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Puede que la pregunta que da título a esta disertación resulte un poco agresiva. No es mi intención atacar a nadie porque seguramente también me acabaría atacando a mi misma en determinado momento; si no más bien reflexionar sobre algo que me está dando vueltas por la cabeza y que quisiera compartir con los lectores. Llevo bastante tiempo aguantándome las expresiones guilty pleasure y serie trash asociadas a producciones supuestamente ‘basura’ y que uno se avergüenza de ver. ¿Placer culpable? El término como tal me parece incongruente, pues siempre he creído que avergonzarse por lo que se piensa, se ve o se dice es totalmente contradictorio con uno mismo. Voy a ser clara desde el principio pese a que ya esté arrancando con mal pie y me esté ganando unos cuantos enemigos; pero no estoy de acuerdo con la etiqueta de guilty pleasure. Quizás porque desde siempre he sido acérrima a todo lo que se enmarca bajo estos términos y nunca he sentido rubor al airearlo a los cuatro vientos. O quizás porque, casualmente, casi todos estos productos están protagonizados por mujeres y no me parece justo. No soy precisamente la abanderada de esta lucha, pero sí siento que tengo que decir algo al respecto. Parafraseando el gran discurso de Emma Watson en la ONU: ‘Si no soy yo, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?’.
«La mayoría de series catalogadas como «guilty pleasures» están protagonizadas por mujeres»
Obviamente no todo lo catalogado de esta manera tiene como núcleo central al género femenino. Pero, la verdad, después de analizar infinitos listados publicados en diferentes medios tales como la TV Guide o el Huffington Post, la mayoría de ellas tienen como motor narrativo a un personaje femenino. En estas listas me he encontrado nombres como Scandal (recientemente llamada en un programa de radio como la reina de las series trash), Grey’s Anatomy, la nueva How to get away with murder, Desperate Housewives, Sex and the city, Gossip Girl, Pretty Little Liars, The Carrie Diaries, Awkward… etcétera, etcétera hasta incluso encontrar nombres como The Good Wife, Homeland o Buffy the vampire slayer.
Se critica mucho a Shonda Rhimes y todas sus producciones ya que cuentan con mujeres en los papeles protagónicos. Sus series son altamente menospreciadas porque supuestamente derivan en conflictos telenovelescos llenos de melodrama. No nos engañemos, la mayoría de críticos televisivos o generadores de opinión son hombres (véase los que están en gran parte de plantillas de los periódicos de nuestro país, por ejemplo) y es demasiada coincidencia que todas las series de Rhimes aparezcan en estos listados. Y es que parece ser que al espectador masculino no le agradan este tipo de series o conflictos. ¿Es que a un hombre sólo pueden gustarle las series protagonizadas por hombres? Cuando es una mujer la que sufre, grita, pelea, trabaja, engaña o llora, ¿no les parece interesante a los hombres? ¿O será que los prejuicios ante sus series son demasiado grandes? Las propuestas de Rhimes siempre son reales, humanas y con una alta dosis de verdad, pero aún así se las sigue catalogando como trash.
«El término trash está asociado directamente a producciones de baja calidad que como buen binger uno debe despreciar públicamente»
El término trash está asociado directamente a producciones de baja calidad que como buen binger uno debe despreciar públicamente. Y se desprecia porque un primer cultureta, un homo sapiens de las series al que podríamos llamar el paciente cero del mal de los guilty pleasures, dijo que teníamos que masacrar estas series, esconder que con ellas disfrutamos, que nos quedamos pensando en el cliffhanger semanal, o que nunca deberíamos ponerlas en esos listados de Facebook que dicen: ‘Postea tus 10 series preferidas de todos los tiempos’. No podemos admitir que nos gustan, pero en cambio, sí podemos verlas. ¿Es en serio? ¿Qué clase de hipocresía es esta? Y sobre todo, ¿qué tienen de diferente estas series a aquellas que son llamadas de culto?
Mi idea, ante todo, no es desprestigiar a ninguna de las series que voy a mencionar ni cuestionar su calidad. Contra gustos no hay nada escrito y creo que en la variedad reside la clave del éxito. Existen producciones para diferentes tipos de público y eso es lo que hace tan grande esta tercera edad dorada de la televisión estadounidense. Además, partimos de la base que la mayoría de producciones norteamericanas tienen una calidad soberbia y muchas veces incluso superior a la cinematográfica. Pero me gustaría ahondar un poco en nuestra apreciación hacia las series denominadas guilty pleasures y por qué de antemano las catalogamos así. Sé que las comparaciones son odiosas, pero me veo obligada a hacerlas para demostrar esta predisposición que tenemos de cara a las series protagonizadas por mujeres.
Si ponemos sobre la mesa The West Wing, seguramente todo lo que saldrá de nuestra boca serán halagos y elogios para la valorada serie política de Aaron Sorkin. 26 premios Emmy (hasta ahora la más premiada junto a Hill Street Blues) avalan a esta ficción que narra los quehaceres diarios de la Casa Blanca y sus empleados. El presidente de los Estados Unidos, la Primera Dama, y los empleados de la casa más famosa del mundo son algunos de los protagonistas de esta producción. Nos deshacemos en buenas palabras y recomendaciones a amigos: ‘No puedes dejar de verla’, les decimos. Pero en cambio… ¿qué pasa con Scandal? El presidente de los Estados Unidos, la Primera Dama, y los empleados de la misma casa son también los personajes del drama de Shonda Rhimes. Además, a éstos, los acompaña una Olivia Pope brillantemente interpretada por Kerry Washington, como la enmendadora de todos los escándalos que envuelven a este núcleo político. Entonces, ¿porqué The West Wing es una serie de culto y Scandal un guilty pleasure?
117 nominaciones a los Emmy (la más nominada junto a Cheers). Varios Globos de Oro, People’s Choice Awards, George Foster Peabody Award… Una sala de urgencias de un hospital y la compleja vida de los médicos que trabajan en ella. Hablamos de ER, la longeva serie de NBC que marcó un antes y un después en las ficciones médicas. Pero también podríamos referirnos a Grey’s Anatomy, considerado otro de los guilty pleasures por antonomasia. ¿Qué diferencia ER de Grey’s Anatomy a parte de tener a una mujer en el rol protagónico? ¿Quién pone en la lista negra a la serie protagonizada entre otros por Ellen Pompeo?
Quiero referirme también a algo que leí hace poco: ‘Las mujeres son las reinas de la comedia’. Por supuesto que las mujeres tienen dotes cómicos y pueden hacernos reír como las que más. Tina Fey, Amy Poehler, Julia Louis-Dreyfus o Allison Janney son grandes ejemplos. Pero no podemos conformarnos con esto. El drama ha sido siempre el género más bien visto y mejor valorado por crítica y audiencia. La mayoría de series que pasarán a la historia de la televisión suelen ser dramáticas. Y no digo que esté de acuerdo con esto, tan sólo digo que las mujeres también son grandes en cuanto a papeles dramáticos se refiere. Walter White no sería lo mismo sin Slyler. Homeland no existiría sin la gran Carrie Mathison y no necesita de ningún Brody para llevar la serie hacia delante. Alicia Florrick, Olivia Pope, Annalise Keating… protagonistas de dramas que he visto varias veces en listados de guilty pleasures. Nunca he visto a Nucky Thompson, Francis Underwood o al mismísimo Dale Cooper en estas listas. ¿Casualidad?
Podría seguir enumerando casos de similitudes en tramas entre series consideradas de culto y otras que se esconden tras los epítetos negativos como trash. La pertenencia al núcleo familiar y las referencias a héroes de ascenso y caída trágica que encontramos en The Sopranos, pero también en las heroínas de Desperate Housewives. Y así, muchos otros conflictos seriales. Le he dado vueltas y vueltas especulando sobre el por qué de estas clasificaciones, la coincidencia que supone que la mayoría de ellas estén copadas por series femeninas… pero, la verdad, no encuentro razón lógica.
«¿Por qué a mi como mujer puede gustarme Dexter pero a un hombre no le puede gustar Pretty Little Liars? No hay, o no debería haber, series para hombres o para mujeres. Hay productos de calidad, con temas que interesan tanto a un género como a otro»
El ser humano es machista por naturaleza. Las propias mujeres somos machistas. De manera inconscientemente heredada por generaciones de desigualdades, pero lo somos. En muchas ocasiones, son los propios grupos ‘desfavorecidos’ los que crean sus propios guetos y hacen visibles unas divisiones que no deberían existir. El espectador es sexista. No tan sólo el espectador hombre, si no también la mujer que muchas veces fomenta esta separación. Nuestra propia vergüenza al admitir que nos gustan estas series, la mayoría protagonizadas por mujeres, aumenta esta diferenciación. ¿Por qué deberíamos avergonzarnos? Todos queremos hacer ver que somos un espectador modelo, que vemos Breaking Bad, teorizamos sobre Game of Thrones o disfrutamos la calidad técnica e interpretativa de True Detective. Por supuesto que sí, vemos todo eso. Pero de puertas para adentro, nuestro alter ego también disfruta de las interpretaciones en Desperate Housewives, admira el montaje en la nueva How to get away with murder, o llora (a veces de rabia) cada vez que Olivia Pope y Fitzerald Grant no pueden estar juntos. Nos parece divertido hablar de guilty pleasures, despreciarlos y ponernos la capa de cultos y refinados. Pero estamos siendo muy hipócritas y, lo que es peor, en la mayoría de casos estamos haciendo (aunque espero que inconscientemente) apología del sexismo. Porque una protagónica mujer no es sinónimo de serie trash, ni tampoco de que necesariamente el público objetivo sea el femenino. No hay nada vergonzoso en admirar un personaje femenino que lucha, es independiente, le planta cara a un hombre… Sentir vergüenza es como retroceder en el tiempo, como si volviésemos a la época en que a los niños se les vestía de azul y a las niñas de rosa. ¿Por qué a mi como mujer puede gustarme Dexter pero a un hombre no le puede gustar Pretty Little Liars? No hay, o no debería haber, series para hombres o para mujeres. Hay productos de calidad, con temas que interesan tanto a un género como a otro.
Por lo tanto, podemos concluir que, en principio, las series no son sexistas. Las series nos muestran todo tipo de conflictos que afectan a ambos géneros. Somos los espectadores los que creamos estas diferencias que se acaban convirtiendo en barreras de cara a muchas producciones y creamos etiquetas estúpidas tales como guilty pleasure como si hubiese algo de lo que avergonzarse. Es nuestra relativa percepción de lo que es o no ‘cool’ y todo lo que tenemos metido en nuestras cabezas por culpa de la tan contemporánea generación del postureo. Sí, tu y yo nos preocupamos por el qué dirán, por lo que puedo o no puedo parecer… Como bien dijo el renombrado teórico en comunicación Henry Jenkins: «No compartimos […] por lo que dicen en sí, sino por lo que dicen de nosotros». Pero lo más grave es que puede que nos estemos perdiendo grandes historias. Que estemos fomentando el sexismo en el audiovisual cuando este debería ser un medio plural y sin distinciones. Ya hay demasiados terrenos en el día a día en los que la discriminación sexual tiene lugar, así que no pongamos más leña al fuego. No seamos tan superficiales como para catalogar una serie por que su protagonista sea femenino o masculino, no importa. Además, realmente, ¿cuáles son los motivos para etiquetar a una serie como guilty pleasure o trash? Si alguien tiene una respuesta que pueda grabar con fuego que tire la primera piedra…