Crítica: Por qué voy a estar todo el año dándoos la brasa con 'Pachinko'
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Por qué voy a estar todo el año dándoos la brasa con ‘Pachinko’

Este artículo es un trabajo de argumentación intenso para dar sentido a algo que podría resolver gritando por la ventana: ¡Ved 'Pachinko'!
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Minha Kim hace un trabajo excepcional como la joven Sunja en 'Pachinko' / Apple TV+

Apple TV+ apareció en 2019 y tuvo unos inicios correctos, con series de calidad dispar. See, The Morning Show y Dickinson. Nadie podía pronosticar que tres años después sería una plataforma imprescindible. Y para muchos, entre los que me incluyo, la que dispone de los mejores originals desde su aparición hasta hoy.

La mayoría de nosotros pensamos que la salida de Apple al mercado del streaming era una estrategia comercial. Una forma de diversificar la marca sin ambiciones artísticas. Pero no. Los directivos ficharon a dos jefazos de Sony, Jamie Erlicht y Zack Van Amburg, responsables en su día de dar luz verde a series como Breaking Bad, Better Call Saul, Bloodline, The Crown, Daños y Perjuicios, Justified o Preacher La cosa iba realmente en serio.

¿Es la plataforma de Apple la nueva referencia en cuanto a calidad?

Desde esas primeras producciones, Apple TV+ no ha dejado de sorprendernos con estrenos en cuentagotas, que han ido llenando poco a poco nuestro imaginario. Sin prisas, sin estridencias, la manzanita no quiere llegar antes, sino lejos. Cuidando al detalle el tratamiento estético, la voz autoral de los showrunners implicados y la proyección social de sus historias. Ya hay quien dice: «It’s not streaming, it’s Apple TV+«. En alusión a ese emblemático «It’s not TV, it’s HBO«, que el canal popularizó en los 2000.

¿Es la plataforma de Apple la nueva referencia en cuanto a calidad? Sus dos estrenos más recientes, Severance y Pachinko, y revisando su historial y lo que ha de venir este 2022, esta afirmación no es ninguna temeridad.

No olvidemos que este año la intimista CODA, distribuida por Apple TV+ en Estados Unidos, ha ganado el Oscar a mejor película. Con solo tres añitos de edad se ha convertido en la primera plataforma en alzarse en la categoría reina y, en su camino, ha hecho morder el polvo a Netflix y su candidata El poder del perro. Y ahora van de cabeza a por el Emmy a la mejor serie dramática: Pachinko.

Esta coproducción entre EEUU y Corea del Sur va a estar en nuestras conversaciones todo el año. Y voy a intentar desglosar por qué estoy tan fascinado con ella y tan empeñado en que la veáis.

Las tres claves de ‘Pachinko’

1. Dar descanso a un trauma nacional: Invasión y olvido

Oiréis a muchos alabar la excelente propuesta estética de Pachinko. Sus interpretaciones y ambientación. Su «sensibilidad asiática». Pero no es eso. O no lo es en primer término. La serie, y la novela que adapta, es un poema a la memoria histórica. Quiere reivindicar un momento clave del pasado y de paso dar descanso a un trauma nacional: la invasión japonesa de Corea del Sur en 1910.

Acostumbrados como estamos a que nos taladren con episodios de la historia de occidente, Pachinko aparece en los márgenes de nuestra perspectiva para abrirnos la mente. Durante casi 40 años los surcoreanos fueron ciudadanos de tercera, escoria campesina. Sus costumbres, lengua y etnia estuvieron subordinadas y castigadas por la cultura imperial nipona. Todavía sufren las secuelas de esa humillación colectiva y muchos japoneses los siguen considerando inferiores hoy en día.

‘Pachinko’ es una ventana a la historia de un país antiquísimo que ha llegado a la modernidad intentando no mirar mucho atrás

Pachinko es ante todo esto. Un antídoto contra la amnesia y un homenaje a un pueblo milenario sacudido frecuentemente por conflictos territoriales. Durante siglos, su relación tóxica con los vecinos inmediatos, Japón, China y Pyongyang, hizo que llegada la ocasión Seúl abrazase los modelos políticos y económicos occidentales. Creando alianzas lejos de sus fronteras. Gracias a ese impulso, Corea del Sur está considerada por The Economist la 16º democracia más saneada del planeta (muy por delante de Francia, España o EEUU), y su PIB se ha multiplicado hasta ser apodada «El milagro de Asia».

Pero de su pasado traumático han desarrollado un peligroso fervor étnico. En términos humanitarios, Corea del Sur impone muchas restricciones a la llegada de inmigrantes. Es además, extremadamente purista en cuanto a la conservación de su minjok, la raza coreana. Y fue precisamente la invasión japonesa de principios del siglo XX, la que hizo surgir este nacionalismo de corte más moderno y, si cabe, más polémico. Pachinko es una ventana a todo eso. La historia de un país antiquísimo que, al igual que tantos otros, ha llegado a la modernidad intentando no mirar mucho atrás.

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El famoso actor Lee Min-ho da vida al empresario Hansu en ‘Pachinko’.

2. La magnitud de la historia: Su siglo XX 

Pachinko utiliza dos líneas temporales para construir un relato familiar perfectamente hilvanado que dura casi un siglo. Dos dimensiones que representan a su vez maneras antagónicas de entender las cosas y que van entrecruzando sus caminos. Una es el pasado rural, años 20, y la otra el presente capitalista, años 80-90.

La primera -el pasado- está representada por Sunja, una chica humilde que trabaja en los muelles de una pequeña aldea explotada por los japoneses. Jornadas de 14 horas de trabajo ininterrumpido, los siete días de la semana, la convierten a ella y a su familia en esclavos de una fuerza extranjera hostil. No se les está permitido siquiera hablar su idioma, y utilizarlo para criticar a los colonos puede suponer la pena máxima. Sunja crece pensando que su vida no tiene ningún valor.

La segunda línea temporal -el presente- está representado por Salomon, el nieto de Sunja. Este joven emprendedor vive ahora en Estados Unidos y trabaja para una importante empresa especializada en la especulación de terrenos urbanos. Salomon no recuerda nada de sus orígenes. El cordón umbilical está roto. Pero todo cambia cuando la directiva de la inmobiliaria lo envía a Japón para cerrar un acuerdo casi imposible: la compra de unos terrenos propiedad de una anciana surcoreana que escapó de su país tras la invasión.

La fuerza de la comunidad, la familia y el espíritu contra el poder del mercado, la empresa y el dinero

Este encuentro entre Salomon y la anciana hace que las dos líneas temporales colisionen. Y encierra en sí una preocupación actual: los jóvenes surcoreanos han dado la espalda al triste pasado de sus abuelos y su nación. No quieren que esa carga histórica les impida prosperar y, además, los mayores tampoco han querido inflar la cabeza de sus descendientes con recuerdos tristes y vergonzosos. Hemos de recorrer un siglo entero para entender el valor de esta reconciliación. Y es jodidamente bello.

La colisión entre pasado y presente es también una oportunidad de poner cara a cara dos maneras de entender el mundo. Por un lado, un pasado donde la comunidad, la familia y el espíritu vertebran la vida de las personas. Por el otro, un presente donde el mercado, la empresa y el dinero dominan una sociedad individualista. ¿Familia o empresa? ¿Mi comunidad o mi ascenso? Salomon, y un país entero, contienen la respiración ante este dilema.

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Anna Sawai y Jimmi Simpson en una escena de ‘Pachinko’ / Apple TV+

3. El tratamiento estético: Kogonada

Y aquí llega el apartado que hace que lo anterior nos entre por todos lados. El envoltorio. La forma. El continente. Como queráis llamarlo. En Pachinko hay un amor por el tratamiento del color, de la luz, de la composición cinematográfica y de la ambientación histórica que nos hace viajar. Y lejos de ser un instrumento para evocar emociones artificiales y entretener nuestros sentidos, es un vehículo para entender, sentir y soñar. Acompañamos a los personajes y nos emocionamos con ellos. Podremos hasta oler el arroz.

No es tan habitual ver un trabajo estético tan detallista en televisión. Por razones de presupuesto, el valor de producción de una serie suele ser más sencillo que el de una película. Este departamento exige una dedicación muy minuciosa. Demanda talento y tiempo, dos cosas muy caras para proyectos que han de costear de 8 a 16 horas de metraje, como es una serie de televisión de una o dos temporadas. Y a menudo, las productoras recortan por ahí.

«El cine es el arte del tiempo. Por lo tanto, lo es todo» – Kogonada

Pero no es el caso de Pachinko. Tampoco lo fue, por ejemplo, de El ferrocarril subterráneo (Prime Video) que se llevó el Globo de Oro a mejor serie limitada en 2021. Apple TV tiene mucho que ver con ello. Pero sobre todo su director, Kogonada, un ensayista y cineasta estadounidense, de ascendencia surcoreana, que se convirtió en una fenómeno por sus análisis sobre el séptimo arte. A través de su canal en Vimeo, y en otras plataformas, el artista divulga sobre fotografía, sonido, perspectivas o elementos naturales de las mejores películas de la historia.

En una entrevista, Kogonada afirmó que «no aspiro a llegar al cine como se llega a una cosa cierta y concreta. Lo entiendo como una posibilidad misma para la búsqueda. Estoy en el camino para encontrar mi propio cine. Cada una de mis obras es el comienzo de algo, no el final«. Para él, reflexión y emoción van de la mano. «El cine es el arte del tiempo. Por lo tanto, lo es todo, porque el arte del tiempo lo engloba todo». No sé si te entiendo, Kogonada. Pero viendo el resultado de tu trabajo en Pachinko, algo intuyo.

En definitiva, si aún no os habéis puesto con ella, dadle una oportunidad. Este artículo es una invitación honesta. Y una carta de amor a una serie que he disfrutado mucho. Espero que más gente se emocione con ella y que la industria sepa reconocer su valor. Para que tengamos más series como Pachinko hacen falta las dos.

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