'Feud': el crepúsculo de las diosas
Batalla de divas

‘Feud’: el crepúsculo de las diosas

Joan Crawford y Bette Davis en el mismo set de rodaje. Dos egos incontenibles. Dos mujeres luchando panza arriba contra el olvido. Dos paquetes de tabaco al día. Feud es mucho más que una rivalidad: es una historia sobre lo jodido que es hacerse vieja en un mundo masculino que antepone la turgencia a la esencia.

Es cierto: hubo un tiempo en que las grandes divas de Hollywood parecían flotar entre vapores divinos. Para los nostálgicos del celuloide, las estrellas actuales han perdido el velo mitológico de las viejas glorias. Ya no hay épica. Pues bien, los inadaptados que añoran el Hollywood clásico, encontrarán en Feud un artefacto religioso al que encomendarse en esta era de tinieblas y artificios.

La nueva serie de FX –ya disponible en HBO España- articula la brillante idea de husmear en el rodaje de la película ¿Qué Fue de Baby Jane? (1962) de Robert Aldrich y rebaña casi todo el mendrugo en la grotesca e interesada rivalidad que mantuvieron sus dos protagonistas: Joan Crawford y Bette Davis. Divas de las de antes. Diosas con excedentes industriales de ego. Fuerzas de la naturaleza con tantas cosas en común como motivos para repelerse.

El showrunner Ryan Murphy es una fiera televisiva. Logros como Nip & Tuck, Glee, The People vs OJ Simpson o American Horror Story hablan de un olfato privilegiado y ecléctico. En esta ocasión, Murphy revive a uno de sus mitos, Bette Davis, a quien entrevistó durante cuatro horas en 1989, poco antes de morir de cáncer. A tenor de las declaraciones de Murphy, se podría decir que Feud nace de aquel encuentro mágico y halla perfecto acomodo en la pequeña pantalla casi 30 años después, merced a las bondades de una serie preciosista, elegante y mucho más compleja de lo que parece a primera vista.

Aunque resulta tentador quedarse atrapado en la telaraña de anécdotas, desavenencias y colisiones de ego de Crawford y Davis – no olvidemos que el glamour del Hollywood clásico también se alimentaba del rumor-, Feud es una serie que encuentra sus mejores minutos en los estragos emocionales de unas actrices en pleno ocaso físico (y laboral). Incluso en sus años dorados, la industria le perdía el respeto a sus mitos femeninos cuando encaraban la madurez. Y no tenía piedad ni de las más grandes.

¿Qué fue de Baby Jane?

Ahí reside, a mi modo de ver, el mensaje más poderoso de Feud. Un mensaje revestido de un metablindaje muy efectivo, pues se da el caso de que dos actrices icónicas de 67 y 70 años de edad dan vida a dos actrices icónicas e igualmente maduras que se aferraban a dentelladas a su última oportunidad antes de hundirse en un mar de Alcanfor. En este loop mareante se solapan dos generaciones de estrellas aquejadas por los mismos males de una industria dominada por la testosterona; una industria en la que, tres décadas después de Baby Jane, todavía hay incontables actrices desaprovechadas por una simple cuestión de arrugas y fuerza de la gravedad.

Todo esto está muy bien, de acuerdo, pero sabemos que semejante aventura habría sido imposible sin dos factores vitales. El primero, la ambientación. Si quieres hundirte en el pellejo del Hollywood clásico necesitas una puesta en escena que apeste a edad dorada. Feud cumple con creces en dicho flanco, proveyendo al romántico de ingentes cantidades de nostalgia 99% pura: la estética, la luz, la fotografía, el vestuario, el maquillaje…, todos los ingredientes son de una finura exquisita. Inmersión garantizada.

El otro factor tiene dos nombres: Jessica Lange y Susan Sarandon. Ambas se exhiben en las recreaciones de Joan Crawford y Bette Davis respectivamente. Resulta difícil decantarse por una interpretación. La dos huelen a genialidad; a alcohol y tabaco rubio. Se produce una conexión invisible, inexplicable con palabras, entre las actrices actuales y sus difuntos personajes, como si asistieras a una sesión de espiritismo desde el sofá de casa. La resucitación de las divas es tan convincente que a los 10 minutos del primer episodio tu cerebro ya no distingue a Lange de Crawford o a Sarandon de Davis.

Definitivamente, el episodio piloto de Feud –primero de ocho- es una piedra de toque muy prometedora. Tiene minutos memorables. Todavía salivo con la maravillosa escena en la que Bette “Saradon” Davis decide distorsionar su imagen para el personaje de ¿Qué Fue de Baby Jane? hasta convertirse en un ser grotesco: peluca desastrada, tez embadurnada de blanco, línea de ojos de un negro abisal, labios rojo sangre que producen terror. Su perturbadora aparición en el set de rodaje desencadena una riada de aplausos de los allí presentes. Son dos minutos que encierran la esencia de Feud: una actriz madura envuelta en la luz de un foco, lanzándole un órdago a Hollywood desde sus mismas entrañas, y un público enfervorecido aplaudiendo a un monstruo renqueante. ¡Supera esta metáfora!

Por cierto, la segunda temporada de Feud, tendrá como protagonistas al Príncipe Carlos de Inglaterra y Lady Di: otra rivalidad más feroz, si cabe, que la de Joan Crawford y Bette Davis. Babero puesto.

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