animación, que sigue la moda instalada últimamente de que las ficciones animadas para adultos luzcan como los dibujos animados que estos veían cuando eran pequeños en los 80 y los 90
Sin embargo, en el traslado del videojuego, que lleva más de una decena de secuelas y remasterizaciones, a la ficción siempre hay algo que falla. Las primeras dos películas, protagonizadas por Angelina Jolie, querían seguir más el molde de La momia (la de Brendan Fraser y Rachel Weisz), pero sin su sentido del humor, y el reboot con Alicia Vikander seguía los mandatos de las últimas versiones del juego, a partir de 2013, donde Croft está menos sexualizada y se encuentra en un punto de su vida en el que no es aún la aventurera infalible de más adelante. Además de que los siguientes lanzamientos han continuado la historia planteada en el primer reboot. Tomb Raider
Ese punto es en el que la encontramos en Tomb Raider: la leyenda de Lara Croft, la serie animada recién estrenada por Netflix. Lara, que aquí tiene la voz de Hayley Atwell (que le aporta cierto sarcasmo), vive prácticamente escondida del mundo en la enorme mansión que heredó de su padre, como si fuera un Bruce Wayne arqueólogo. Una misión a la selva sudamericana salió mal y su recuerdo la persigue. Tendrá que volver a la acción cuando alguien entre en su casa y robe un artefacto con el potencial de desatar el fin del mundo. Tomb Raider
Aventuras a la vieja usanza Tomb Raider
Lo que más llama la atención de la serie, a primera vista, es su estilo de animación, que sigue la moda instalada últimamente de que las ficciones animadas para adultos luzcan como los dibujos animados que estos veían cuando eran pequeños en los 80 y los 90. Es algo que se nota también en La leyenda de Vox Machina, en Masters del Universo: Revelación y muy especialmente en X-Men ’97, y está buscado específicamente para apelar a la nostalgia de ese público mientras, al mismo tiempo, se le da una historia nueva y, desde luego, no apta para niños, en este caso, por su nivel de violencia. Sería también el estilo en boga cuando salió el primer videojuego de Tomb Raider, a mediados de los 90.
La exploración de lo que mueve a Lara a continuar el legado de cazatesoros de su familia, aunque sea con otros métodos y otros objetivos, es lo que da el interés a la serie
Esos espectadores siempre están renegando del aspecto de la animación por CGI, así que si ven a Lara Croft como si hubiera salido de una de esas idealizadas series de cuando aún iban al colegio, es posible que le den una oportunidad más fácilmente. Si lo hacen, lo que encontrarán es una traslación bastante fiel de algunos de los componentes más populares de los juegos sin necesidad de que los profanos en ellos tengan que hacer los deberes; para los fans, son guiños simpáticos y para los demás, nada más que otros elementos de la serie. Croft tampoco es una aventurera invencible, aunque sí tiene más recursos que los demás y puede tanto sortear una peligrosa trampa en un templo abandonado como resolver un enigma intelectual. Lo que sí le ocurre es que es incapaz de superar esas tragedias pasadas, lo que aporta al personaje más tridimensionalidad.
La serie de Lara Croft
De hecho, es ahí donde esta nueva Tomb Raider puede aportar algo al canon de heroínas muy competentes de la televisión. O, al menos, encajar sin problemas entre las Sydney Bristow, Xena y demás. En medio de la acción y de los viajes por medio mundo, es la exploración de lo que mueve a Lara a continuar el legado de cazatesoros de su familia, aunque sea con otros métodos y otros objetivos, lo que da el interés a la serie. Su ambivalencia sobre el robo de algunos de esos objetos y su pretensión de hacerse un nombre por sí misma en el negocio, más la sombra de lo que ocurrió en aquella misión, confieren a Croft un impulso que, desgraciadamente, deja al resto de secundarios un poco por debajo de ella. Es la gran protagonista, sí, pero algo más de cariño en el resto de los personajes tampoco habría venido mal.
La serie es una aventura muy consciente de lo que tiene que ofrecer tanto a fans de los juegos como a quienes el nombre de la protagonista les suena del cine
Y es que es curioso ver cómo, aunque haya sangre y muertos, esta Tomb Raider se parece a aquellas series infantiles algo más que en la animación. Los protagonistas de las ficciones actuales para ese público se han ido haciendo más complejos desde aquellos 80 y, a veces, cargan a cuestas también con pasados oscuros, así que eso no es suficiente para que un personaje como Lara destaque. Incluso ha habido ya en estos últimos años varias series de cazatesoros que también quieren entregar aventuras de las de toda la vida, incluso con su dosis de tensión sexual no resuelta entre sus protagonistas, desde la franquicia de The Librarian a Cazadores de leyendas, Blood & Treasure o la serie de La búsqueda.
Lo que sí hay que reconocer es que es una aventura muy consciente de lo que tiene que ofrecer tanto a fans de los juegos como a quienes el nombre de la protagonista les suena del cine, que es entornos exóticos, villanos que solo buscan poder y una heroína capaz de salir de cualquier situación complicada, pero que aún tiene que aprender que su pasado no le define y que, además, es mala idea apartar a la gente que se preocupa de ella.