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CONSUMIR CON PRECAUCIÓN, CONTIENE SPOILERS:
Menudas últimas semanas nos ha dado Succession. La serie de HBO se va justo cuando está en su mejor momento de forma. Y precisamente por eso, su final es todo lo redondo que podríamos esperar. Eso sí, quienes esperéis fundidos a negro inesperados, sueños que cobran vida, limbos inexplicables o cualquier ida de olla de final que os podáis imaginar, no os flipéis. La serie sabe muy bien cuales son sus cimientos y su toma de tierra. Y es que Succession termina con la certeza de saber desde el inicio qué tipo de series es y qué es lo que nos quiere contar. Y en este sentido, el final de Succession es de 10.
El capítulo anterior al final nos dejó un panorama en el que la sucesión parecía cosa de dos: Kendall y Shiv. Uno con el argumentario de mantener el negocio en manos de los Roy y la otra, con Lukas Matsson (Alexander Skarsgard) y la oferta de GoJo asegurando el futuro de Waystar Royco como una compañía (aparentemente) lista para el nuevo mundo.
Roman, recordemos, se autodescartó cuando las lagrimas le impidieron leer su panegírico frente a todos los asistentes al funeral de Logan. Una muestra de debilidad que, ante un auditorio lleno de hienas sin rencor, equivale a muerte. Las consecuencias emocionales de esa «eliminación» de la carrera por la sucesión se notan, y mucho, en el estado emocional de Roman a lo largo de este capítulo final. Pero que esto no nos engañe, Roman no está peor que sus hermanos; si algo nos deja claro el final de Succession, en consonancia con toda la serie, es que todos los vástagos de Logan Roy están hechos una mierda por dentro.
Un drama total disfrazado de comedia negra
Lo genial de los giros en Succession es que actúan siempre a dos niveles. El de la trama y el de las emociones más profundas de los personajes centrales. Cualquier cambio en las jerarquías de la empresa, cualquier traición arribista que se precie altera directamente, para bien o para mal –más lo segundo–, el estado emocional de Kendall, Shiv y Roman. En consecuencia, este final esta lleno de ellos, como si de una montaña rusa se tratara. Definitivamente, una montaña rusa emocional que deja a vista de todo el mundo, aquello de lo que realmente trata Succession.
Así lo deja en claro Jesse Armstrong en la despedida de su serie: Succession trata de la desgracia de los tres hijos de Logan Roy. Obviamente Connor nunca ha entrado en la ecuación. Si no lo consideran ni en su propia familia, no seremos nosotros quién lo haga. No hay que buscar más allá. La esencia de Succession y todo lo que gira a su alrededor es el relato de tres críos que deben aceptar que nunca podrán ser adultos de verdad.
Tres almas rotas que no serán capaces de superar a su padre y deberán vivir con ello, como puedan. Durante tiempo nos ha gustado decir que Succession era más una comedia negra que un drama. Sin embargo, Armstrong utiliza los 90 minutos del final para remarcar que no es así: Succession es un DRAMA (en mayúsculas).
La lógica familiar
El resto son añadidos que nos han alegrado el camino de estas cuatro temporadas y han aportado sobre todo, ese alma de comedia negra que nos lo ha hecho tragar todo tan bien. Ya sabéis, aquello de «con un poco de azúcar…». Personajes secundarios que han brillado con sus momentos puntuales. Como la vieja guardia pretoriana de Logan (Karl, Frank y Gerri sí son adultos y actúan como tal). El resto de familiares, como Connor y su esposa y claro está, Greg y Tom han aportado esa liviandad que tanto necesitaba la serie para ser disfrutada. Al fin y al cabo estábamos viendo una serie sobre personas horribles –que no personajes horribles, ojo, bien al contrario–.
Conscientemente, el final de ‘Succession’ nos conduce por momentos terriblemente duros que remarcan lo retorcido que puede llegar a ser el vínculo familiar.
Puede que parte de la audiencia los vea como lo mejor de la serie y quizás, cualitativamente así sea. Razones no les faltan, pues la mayoría de estos personajes han tenido el privilegio de ver en primera fila la evolución de la familia Roy con la seguridad que lo que les va en juego es tan solo el sueldo y la forma de vida, no su estabilidad emocional. Con esa suerte, han podido navegar estas aguas turbulentas de los Roy con gracia y la dosis justa de desapego.
Eso sí, de todos ellos, los únicos que han estado dispuestos a alterar su estado emocional de verdad han sido Tom y Greg. El final de Succession corona a Tom Wambsgans como el líder (o más bien, el testaferro ideal dispuesto a «chupar la polla más grande») del nuevo orden establecido.
Merecidamente, la serie lo enfoca como el «cuarto hermano» en cuestión. Un outsider que ha conseguido a base de hostias, literales y figuradas, aceptar que tendrá que pagar el mismo precio que todos los Roy y renunciar a cierta paz emocional. Su traición final a Shiv es una más de una larga lista pero el desprecio que sufre por parte de ella, será el definitivo. Su última escena juntos, es testamento de su enfermiza relación. Y en el mundo de los Roy, enfermizo es quizás lo mejor a lo que puedes aspirar.
Te quiero, pero no te soporto
A la hora de la verdad, no han habido traiciones que valgan, y ‘Succession’ ha sido honesta con sus protagonistas y con su audiencia mostrando las cosas como son.