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Leer historias del pasado bajo el prisma de nuestra mentalidad actual nunca tiene buenos resultados. En el caso de Fosse/Verdon, la miniserie que explica la relación entre el coreógrafo Bob Fosse y su mujer, la bailarina Gwen Verdon, si aplicamos la prueba del algodón del #MeToo nos encontraremos con ficción basada en hechos reales que es un ejemplo cristalino de las actitudes que han sido caldo de cultivo para que estallara este movimiento. Bob Fosse fue una mente brillante, un renovador del musical, pero también un hombre complicado que vampirizaba el talento de su esposa y que en muchos casos se valió de su aura de artista y de su influencia para meter en su cama a aspirantes a bailarinas y actrices que no querían defraudar al gran genio.
Con el sello de Lin-Manuel Miranda, la persona que ha creado el musical más importante de la última década, Hamilton, Fosse/Verdon se introduce en una relación complicada, llena de alcohol, drogas y engaños, pero también de lealtad creativa. Bob Fosse y Gwen Verdon estuvieron casados 20 años y tuvieron una hija: él ya llevaba dos matrimonios a sus espaldas (dejó a su segunda mujer por Verdon) y ella acarreaba una adolescencia traumática con un hijo inesperado fruto de una violación. Se conocieron durante el montaje del musical Malditos yankees (1955), que luego se convertiría en un película, y a partir del número «Whatever Lola Wants», coreografiado por él e interpretado por ella, se convirtieron en amantes y colaboradores imprescindibles, incluso después de su separación.
Durante su matrimonio la estrella de Fosse fue creciendo, mientras que la Verdon, que ya era una actriz conocida y respetada cuando se conocieron, se fue apagando. El coreógrafo tocó el cielo cuando dirigió Cabaret (por la que ganó el Oscar a mejor director), mientras ella comenzaba a tener serios problemas para conseguir papeles en Broadway. La historia de esta pareja hace bueno el dicho que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, aunque en la mayoría de los casos esta es invisibilizada. Verdon fue una parte fundamental de muchos proyectos de Fosse, como Cabaret, aunque no recibió el reconocimiento público que merecía por ello.
Sam Rockwell y Michelle Williams son los encargados de dar vida a esta pareja a la que podríamos llamar los máximos representantes de la aristocracia de Broadway, un reto en el que los actores salen con resultados desiguales. Quizá porque la serie es más una reivindicación de la figura de Verdon que un panegírico a Fosse, Williams se lleva la función y vuelve a demostrar (y ya van unas cuantas) que aquellos que cuando veían Dawson crece creían que la buena era Katie Holmes se equivocaron. Ella transforma sus movimientos y manera de hablar hasta mimetizarse con Verdon y hacerla cercana al espectador, algo que contrasta con la frialdad de Fosse, de quien cuesta creer la fascinación que creaba en la gente de su alrededor.
La serie es un buen ejemplo de cómo la sociedad justifica comportamientos abusivos o mezquinos por parte de los hombres. En Fosse/Verdon se hace explícito que el ARTE es la excusa que tapa todas las perrerías del coreógrafo. Porque cuando Fosse engaña a su mujer con todo lo que se mueva es porque está agobiado por su espíritu creativo, porque cuando Fosse humilla a una bailarina no es porque ella haya rechazo acostarse con él sino porque ella no es capaz de trasladar en sus pasos el pensamiento del coreógrafo. La miniserie es un espejo a cómo, en nombre del arte, se mira para otro lado y se toleran personalidades demandantes y maltratadoras.
La ficción alcanza sus mejores momentos cuando se deja llevar por las referencias musicales, sólo detectables para grandes amantes del género
La razón de ser de Fosse era el trabajo y, en concreto, los musicales, aunque en algún momento de su vida renegara de ellos. Su vida eran los musicales y en los musicales dejaba ver su forma de ser, con sus posiciones extremas y su tendencia a la sordidez. Los responsables de Fosse/Verdon, basada en una biografía del coreógrafo y que cuenta con el apoyo de la hija de la pareja protagonista, se esfuerzan para que el legado artístico de Fosse se trasluzca formalmente en la minserie. De hecho, la ficción alcanza sus mejores momentos cuando se deja llevar por las referencias musicales, en muchos casos sólo detectables para grandes amantes del género, o recrea los numerazos que Fosse orquestó.
En este sentido, hay capítulos que están imbuidos del onirismo y el surrealismo de Empieza el espectáculo (All that jazz), la película autobiográfica dirigida por Fosse que cuenta su debacle física y mental. Estrenada en 1979, esta obra a corazón abierto es casi premonitoria ya que el protagonista, el director de teatro y coreógrafo Joe Gideon, se muere después de un ataque al corazón, igual que Fosse, que en 1987 sufrió un colapso coronario cuando paseaba junto a Verdon.