Juego de Tronos y El Señor de los Anillos: el pastiche de Martin
Sexta temporada de 'Juego de Tronos' (episodio 5)

Frodo contra la horda zombi: el pastiche de George Martin

Si en una receta combinamos ingredientes de 'El Señor de los Anillos', Jet Li y 'El amanecer de los muertos' obtenemos un resultado atractivo para todos los públicos. Sin embargo, la incidencia cada vez mayor de los poderes místicos hace que el espectador que valoraba el realismo sucio se empiece a sentir traicionado.
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(artículo anterior – episodio 4)

Conforme avanza la historia, la sexta temporada de Juego de Tronos está multiplicando la importancia del factor sobrenatural. Lejos quedan ya las palabras de Maestre Luwin a Bran Stark: “Los dragones ya no están, los gigantes han muerto, y los Hijos de los Bosques han sido olvidados”. Pues no del todo. Parece que el restablecimiento de las criaturas mágicas es proporcional a la amenaza de los White Walkers, apuntando a la mutua destrucción asegurada de los seres mitológicos para dejar el centro a los humanos. En el episodio de ayer, pudimos asistir a un catálogo de todos estos referentes sobrenaturales de Juego de Tronos. Conforme se han ido desplegando, se visibiliza el carácter extremadamente ecléctico de la serie, que toma prestados imaginarios de mundos incompatibles y los combina en un pastiche delicioso. En otras palabras, George Martin es un nerd con muchas ganas de meter todos sus fetiches en el cuento: el Tarantino de la fantasía.

El Señor de los Anillos es el referente inevitable de los textos de fantasía y marca el mundo de Juego de Tronos más que ningún otro. La obra de Tolkien sentó cátedra comenzando su narración en un mundo en que lo mágico está en decadencia por culpa del auge de los humanos. Una fuerte nostalgia ecologista contenida en las figuras de los ents y los elfos. Pues bien, los Hijos de los Bosques son una combinación de ambos. Ayer descubrimos que el origen de los White Walkers fue debido a la guerra entre los humanos y una raza ancestral cuyo elemento distintivo era su profunda conexión con la naturaleza. Mientras los humanos talaban indiscriminadamente para alimentar su industria, como una plaga de langostas, las criaturas más sabias, más elegantes y más antiguas perecían lentamente; incapaces de contener el auge de los mortales. Una moraleja medioambiental que reivindica la naturaleza recompensando con facultades envidiables a las especies más conectadas con el verde al mismo tiempo que sitúa al ser humano en el centro de la responsabilidad: o el hombre aprende a reconciliarse con la naturaleza, o encontrará su propia destrucción.

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«Un personaje más débil que los grandes héroes del relato, se adentra en el corazón del territorio enemigo»

No pasaré por alto uno de los paralelismos más exagerados tras ver como se ha ido cumpliendo de pe a pa: un personaje más débil que los grandes héroes del relato, se adentra en el corazón del territorio enemigo donde ningún ejército soñaría en llegar. En la retaguardia de lo que amenaza con destruir la civilización humana, el pequeño protagonista intentará encontrar el punto débil del enemigo y destruirlo, siendo esta inesperada heroicidad mucho más relevante para el desenlace de la historia que un grueso de complejas luchas militares y políticas que está sucediendo en el lejano frente de batalla entre el bien y el mal. Hola, Frodo, digo Bran.

Las profecías son otra constante en el mundo de la fantasía y desfilaron por el quinto episodio con un giro interesante: un nombre (o un juego de palabras) sobre el destino de un personaje. La muerte de Hodor significa, de hecho, la primera prueba formal de que el libre albedrío está amañado en el universo de Juego de Tronos. La visión de Bran nos revela que Hodor se convirtió en el instrumento de un plan maestro que transciende la linearidad del tiempo en el momento en el que el medio gigante perdió su identidad en una especie de derrame cerebral profético. Constatar que los personajes de la serie están atados a ciertos caprichos del destino resulta contradictorio con los reveses de fortuna escépticos que han sufrido la mayoría de personajes que se encumbraban en profecías y grandes relatos, como el prescindible Stannis Baratheon. Si Bran es un pequeño elegido y todo está escrito, tendremos que aferrarnos a la paradoja de implicarnos emocionalmente con la incertidumbre del final de un relato del que, de hecho, ya nos han contado el final. Un clásico más de la fantasía que, sin duda, nunca dejará de funcionar. Indignación masiva con los spoilers, pero bien que nos gusta tragarnos profecías.

Quizá el éxito de Martin está en su trepidante corta y pega entre universos fantásticos que no suelen cruzarse. Dragones y mazmorras sí, ninjutsu y zombis también. En un reino de acero, músculo y cavallería, Arya Stark quiere recorrer la senda del ninja y toma prestada la filosofía pop de las artes marciales –be water my friend-, sus técnicas de sigilosa guerrera sin rostro y su compromiso acrítico con el asesinato a cambio de dinero. Y si este imaginario oriental de artes marciales se cuela en el de la fantasía tradicional, en este episodio hubo una invasión en toda regla del género zombi. Hasta ahora habíamos visto a los White Walkers como guerreros sin mente, pero la persecución dentro de la cueva la podría haber firmado George A. Romero.

«Quizá el plus de popularidad se debe a la mezcla entre lo mejor de las series de alto caché con lo mejor del universo ‘nerd'»

La mezcla de géneros convierte a Juego de Tronos en el objeto de deseo perfecto para el nerd. Y no pocos llevamos uno dentro. Y, sin embargo, si en una receta que combina ingredientes de El Señor de los Anillos con Jet Li y El amanecer de los muertos sin duda resulta atractiva para un público amplio, lo que convierte a la serie en un objeto de culto es su trasfondo político. Sin los diálogos shakesperianos y el discurso sobre el poder y sin un retrato de la corrupción moral y la injusticia que impera en el mundo, Juego de Tronos no habría alcanzado los estándares que la crítica exige. El canon HBO está reflejado en todas partes y quizá el plus de popularidad se debe a la mezcla entre lo mejor de las series de alto caché con lo mejor del universo nerd.

Sin embargo hay momentos en los que la mezcla chirría: el encuentro entre el dúo Varys-Tyrion y la nueva Sacerdotisa Roja es un ejemplo perfecto. El maquiavelismo y el descreimiento no se combinan bien con un relato cada vez más dominado por la magia. Es por eso que Juego de Tronos resulta cada vez más esquizofrénica: las expectativas del lado más cínico-político de la serie hacen que, cuando lo místico influye decisivamente -incluso de forma leve, en forma del conocimiento sobrenatural que la sacerdotisa posee acerca de Varys-, el espectador que valoraba el realismo sucio se sienta traicionado. Una serie que empezó como un The Wire del mundo medieval se está volviendo cada vez más fantasiosa, con todo lo que esto pueda conllevar.

(siguiente artículo – episodio 6)

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