Comparte
Tras ver el primer episodio de Fear the Walking Dead, se desvanece la sospecha de que podríamos estar ante una sucursal caradura de The Walking Dead, una derivación casi a modo de merchandising de una de las series favoritas de crítica y público. Robert Kirkman, creador de la serie madre, también está en la hija. Y, sin embargo, son series muy distintas. Ni clones, ni afluentes, ni serie grande y serie pequeña. O eso parece.
La Georgia semi-rural de The Walking Dead es sustituida en la nueva serie de AMC (que se estrena en España al tiempo que en EE.UU.) por la megalópolis de Los Ángeles. El policía interpretado por Andrew Lincoln, por una profesora a la que da vida Kim Dickens (Treme). La acción trepidante de un mundo ya invadido por los caminantes (utilicemos la nomenclatura de Kirkman, que para eso es el jefe) por la tensión previa a una invasión-conversión global que todos sabemos que llegará.
«La complicación definitiva de una vida que no era precisamente de color de rosa. Como la tuya. Como la mía»
Así comienza Fear the Walking Dead, con el antes, que es el ahora, que ojalá sea el nunca. El apocalipsis empieza poco a poco y, como ya nos contó (y nos sigue contando) The Walking Dead, se extenderá infinitamente. El fin del mundo conocido, de la civilización moderna, tendrá lugar en muchos sitios a la vez. Por ejemplo, el fin del mundo de Madison Clark (Dickens) ocurrirá en California. Resultará ser la complicación definitiva de una vida que no era precisamente de color de rosa. Como la tuya. Como la mía.
Si ‘The Walking Dead’ se abría con una estampa dantesca en la que ya todo estaba muerto (o peor: no-muerto), en Fear TWD la vida sigue. O eso parece. Una vida reconocible, angustiosamente familiar. Pero sabemos que pronto se abrirán las puertas del infierno. Esta vez, esta serie, en una de las ciudades más vivas del planeta. Adiós, mundo cruel. Hola, mundo mucho más cruel.