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1) Dos mujeres con un mismo destino
El sutil juego de poder femenino entre la reina Margaery Tyrell y Cersei Lannister es un delícia. El trono está en manos de Tommen Baratheon, un niño sin maldad alguna al que le ha tocado ser rei de rebote. Ante este panorama, cada una utiliza sus armas de mujer para influenciar al chico y controlarlo como una marioneta para salirse con la suya. Margaery juega con su cuerpo, la vulnerabilidad de un adolescente inexperto y con su explosividad sexual.
«Todas quieren controlar a Tommen. Margaery con el sexo, Cersei con el amor»
Cersei se sirve de su maternidad protectora para mover los hilos y jugársela a la joya más preciada de los Tyrell. Especialmente bueno es el diálogo en que Margaery, victoriosa en aquel momento del juego de influencias, se da la licencia para vacilar a Cersei delante de sus amigas de la corte: “¿Cual es la manera más apropiada para dirigirse a vos ahora, Reina madre o Reina viuda?”.
2) Jon Snow contra George R.R. Martin
Ya era hora. Siempre tan ético, tan políticamente correcto y maltratado que se había vuelto un personaje aborrecido. Jon Snow toma por sorpresa el control como Comandante de la Guardia de la Noche y asume el poder con mano de hierro. El momento en que decapita impasiblemente a Janos Slynt para dar ejemplo es todo un subidón de adrenalina. Parece que empezamos a ver un lado un poco más oscuro del personaje, pero vuelve a la senda del buenismo para salvar a los salvajes y hacer lo correcto.
«Jon Snow es la prueba de que en Poniente no hay regeneración política ni moral que valga»
En Poniente no hay regeneración política ni moral. Una vez más, George R.R. Martin no nos permite encapricharnos con aquel que tiene unos principios. Jon Snow da un poco de rabia pero, hay que reconocerlo, nos cae majo. ¿Qué hay que hacer entonces? En el último segundo, Martin nos lo lincha a puñaladas al más puro estilo Robb Stark que nos deja helados. La estocada final de Ollie ya es puro recochineo, oigan.
3) El regreso de Jorah Mormont
Con esas pintas de “soy un truhan soy un señor” que se gasta era imposible no echarle un poco de menos. Y aún más viendo los que rodean a Daenerys. Quizás su regreso tiene el valor añadido de que lleva consigo al siempre querido Tyrion Lannister. En los primeros siete capítulos de la temporada, en los que básicamente se nos sitúa para recibir el golpe de acción que viene después, el reencuentro de Jorah Mormont con Khaleesi es el momento más épico. Y si a ello se la añade el homenaje al momento más culminante de Gladiator pues es de agradecer.
4) La diplomacia oscura de Petyr Baelish
Lo siento, pero este personaje es una de mis debilidades. En esta temporada (como en casi todas) tiene un papel secundario, de rol y discreto pero cada una de sus apariciones en cuentagotas vale la pena. Absolutamente maquiavélico, diplomático, cínico y amoral, es el personaje que mejor sabe jugar sus cartas.
«El Frank Underwood de ‘Juego de Tronos'»
Nunca puedes saber si lo que dice es verdad, si hay una pizca de sentimentalismo en él o se trata de otra estrategia para ganar terreno. Siempre es un placer escuchar sus diálogos y observar su mirada penetrante. Sólo le falta sincerarse mirando a cámara con la cara de cabrón despiadado de Frank Underwood.
5) La secta religiosa se lleva
Esta ha sido la temporada más fanática de todas las que hemos visto. Los maníacos religiosos han marcado tendencia en el frío del norte, la tranquilidad de la capital o el calor de Meereen. La trama de los enmascarados que se oponen a Daenerys tiene poco jugo pero al menos nos sirven de excusa para ofrecernos una de las mejores escenas de acción de la temporada, pura excitación.
Mención especial tiene lo ocurrido en Desembarco del Rey. El Gorrión Supremos y los dioses han tomado el poder de una ciudad que hace dos episodios gobernaba Tywin Lannister con implacable mano de hierro. Juego de Tronos no ha convertido en espectadores críticos que tememos lo fatal en cada vuelta de la esquina pero aquí nos la han vuelto a colar.
6) El invierno ya está aquí
Hay una leyenda urbana que dice que el octavo capítulo de Juego de Tronos es el más excitante y en esta temporada se ha vuelto a demostrar. La batalla, o mejor la masacre, producida en la tierra de Tormund es una absoluta burrada, una explosión frenética de acción, sangre, hielo y criaturas mágicas como los espectros, esas hordas de zombies de ojos azules. Durante media hora, Juego de Tronos se transforma en una especie de The Walking Dead pero más macabro y menos soporífero. La escena también nos brinda poder ver por fin a los Caminantes Blancos en todo su esplendor, esa especie de Darth Maul albino que resucita a los muertos con tan solo agitar los brazos. El invierno promete.
7) Amor de padre, rey sin gloria
George R.R. Martin no puede estarse quieto. Sabías que pasaría, que en algún momento tierno te apuñalaría por la espalda y se reiría de ti, pero ahora ya estamos más que preparados para recibir el golpe. Me refiero a esa magnífica y cruenta escena en que Stannis Baratheon, cegado por su fe en Melisandre, ordena quemar viva a su hija Shireen ante sus tropas como ofrenda al Señor de la Luz. El fanatismo religioso sublimado en una secuencia que te pone los pelos de punta y te produce una mezcla de excitación y lástima que te quema y te deja helado por dentro.
«El fanatismo religioso sublimado en una escena que te pone los pelos de punta»
Juego de Tronos reivindica el sinsentido y lo absurdo de tanta estrategia y emoción. El sacrificio de su hija trae consigo la tragedia, todo condensado en tan pocos minutos que se te queda (otra vez) cara de imbécil. Cegado por el orgullo y la búsqueda de su gloria, Stannis Baratheon olvida el suicido de su esposa y la deserción de la mitad de sus tropas y de su caballería y acaba sucumbiendo a una aplastante muerte sin épica ni honor alguno.
8) Dragones al ataque
Los fans de los seres mágicos estaban esperando este momento. Después de haberlos visto crecer temporada tras temporada, es un placer poder ver a los dragones en acción por primera vez, ya sea en el festín que se dan Rhaegal y Viserion en las mazmorras con amos de esclavos o la aparición de Drogon en el coliseo como un previsible aunque excitante deus ex machina. A lomos de un dragón Daenerys gana todo el carisma y atractivo que ha ido perdiendo al mostrarse como una política y una gobernante pésima y nos ofrece una de las mejores escenas de acción de la temporada. En los momentos de intimidad final de Khaleesi y Drogon nos damos cuenta que la espera ha valido la pena.
9) ¿Qué pasa con Arya?
La trama de Arya Stark parecía que no iba a ningún sitio. Tanta mística, silencios, magia incomprensible y las frases estudiadíssimas de Jaqen nos habían hecho perder parte del interés en su historia. Pero al final vemos que se trata de un relato cocido a fuego lento para desatar una ebullición final que nos deja sin aliento hasta el año que viene. El arte y elegancia gore con que se venga del pedófilo Meryn Trant es digno del Assasin’s Creed. Pero Arya es pillada in fraganti y Jaqen nos obliga a marcarnos la de Mourinho (¿pourque?) al suicidarse y dejar ciega a la pequeña Stark.

10) La humillación de Cersei
Cersei es un pilar absoluto de Juego de Tronos. Lena Headey interpreta con tanta convicción y vehemencia el odio visceral de la matriarca Lannister que es imposible no amarla por ello. El mal mola pero nunca imaginamos que una de las mejores escenas de la temporada sería la humillación de la reina. La realización es impecable, la angustia insoportable. Su paseo por las inmundas calles de la capital destripada de toda ropa y orgullo nos hacen sentir el asco y la vergüenza en nuestras propias carnes.
«La reina Lannister ha sido humillada. La venganza no se hará esperar»
Por un momento llegamos a pensar que se avecina la metamorfosis hacia una Cersei sumisa pero una Lannister nunca cede a su orgullo. Rapada y humillada, llega a la fortaleza con los ojos llenos de rabia y sedientos de revancha. La venganza es un plato que se sirve frío (y más si te acompaña la Montaña resucitada de entre los muertos) y la temporada que viene estaremos allí para disfrutar de un espectáculo tarantiniano.
