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Me costó asumir que aquel niñato repelente y fascistoide con un perro de pasado casi nazi fueran los ídolos de mi infancia, pero las cosas son así y hay que empezar a decir la verdad. Se cuadren ¡leches! El cabo Rusty y su pastor alemán Rin Tin Tin fueron cita obligatoria en los años sesenta –hace una eternidad– para una generación de catetos, que después llevaron el país al desastre. Según la versión oficial, Rusty había sobrevivido a un ataque en que murieron sus padres y los oficiales de Fuerte Apache lo habían adoptado para que tocará la corneta del regimiento. En aquella época se trataba de sepultar de mierda a los pobres indios mientras los descendientes de aquellos soldados rustían sin miramientos millones de personas en Vietnam. El 101 de Caballería debía proteger las buenas gentes de los salvajes y el perro mascota imponer sus instintos en una tierra hostil, llena de truhanes, forajidos y apaches especializados en cortar cabelleras. Como pueden comprobar, la fiebre de los políticamente correcto estaba todavía en ciernes.
«En aquella época se trataba de sepultar de mierda a los pobres indios mientras los descendientes de aquellos soldados rustían sin miramientos millones de personas en Vietnam.»
Para empezar, dos de los tres perros que se utilizaron en la serie eran descendientes de un pastor alemán que los americanos se trajeron de Europa después de una de las guerras mundiales. ¿Cómorrr? ¿Fue Rin Tin Tin un enemigo camuflado? ¡No puede ser! En fin, el bien necesitaba ayuda y los perritos no tenían que pagar herencias de conflictos que no venían a cuento. Se dice que un soldado salvó dos cachorros en Francia y se los llevó a los Estados Unidos, donde protagonizaron, entre 1922 y 1931, veinte películas, precedentes de la serie, que se produjo en los años cincuenta. No obstante, y a pesar de la información de los cachorros, la problemática me dio que pensar. Lo que no pude soportar, ya en 1978 y en pleno apogeo del Gato Fritz, es que un amigo contracultural de diera a entender que el niño era una especie de chapero que se entendía con los pedófilos de los oficiales, que, como recordaran los más viejos, iban con sus uniformes impecables a pesar de vivir en un desierto. Sin una mota de polvo, esos relamidos soldados de caballería eran el precedente de bichejos como Lorenzo Lamas, Starsky & Hutch, ya en plena era de lo hortera.
«Con dos litros de gomina, que convertían su peinado en una réplica de la Sagrada Familia, y sus galones desorbitados, el niño Lee Aaker representó un modelo que, los insaciables hippies, eliminaron con su vuelta a la naturaleza.»
Después de misiones de perritos en el espacio, Rin Tin Tin cuajó porqué era una réplica de Lassie, de raza collie, y un avance del insufrible Rex, “un policía diferente”, también pastor y alemán. De Rin Tin Tin se hicieron infinidad de juguetes y publicidad. Puso de moda a los perros de esa raza. La editorial Bruguera, que arrasaba por entonces, publicó unos magníficos libros. Me los tragué todos y sólo esperaba el momento de ir a ver la tele en casa de la señora Mariona, dónde me daban de merendar unas galletas a las que apenas hacía caso, embelesado con el dichoso cabo. Con dos litros de gomina, que convertían su peinado en una réplica de la Sagrada Familia, y sus galones desorbitados, el niño Lee Aaker –que también estuvo a punto de protagonizar Lassie– representó un modelo, que los insaciables hippies eliminaron con su vuelta a la naturaleza. También Morris y Goscinny se dedicaron a recrear una parodia en cómic, donde el perro Rantanplán destacaba por su proverbial torpeza. ¡Iconoclastas! ¿Dónde estará el pelotón de fusilamiento?