Mozart in the jungle: Pare la música, maestro
'Mozart in the jungle', uno de los últimos estrenos de Amazon Studios

Pare la música, maestro

El arpegio formado por Jason Schwartzman, Roman Coppola y el excepcional elenco van a 'niente' en una serie que promete más de lo que acaba dando
Gael Garcia Bernal en 'Mozart in the Jungle'

El apabullante éxito de Transparent puso el listón muy alto para Amazon Studios. Como regalo adelantado de Navidad, el pasado 23 de diciembre se estrenó la primera temporada completa de Mozart in the jungle. La ahora productora puso toda la carne en el asador: el primer episodio venía firmado por Jason Schwartman y Roman Coppola; artífices de joyas como Moonrise Kingdom o The Grand Budapest Hotel. Además, contaba con un elenco de lujo: el gran Gael García Bernal encarnando a Rodrigo, el protagonista del que más adelante hablaremos; Malcom McDowell, el inolvidable e inquietante Alex de A Clockwork Orange; o la prometedora Lola Kirke vista en el piloto de The Leftovers (casualmente llamada Hailey en ambas series); entre muchos otros secundarios de lujo.

«Se establece un tono cómico bastante diferente al que acostumbramos a tener en las series actuales ya que la comicidad aparece con acciones y conflictos pequeños y sutiles»

Y la verdad es que el piloto está a la altura de lo que se podía esperar. Los personajes a priori resultan interesantes, especialmente el de Gael, quién podría haber encontrado en Rodrigo una figura para el lucimiento personal. Los primeros capítulos siguen un buen ritmo; andante, como se diría en el argot musical. Se establece un tono cómico bastante diferente al que acostumbramos a tener en las series actuales ya que la comicidad aparece con acciones y conflictos pequeños y sutiles. Podríamos catalogarla como una dramedia, aunque las dosis dramáticas son tratadas muy superficialmente y no llegan a ahondar en lo que realmente sienten los personajes. Por otro lado, nos salimos de los espacios habituales tales como hospitales, comisarías de policía o bufetes de abogados, para meternos de lleno en el mundo de la música. Pero al contrario de lo que se podría esperar de una buena pieza musical, Mozart in the jungle va decrecendo después del ecuador de la temporada. La trama y el personaje de Rodrigo se alargan en exceso y las reacciones del director de la Filarmónica no son más que un canon de lo que ya ha ocurrido con anterioridad. Al rebasar los cuatro primeros episodios, la sensación de deja vu se repite una y otra vez, en gran parte, provocada por un Maestro que no está a la altura de la novela homónima que inspiró la serie. La serie peca de puritana y por mantenerse dentro de lo políticamente correcto, los atributos de ‘sexo’ y ‘drogas’ que acompañaban al título de la novela de Blair Tindall se pasan completamente por alto.

'Mozart in the Jungle'

El personaje de Rodrigo se presenta como un músico que quiere ser diferente, moderno y vanguardista; como el motor que revolucionará la Filarmónica de Nueva York. Éste sustituirá a Thomas, un viejo maestro a quien, a pesar de su gran personaje, perderemos de vista hasta el final de la temporada tras un arrebato de celos. La excentricidad del personaje de Gael podría ser interesante si se hubiese llevado hacia algún lado y no se quedase suspendida cual máxima de 32 tiempos. La falta de matices le hacen pasar de ser un personaje con gancho a un músico loco completamente estereotipado. Sus excentricidades que quieren ser innovadores resultan atractivas durante los primeros episodios, pero, casi como Sansón, pierde la fuerza a la par que su pelo. Rodrigo acaba inmerso en un bucle de extravagancia que no le deja avanzar; no evoluciona. Sus actos, muchas veces arbitrarios, parecen ser tan sólo justificados por esas rarezas de músico que nos han mostrado ya muchas veces en pantalla y que nunca llegan a ser igualables al gran Amadeus de Milos Forman.

El cuarto episodio, «You Have Insulted Tchaikovsky», arranca con algo que pudiese haber dado mucho más de si y que podría haber aportado otra nueva dimensión dentro de este tono estrambótico que viene siguiendo: la conversación de Rodrigo con Mozart, o lo que él imagina como Mozart. No obstante, esta visión se presenta tan sólo en este único capítulo y, al no tener continuidad, supone una ruptura en el tono que acaba chirriando al no tener ningún sentido dentro de la trama. Y justo la trama es la que sufre por estas idas y venidas en el tono y en la estrafalaria personalidad del Maestro. La búsqueda de la obra perfecta para arrancar la temporada de la Filarmónica se alarga hasta el exceso y eclipsa a los secundarios, de los que tan sólo alcanzamos a ver pinceladas.

Gael Garcia Bernal y Lola Kirke en 'Mozart in the Jungle'

«La esposa de Rodrigo es lo que podría llamarse un exceso con patas. La locura de su marido es ínfima en comparación con la de ella, quién parece que por estar en contra de la cultura de masas se convierte en una antisistema que va rompiendo violines como si los regalasen»

Lo poco que vemos del resto de los personajes se acaba desinflando también a medida que van pasando los episodios. Seguramente es porque se glorifica demasiado al carácter de Rodrigo y se establece lo que en terminología musical se llama una cadenza; es decir, una sección solista para el destaque del protagonista, en detrimento de sus acompañantes que no dejan de ser más que eso, compañía. Pasaré de largo a casi todos estos secundarios circunstanciales y dejaré incluso a parte a la incomprensiblemente fiel Hailey, para destacar al personaje más odioso y estereotipado que pueda encontrarse en la serie; el de Anna María. La esposa de Rodrigo es lo que podría llamarse un exceso con patas. La locura de su marido es ínfima en comparación con la de ella, quién parece que por estar en contra de la cultura de masas se convierte en una antisistema que va rompiendo violines como si los regalasen. Su relación con Rodrigo es realmente perturbadora, a la par que inverosímil; y la mirada de ella es demasiado miedosa. Una actuación exagerada que saca al espectador de la historia porque su personaje no produce ningún tipo de empatía. Para colmo, el sueño del Maestro en «Mozart with the bacon» nos la presenta todavía más aterradora y desequilibrada en otra salida del tono de la narración totalmente injustificada. Su reacción en la noche de apertura es predecible, y creo que a nadie sorprende que –SPOILER– abandone el teatro maldiciendo a todos los presentes.

Ya que hablamos del final, y siguiendo con otro SPOILER y otra salida de tono; la nueva relación que se establece entre Rodrigo y Hailey es una verdadera lástima. Un punto a favor de la serie era el vínculo no sentimental que los había unido durante toda la temporada, sin que en ningún momento se volviese algo sexual. El beso torpe e inexacto que se dan después del concierto inaugural, echa por el piso todo el nexo que se había creado. Se nos esboza un cambio en su relación de cara a una futura segunda temporada, con la variación de lo que había sido la tesitura de la serie hasta el momento.

Coda:
Pero no todo es confuso y extravagante hasta el superávit en Mozart in the jungle. Si en algún aspecto tenía que destacar era en el ámbito musical, obviamente. La serie juega brillantemente con la música clásica y la lleva hasta la sincronía del presente de Rodrigo y sus acompañantes. El usufructo de estas piezas de tremendo valor histórico y cultural nos demuestran que la música es realmente atemporal y puede tocar la fibra de todos los públicos. Hay varias escenas de la serie que sólo son soportables por las magníficas melodías que las acompañan. La genialidad de los acordes de Mozart, Sibelius y compañía se vuelven contemporáneos al Nueva York del siglo XXI y a las historias, más o menos verosímiles, que acompañan a Rodrigo y al exceso de secundarios de relleno de Mozart in the jungle.

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