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“Hay demasiada cafeína en mi torrente sanguíneo / Y una falta de síntesis conectivas en mi vida”
Astrud, Miedo a la muerte estilo imperio
Café y series: no podemos decir “tenía que pasar”, porque los precedentes son numerosos. El líquido negro -largo, con leche o cortado- ha servido tanto para terminar de perfilar los rasgos de un personaje en concreto, como para generar locales ficticios -cafeterías inexistentes, sí- con entidad propia. Ahí están el chorreo de endorfinas que el café americano le provocaba al Agente Cooper en Twin Peaks, el icónico punto de reunión Central Perk de Friends o algunos de los diálogos más memorables de la serie Frasier:
– Camarera: ¿Desea algo, señor?
– Frasier: ¿Cuál es la especialidad de hoy?
– Camarera: Café de Kenya.
– Frasier: No, allí aún hay caza furtiva de elefantes… ¿No hay de otra clase?
– Camarera: Tostado de Brasil.
– Frasier: No hasta que frenen la terrible deforestación de la selva.
– Camarera: ¿De El Salvador?
– Frasier: Nunca les perdonaré que violasen los derechos humanos…
– Camarera: Entonces ya sólo nos queda el café Cona de Hawai… ¿O quizá han sacrificado demasiadas nueces de macadamia?
– Frasier: Ése estará bien, gracias…
Esta escena, por cierto, tiene lugar en el Cafe Nervosa, un Central Perk de corte fancy.
Si no parece demasiado complicado localizar ejemplos de la importancia que la bebida estimulante ha tenido en algunos clásicos de la ficción televisiva, sí que es más extraño ver productos catódicos centrados por entero en la cafeína. Si del primer grupo ya hemos enumerado algunos ejemplos más arriba, del segundo y más minoritario actualmente solo alcanzamos a localizar un título: The Flash, la serie superheroica de DC que nos devuelve la luminosidad, el sense of wonder, y sí, también las ganas de bajar al Bracafé más cercano.
«No hay mejor expresión de los efectos provocados por los brebajes estimulantes que un tipo en mallas granates, desplazándose a la velocidad de una bala»
Cuando se dice que la sci-fi sirve a sus autores para construir fábulas sobre la sociedad del momento, es obligación del espectador inquieto buscar los motivos, precisamente, de la inquietud que Barry Allen sufre en The Flash. Corre, sí, pero, ¿por qué? Barry, en el piloto, adquiere sus poderes tras la explosión de un acelerador de partículas, hecho fundacional para su vida alternativa como superhéroe, pero basta con revisar el arranque de cualquier capítulo al azar de la serie para ver que, la mayoría de tiempo que Barry pasa corriendo, lo hace para dejar atrás los problemas con los que lidia su identidad civil: como un rayo, recorre las calles de Keystone haciendo balance -en silencio, con voz en off- del status quo emocional en el que se encuentra en ese momento. No hay mejor expresión de los efectos provocados por los brebajes estimulantes -de la euforia al posterior bajón- que un tipo en mallas granates, desplazándose a la velocidad de una bala, mientras se lamenta por las calabazas pasadas, presentes y futuras. Cuando la angustia adolescente deja de ser adolescente, solo puede beberse en porcelana o vasos de cartón. Aquí o para llevar, con dos terrones de azúcar.
«La cafetería con entidad propia de ‘The Flash’ y la que yo considero motor de la serie se llama CC Jitter«
Lo obvio es decir, puestos a buscar metáforas en el filo, que The Flash es una alegoría, en todo caso, de las bebidas energéticas antes que del café. Falso: de la misma forma que en Frasier tenemos el Cafe Nervosa y en Friends el Central Perk, la cafetería con entidad propia de The Flash y la que yo considero motor de la serie se llama CC Jitter. Lo que en una serie de corte fantástico debería ser un simple escenario de distensión es, en The Flash, la parada en boxes de los personajes; la que explica, en la humilde opinión de quien esto escribe, el hecho de que Allen corra como una puta liebre a lo largo de las dos temporadas emitidas. De distensión, por cierto, nada de nada: todas las escenas que transcurren en el CC Jitter acumulan tanta carga dramática que, si las pusiéramos una detrás de otra y desechásemos el resto, tendríamos una soap opera perfecta.
Quizá el detalle más revelador en este sentido sea el empleo de Iris Allen al comienzo de la serie, pues, antes de cumplir su sueño de trabajar como periodista, se gana la vida sirviendo en el CC Jitter. ¿Cuántos cafés estarías dispuesto a tomar en una situación así? En la particular de Barry, los suficientes como para quemar zapatilla literalmente por toda Keystone.
Y ahora, un dibujo de Rob Liefeld.