Penny Dreadful, la serie que no pude vender
No mires bajo la cama

Penny Dreadful, la serie que no pude vender

Que un mal chiste no te arruine una buena historia
'Penny Dreadful'

Entran en un bar un hombre lobo, una mujer poseída por el diablo, Dorian Gray y el monstruo de Frankenstein. El camarero, que como camarero que es ha visto de todo y ya nada le sorprende, se acerca solícito a la variopinta pandilla y les da la bienvenida.

– Camarero: Muy buenos días, ¿qué puedo ofrecerles?
– Hombre Lobo: A mí me vas a poner una ensaladita fresca de pasta con su aceitito y todo. Al lobo le gustaría tomarle a usted.
– Camarero: Ningún problema, caballero. ¿Me va a querer tomar crudo, en su punto o bien pasadito?
– Hombre Lobo: Ay, no sé. ¿Usted como se autotomaría?
– Camarero: Crudito, señor. El fuego no me sienta nada bien.
– Mujer poseida por el diablo: Ego praecipio te amare et papilionibus ignem aeternum.
– Camarero: ¿Cómo dice, señorita?
– Mujer poseida por el diablo: Que me des a mí el fuego que te sobra, papito. Y a Lucifer le traes un vaso de agua.
– Dorian Grey: Una copa de queroseno para mí y cuatro cajas de omeprazol para el del cuadro.
– Camarero: Estupendo.
– Monstruo de Frankenstein: Tráigame amor y comprensión, por dios bendito.

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Que no basta con reunir a toda la plantilla de frikis del Londres victoriano para tener gracia lo demuestra aquella espantosa versión cinematográfica de La Liga de los Hombres Extraordinarios de Stephen Norrington, más cercana a una versión pringada de Los Vengadores que al espíritu original de unas novelas y unos mitos cargados de oscuridad. Ya nos avisaba el bueno de Jacques Rivette: “Los temas nacen libres e iguales; lo que cuenta es el tono, el acento, el matiz, como se quiera llamarlo. En una palabra, el punto de vista de un hombre –el autor– y la actitud que toma este hombre con respecto a lo que filma, es decir, el mundo y todas sus cosas».

Penny Dreadful podría haber salido rana. El material, visto el tratamiento a vampiros y demás figuras mitológicas en cine y televisión, parece sensible al vaciado y al acartonamiento, a la preponderación de las superficies, extravagentes, sobre lo subcutáneo. Bichos de todo tipo dándose de ostias sin más matiz emocional que el quejido agónico ante la muerte. Planos más predeterminados que el internet explorer. Romances entre raromórficos de sentimientos prepreadolescentes. Sí, el riesgo estaba ahí. Y todos los que amamos aquel romanticismo trágico de humos blancos de neblina y humos negros de fábricas teníamos razones para estar inquietos. Eso sí, eramos los únicos.

'Penny Dreadful'

«Las bajas producciones han dejado en manos de las grandes productoras el devenir de los monstruos, con la consecuente banalización de estos como juguetes de feria»

El cine, y concretamente el blockbuster hollywodiense, ha plantado la semilla de la desconfianza hacia lo fantástico en las mentes de las almas profundas. Las bajas producciones, obligadas por una cuestión de recursos a una cobertura realista del mundo, han dejado en manos de las grandes productoras el devenir de los monstruos, con la consecuente banalización de estos como juguetes de feria, desvistiéndolo de su carácter alegórico. Hoy nadie piensa, como hace ciento cincuenta años, en los monstruos. Los mira, los escucha, pero no los piensa. Y han terminado, a pesar de la advertencia de Rivette, en el cajón de los prescindibles para aquellos que solo han encontrado la excelencia en el más puro naturalismo (The Wire).

La historia reciente de la televisión está llena de títulos de unánime reconocimiento y, en la inmensa mayoría de casos, provienen del realismo. Se han salvado series como Cárnivale, Perdidos o Juego de Tronos, pero la calidad de todas ellas es, como mínimo, sometida a debate (en el caso de esta última, conviene leer Canción de Hielo y Muermo, de Óscar Broc), fenómeno que no ocurre con Los Soprano, Breaking Bad o True Detective. Pareciera que, supraseres y magia de por medio, la concepción de la obra pierde madurez y seriedad. Dame drogas, dame policías, dame política. Pero no me hagas pensar en criaturitas del averno.

«A pesar de mi notable frenesí y mi constante recomendación a individuos e individuas de toda condición, es una de las ficciones que menos he logrado contagiar»

Lo confieso: Penny Dreadful es, hoy por hoy, y aunque esto sea tan cambiante como el puesto de entrenador en el Real Madrid, la serie de televisión que espero con más entusiasmo. Y sin embargo, a pesar de mi notable frenesí y mi constante recomendación a individuos e individuas de toda condición, es una de las ficciones que menos he logrado contagiar. No puedo explicar, porque nunca seré tan buen escritor como para trasladar el sentimiento de una imagen a palabras, el discurso que se esconde tras ese baile subterráneo entre la marginada creación del Doctor Victor Frankestein y la torturada pero infinitamente compasiva Miss Ives. Lo que valen sus manos entrecruzadas. El mundo en un gesto.

Miss Ives y la criatura de Frankenstein, en 'Penny Dreadful'

«No solo hablan los personajes, sino que hablan los planos, envueltos en un misterio que va más allá del guión, que casi puede palparse y olerse»

Como no puedo explicar, en condición de anticrítico, qué hace de Penny Dreadful, en cuestiones de realización y puesta en escena, la gran serie fantástica de los últimos años. Por mucho que te gusten los dragones, los mancos y los enanos de Poniente. En términos sexuales, Juego de Tronos es un pum, pum, pum, plash. Penny Dreadful son vendas, esposas y demás juegos eróticos que rodean la embestida. No solo hablan los personajes, sino que hablan los planos, envueltos en un misterio que va más allá del guión, que casi puede palparse y olerse. La condena. Porque todo en Penny Dreadful, como en la vida, está condenado, y el verdadero sufrimiento no es el que se grita ante una tumba en un funeral atestado, sino aquel que se carga en silencio porque es inexplicable, tabú, insólito. Y aquel hombre lobo, aquella mujer poseída por el diablo, aquel Dorian Gray y aquel monstruo de Frankenstein padecen en soledad, como versos mudos, sin reconocer al vecino como compañero inevitable de desdicha. Eso es, a fin de cuentas, lo que somos.

La cosa, eso sí, comienza a tomar otro color. Los mejores estrenos del pasado año corrían a cargo del realismo: True Detective, Fargo, The Knick, Transparent, Gomorra, El Fin de la Comedia. Este 2015, sin embargo, los tiros parecen ir por otro lado. Lo mejor de estos seis meses empieza con la segunda temporada de Penny Dreadful y termina con Daredevil, dejando por el camino el surrealismo de Man Seeking Woman, la ciencia ficción de El Ministerio del Tiempo y las cada vez más rompeneuronas idas y venidas de Hora de Aventuras. La imaginación cada vez más desatada. Pero esto, como todo, es una cuestión de paladar, de dulces y salados, amargos y ácidos. Pero qué voy a saber yo, amante frustrado de Eva Green, soñador de engendros y amigo de los destinos trágicos. Dame brujas, dame escorpiones, dame inmortales. Pero no me hagas pensar en políticos corruptos. Que ya leo suficiente prensa.

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