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'Spinning out' se estrenó en Netflix el 1 de enero de 2020.
En la gran churrería de series que es Netflix, las supuestas joyas de la plataforma quedan soterradas por una cantidad ingente de subproductos. Netflix produce y produce – en 2020 prevén destinar 17.000 millones de euros a producir nuevas ficciones- y por el camino nos cuela esas mismas series que antes hubiéramos llamado placeres culpables y consumido con desdeñosa ironía, pero que son simple y llanamente mierdiseries. Amores imposibles, giros inesperados y miradas melancólicas… estos tres elementos, y otros más, son el corpus de series rematadamente malas que, aun así, seguimos viendo, de la misma manera que alguna que acabamos cayendo en Sálvame o La isla de las tentaciones. Porque a veces necesitamos alienarnos del mundo y una mierdiserie es la mejor solución, igual que a veces una bolsa de ruedas te salva la vida.
Cuando consumimos mierdiseries, la honestidad tendría que ir por delante, tanto por parte del espectador que está arrellanado en el sofá como de la plataforma perpetradora, en la mayoría de casos, Netflix. Pero en el caso de Netflix esto brilla por su ausencia, sobre todo cuando vende melodramas deportivos de tercera como si fueran Cisne negro, que es lo que hace precisamente con Spinning out, su más reciente incorporación a su catálogo de desastres seriéfilos. Spinning out mezcla todos los tópicos posibles sin especial finura: una patinadora artística, Kat (Kaya Scodelario) sufre una grave caída y desarrolla terror a hacer determinadas piruetas. Cuando cree que su vida deportiva está muerta y enterrada, le ofrecen competir en dúos junto a un joven patinador de supuesto carácter rebelde, aunque en el fondo es más tierno que un oso amoroso.
La serie, escrita por Samantha Stratton, que en su juventud también fue patinadora, mezcla los deseos de superación profesional de la protagonista con tramas lacrimógenas que siguen la estética y el desarrollo propio de los telefilms de fin de semana de Antena 3. Aquí un poquito de enfermedad mental, aquí un poquito de denuncia del racismo y por aquí, un giro argumental inesperado y truculento. Y es que la joven Kat no solo está traumatizada por su caída si no que su familia está como las maracas de Machín (y esto no es una apreciación personal): la serie se mete en el pantanoso terreno de las enfermedades mentales y lo hace de la manera más burda posible, abusando de clichés y descartando cualquier posibilidad de ser mínimamente didáctica o pedagógica.
Con todo, estos no son los peores pecados de Spinning out. Tiene dos más. El primero, fichar a January Jones y hacerle repetirse en el papel de madre odiosa que bordaba en Mad Men pero que aquí hace en modo automático. Y el segundo pecado, y más grave, es que es una serie tremendamente aburrida, algo inconcebible cuando hablamos de una mierdiserie, cuya única función vital es poner nuestras mentes en modo off mientras hacemos la ballena varada en el sofá.
En el catálogo de Netflix hay algunas de esas series que han entendido a la perfección cuál es su cometido vital, como por ejemplo Un lugar para soñar. Esta noñería de tomo y lomo, una versión bastarda de Doctor en Alaska meets Anatomía de Grey, tiene todos los elementos que le podemos exigir a la serie que buscamos cuando necesitamos confort. ¿Por qué? Porque sabemos a la perfección cómo va a evolucionar y acabar, ya que sus responsables no se han tomado la molestia ni por un minuto de hacernos creer que estamos ante algo innovador o que quiere ir más allá. Lo que ves es lo que es: estética edulcorada, flashbacks con difuminados ensoñadores y un reparto desacomplejadamente barato.
‘You’ no es muy diferente de miles de telefilms que hemos visto en tardes apáticas, pero la suma de cliffhangers y el encadenado de capítulos de Netflix hace que acabemos convirtiéndonos en unos yonquis de Joe
La sinopsis de Netflix reza así: «Una enfermera quiere empezar de cero y deja Los Ángeles para mudarse a un remoto pueblo de California, donde le esperan muchas sorpresas». Guiño, guiño. Porque lo que le espera a la bella y traumatizada Mel, que parece haber pisado mierda de tan mal que le salen las cosas, lo sabemos todos: un amor inesperado que, con toda seguridad, vivirá algún que otro revés y unos nuevos vecinos fisgones pero en el fondo adorables que harán que se reencuentre con ella misma. ¿A qué es maravilloso cuando sabes exactamente lo que va a pasar? ¿Acaso no hemos sucumbido todos alguna vez a una hamburguesa guarra de locales de fast food infrahumanos?
Hay quien quizás se puede sentir ofendido porque una plataforma como Netflix, que se ha vendido como adalid de la renovación del sector audiovisual, se dedique básicamente a enchufarnos casi con embudo cualquier mierda que producen. Pero si no nos ponemos tiquismiquis, deberemos confesar que todos necesitamos esa serie que no nos hace pensar pero nos tiene enganchados. ¿Si no, por qué estamos elevando a las alturas una serie como You, que es, básicamente, una reinvención de Gossip Girl con filtros de Instagram y que está a un tris de glorificar el acoso? Aunque tenga a Penn Badgley como protagonista, que intenta por todos los medios hacer una interpretación creíble y no caer en tics de psicópata de tercera, el fondo de You no es muy diferente de miles de telefilms que hemos visto en tardes apáticas, pero la suma de cliffhangers y el encadenado de capítulos de Netflix hace que acabemos convirtiéndonos en unos yonquis de Joe y sus ansias de control. Y de esta manera una serie que parecía destinada a pasar sin pena ni gloria se acaba convirtiendo en un gran éxito y nos tiene preguntando cuándo habrá una nueva temporada como exploradores sedientos perdidos en el desierto.
Escrito por Alejandra Palés en 29 enero 2020.
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