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¿Qué sería de los personajes de Oz o de Orange is the New Black después de la cárcel? ¿Y de las familias de las víctimas y de los supuestos culpables, si las investigaciones en Sherlock o en The Killing se probasen erróneas? Este es el punto de partida de Rectify. El inicio de la serie coincide con el comienzo de la segunda vida de Daniel Holden, puesto en libertad tras cumplir 19 años en el corredor de la muerte por la violación y el asesinato de su propia novia, cuando eran adolescentes. Aunque Holden acabó confesando el crimen, las pruebas de ADN ahora desmienten su versión de los hechos. No sabemos si estamos delante de un criminal o de una víctima del sistema judicial estadounidense, pero la serie tampoco va de eso. En lugar de escarbar en el pasado o convertir la serie en un procedural sobre la reapertura del caso, su creador Ray McKinnon -también actor de series como Sons of Anarchy o Deadwood– se interroga sobre el paso del tiempo y las contradicciones de la vida en libertad.
Cuando Holden vuelve a su pueblo natal Paulie, en Georgia (EEUU), la restitución de la normalidad no se presenta nada fácil. Su expulsión de la comunidad había devuelto una falsa tranquilidad para todos que, con su llegada, se desvanece. Los 22 episodios de la serie, distribuidos en 3 temporadas -la cuarta y última está ahora en emisión- transcurren durante las primeras semanas en libertad de este particular antihéroe. Han pasado casi dos décadas y todo parece haber cambiado. En uno de los episodios de la primera temporada, Holden pasea por un supermercado por primera vez desde su salida. Examina los productos que le parecen más dignos de un futuro imaginado: pasa minutos observando una barrita de proteínas o un complemento energético, por ejemplo. Holden vuelve a descubrir todo por primera vez, desde la luz del sol o el aire fresco a emociones como el amor o la rabia. Tiene una actitud muy pasiva ante una realidad que le es hostil, una comunidad que le condena a seguir prisionero de su propio pasado. Sin embargo, este no-hacer contrasta con un fuerte deseo de ser y de saber: Daniel, interpretado por el actor canadiense Aden Young, es un personaje atormentado que tiene un pie en la fascinación por la vida y otro en el terror más absoluto.
Por otra parte, el espacio familiar se mantiene aparentemente inalterable para Daniel. Pero sólo aparentemente. En un principio, los únicos aliados son sus hermanos pequeños, Amantha (Abigail Spencer), dispuesta a todo para ayudarle, y Jared (Jake Austin Walker), que no ha conocido nunca a Daniel. Su madre Janet (J. Smith Cameron), en cambio, celebrará su llegada, pero envidiará la estabilidad familiar en su ausencia, y su hermanastro Teddy (Clayne Crawford) permanecerá escéptico, en parte porque regenta un negocio familiar que por herencia correspondía a Daniel. Mención a parte merece Tawnie, la frágil y devota esposa de Teddy, interpretada con una triste delicadeza por Adelaide Clemens. Resuenan en todos los personajes de McKinnon ecos de William Faulkner, Flannery O’Connor, William Goyen y todo el imaginario sureño.
«Mientras que el resto de personajes se agarran a la Ley o a Dios o a la familia, el único salvavidas del protagonista son los libros y la filosofía»
“When you are alone with yourself all the time, with no one but yourself, you begin to go deeper and deeper into yourself, until you lose yourself. It’s a perverse contradiction.” Afirma Holden de sus años en prisión. Mientras que el resto de personajes se agarran a la Ley o a Dios o a instituciones como la familia, el único salvavidas del protagonista son los libros y la filosofía. En prisión lee a Somerset Maugham, a Tomás de Aquino, a Flannery O’Connor, a Dante, a Nietzsche, entre otros. La experiencia en el corredor de la muerte supone para Holden la posibilidad de una redención al acceder a una vida espiritual. McKinnon explica este tiempo ausente tan presente en Rectify a través de recuerdos, destellos de memoria que son narrados por el mismo Holden a otros personajes o presentados en forma de flashback. De esta forma y sin pretenderlo abiertamente, Rectify constituye una gran historia moral de expiación.
El mérito principal de la escritura de McKinnon es que piensa el personaje de Holden en términos universales y sublima, en un tiempo lento, casi místico, algunos de los miedos y sentimientos propios de nuestro tiempo. No nos hace falta haber estado en el corredor de la muerte para entender -e incluso compartir, a veces- el vacío y la enajenación de Holden ante un mundo que no logra entender. De ahí surge la necesidad de saber y de ser, del volver a nacer del protagonista. Que también puede ser la nuestra, como individuos y como sociedad. Porque donde hay vida, existe siempre la posibilidad de cambio.