La ciencia y la ficción detrás de nuestra fascinación con el 'true crime'
Las claves de un género de éxito

La ciencia y la ficción detrás de nuestra fascinación con el ‘true crime’

La 38ª edición del Festival Cinema Jove de Valencia reunió algunas voces expertas en ficción y psicología humana para desentrañar qué nos sigue fascinando del ‘true crime’ después de tantos años.

Fotograma de la serie documental 'El caso Alcàsser', de Elías León Siminiani.

Ocho películas “clásicas” demuestran que, antes de que series como No puedes fiarte de nadie o El timador de Tinder ocuparan los primeros puestos en las parrillas de popularidad de Netflix, el ‘true crime’ ya estaba vivito y coleando.

True Crime: La Nova Fascinació’ ha sido la apuesta del Festival Cinema Jove de Valencia para su sección temática del año, la que dedican a un fenómeno de culto cuya fama merece un extra de mimo en la curaduría y en la reflexión. En el programa valenciano, films de culto como The Thin Blue Line (Errol Morris, 1988) y perlas de cosecha nacional, como El asesino de Pedralbes (Gonzalo Herralde, 1978), el primer ‘true crime’ español.

En Valencia también se reunieron el periodista y escritor Joan M. Oleaque, la guionista María Mínguez y el criminólogo, psicólogo y escritor Vicente Garrido. Juntes, en una mesa redonda, exploraron las motivaciones tras la fascinación popular por los asesinatos en serie, los delitos de sangre y les estafadores profesionales. Aquí recogeremos sus conclusiones, acompañadas por las razones que hemos ido sumando, desde medios científicos, sobre la base material y demostrable de nuestra fascinación para con el género.

El lugar y los hechos: ¿Qué es un ‘true crime’?

La definición de ‘true crime’ es tan básica como abierta: “Hacer una narración de un crimen real”, abre el melón Joan M. Oleaque. Para concretar, Vicente Garrido se atreve a desglosar una primera taxonomía dentro del género: “Hay que diferenciar entre la ficción y el documental. Por ejemplo, Dahmer (Netflix, 2022) es ficción pero también es ‘true crime’, porque representa –nunca de manera fiel y mediante los engranajes de la ficción– la vida de un personaje real, con todo lo que le ocurrió. Al mismo tiempo, en Netflix se estrenaba la miniserie documental Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer (2022), que tiene su parte de interés por poder escucharlo a él, a Dahmer, directamente”.

“Por circunstancias legales, es muy difícil hacer ‘true crime’ puro, porque es muy difícil, por ejemplo, citar los nombres reales de las personas involucradas en un crimen».

Y sigue: “Luego, dentro de la ficción, están las obras estrictamente ‘true crime’, como el A sangre fría de Truman Capote (1966) y su adaptación al cine (Richard Brooks, 1967), que recrean de una manera muy fidedigna un crimen; en este caso, el asesinato de la familia de granjeros. Y, en una segunda división, las obras que se inspiran libremente en casos reales, que introducen mucha más ficción”.

Fotograma de ‘Monster: The Jeffrey Dahmer story’.

María Mínguez recoge por qué, a la práctica, la ficción se ha apoderado del territorio del caso real: “Por circunstancias legales, es muy difícil hacer ‘true crime’ puro, porque es muy difícil, por ejemplo (y más aquí, en España), citar los nombres reales de las personas involucradas en un crimen. Lo que yo considero un ‘true crime’ es contar un caso real, con las interpretaciones que sea, pero realmente tal y como sucedió”. Así evitamos entrar (por ahora) en distinciones estériles entre ficción y no ficción, reportaje y documental.

«Los buenos ‘true crime’ son profundamente humanos, miran al fondo de nuestro alma».

Lo importante, dice Mínguez, es que el género abre las puertas a un aprendizaje único: «El conocimiento que adquirimos de un ‘true crime’ no lo tenemos de ninguna otra parte. Nunca se nos permite acceder a los archivos policiales, y no aparece en un telediario, cuyo formato no permite estudiar nada a fondo». La verdad que yace bajo los pies de cualquier ‘true crime’ es de la buena… Pero ello no implica que el producto que nazca de ahí le corresponda en interés o calidad.

Oleaque da unos pasos atrás: “El sello ‘true crime’ se ha venido usando desde el A sangre fría de Capote, que inauguró el género, como un sinónimo de calidad. Yo difiero, a pesar del momento de burbuja que este tipo de productos está viviendo. Hay que saber distinguir entre un ‘true crime’ bueno y el que no lo es”.

¿Cómo se distingue eso? Según el trío de expertes, la clave está en la perspectiva: «Si vas a contar algo que ya sabemos, tienes que aportar algo distinto al relato«, espeta Mínguez; «¿Artísticamente, te ha interesado y te ha dado un conocimiento que te ha vuelto más sabia? ¿Te ha despertado preguntas que antes no tenías?», sumaba Garrido, porque entonces tienes un buen ‘true crime’. «Los buenos ‘true crime’ son profundamente humanos, miran al fondo de nuestro alma»; así los reconocemos, según Oleaque.

Cinema Jove True Crime

Vicente Garrido (micro en mano), Joan M. Oleaque y María Mínguez en un momento de la charla. 

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Desde la ficción, es sencillo responder a esta cuestión en abstracto, con la seguridad de quien se moja sólo las puntas de los dedos. El ‘true crime’ nos engancha, porque utiliza los mecanismos del suspense para elaborar un surtido de preguntas que nunca se resuelven al instante, dejando unos momentos de oro para que montemos una auténtica carrera de karts en los oscuros pasillos de nuestra mente. Nos quitan asideros y especulamos, pendientes de una respuesta. Fácil. Pero ¿y nuestra relación con la realidad que está en el corazón del género? ¿Por qué seguimos viendo recordatorios de que, en cualquier momento y a la práctica, podríamos ser brutalmente asesinades?

a sangre fria

Fotograma de la película ‘A sangre fría’ de Richard Brooks.

Un estudio de 2010 de la Universidad de Illinois, cuenta la revista ScienceFocus, concluyó que las mujeres tienden a sentirse más atraídas por las historias de crímenes reales que los hombres, y que están más interesadas en las historias que 1) dan una idea de los motivos de quien asesina, 2) que contienen información sobre cómo escaparon las víctimas y 3) cuyas víctimas son mujeres. Teoría evolutiva pura y dura, deduce ScienceFocus: “las personas se sienten instintivamente atraídas por historias en las que pueden identificarse con la víctima, para aprender consejos y estrategias que les ayuden a sobrevivir”.

Psychology Today, por su parte, enumera algunas razones por las que desde su campo podría explicarse nuestra fascinación por el ‘true crime’. Enumeramos algunas de ellas. Para empezar, la satisfacción derivada de un cierre narrativo. Hay un crimen en el que podríamos caer cualquiera de nosotres, se persigue al responsable y se le coge, castigándolo y asegurándonos de que siempre habrá justicia para las partes: la nuestra, la de les inocentes, simbólicamente lo pasa mal un rato (pero “gana” y eso la satisface) y la villana es castigada por sus crímenes.

El ‘true crime’ se acoge tan bien a una narrativa convencional justamente porque aporta la pizca de sal necesaria para que la causalidad y la fórmula se disparen hacia lo inesperado.

Este binarismo (“los buenos contra los malos”), en el fondo, reafirma una moralidad que tenemos culturalmente muy integrada… Cristiana, claramente dividida entre quienes merecen entrar en el Cielo, porque han sufrido en la Tierra, y quienes han ejercido una libertad nociva en vida y mañana tendrán que pagar. Es muy cómodo ver un ‘true crime’ al uso: por defecto, no se separa en nada de los bandos luz-oscuridad de Star Wars.

Luego, se acuerdan de remarcar les ponentes de la mesa en Valencia, están los ‘true crime’ realmente interesantes, que ponen grises en un sistema judicial de moral ambivalente y fiabilidad relativa. Un ejemplo de ello es Aileen: vida y muerte de una asesina (Nick Broomfield, 2003), que critica la demonización sin tapujos de Aileen Carol Wuornos, una trabajadora sexual que había sido abusada durante toda su vida y que sufría graves enfermedades mentales. O la misma serie de El caso Alcàsser, de Elías León Siminiani, sobre la mediatización enfermiza del celebérrimo caso por parte de los ‘true crime’ de la televisión privada.

Fotograma de ‘Aileen: Life and Death Of A Serial Killer’ de Nick Broomfield.

En Psychology Today no saben dar con una sola conclusión con respecto al efecto balsámico que obtenemos de saber que somos vulnerables a ser víctimas de una agresión brutal, pero que aún no lo hemos sido (este memento mori, explican desde el sillón de la psicología, es tremendamente satisfactorio), mientras que a la vez nos horroriza la normalidad de los perfiles culpables.

Cinema Jove True Crime

María Mínguez tomando la palabra durante la mesa redonda ‘True Crime: La nueva fascinación’ en Cinema Jove 2023.

Adoramos participar en el “acto escópico” de presenciar atrocidades humanas, por las mismas vías que nos enfrentan a cualquier producto de terror, pero en la práctica no soportamos la aleatoriedad del “siempre saludaba”.

Esta conclusión es mía: el género ‘true crime’ se acoge tan bien a una narrativa convencional justamente porque aporta la pizca de sal necesaria para que la causalidad y la fórmula se disparen hacia lo inesperado y lo sorprendente, aquello que nunca esperaríamos. La realidad como salvavidas de una fórmula que hemos repetido hasta el agotamiento.

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