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Si ir a fondo con el juego, explotando los usos del cotillón hasta sus últimas posibilidades, supone el mayor salvoconducto del shonen generalista, entonces Dan Da Dan se yergue como una de las criaturas más funcionales de todo el anime contemporáneo… Lo cual deja algo en entredicho al resto de cabezas de cartel, digo, Jujutsu y parecidas. Al final, la adaptación del manga de Yukinobu Tatsu sigue la carrera (catastrófica) de dos adolescentes disfuncionales, Momo y Okarun, tras una zanahoria de lo más zafia y gratuita; algo que no es salvar al mundo, ni tampoco vengar la familia de nadie. Okarun ha perdido los genitales por arte de magia y, naturalmente, quiere recuperarlos.
Hay secuencias prodigiosas en ‘Dan Da Dan’, un anime fácilmente recortable como muestrario de genialidades y material de AMV
Este mcguffin tontorrón arrastra un vivaracho mantel por donde se escampan generosas cantidades de fantástico sin reparos (alienígenas y fantasmas, juntos y revueltos), con un chorrazo de comedia a lo Charlot (se corre mucho, pero el malentendido es el mayor obstáculo) y, cuando toca, alguna cucharada de drama hondo. Pero son los géneros los que aquí brillan cual grafitis recientes, cimentados sobre la pared fiable de los arquetipos e intensos, a prueba del sol. Producen el estudio Science Saru y dirige por Fuga Yamashiro, en el equipo de las geniales Keep Your Hands Off Eizouken! o Tatami Time Machine Blues, dos retablos tan juguetones como el que nos ocupa, si bien mucho menos dosmileros y espitados.
Un Crazy Frog de altísimo presupuesto
Hay secuencias prodigiosas en Dan Da Dan, un anime fácilmente recortable como muestrario de genialidades y material de AMV. Hablamos de combates adrenalínicos y psicoactivos a la par, dignos del borboteo visual de los trabajos coloridos de Trigger (Kill La Kill) o los alucines de 4ºC (Mind Game), así como de las obras previas del mismo Science Saru… Eso sí, la caza de la genitalia de Okarun coge carrerilla a base de encontronazos sobrenaturales que suelen conllevar un bicho muy grande —un cangrejo demoníaco, un enorme dios judoka, Godzilla, el monstruo del lago Ness—, que arrolla con todo sin ningún sentido de la escala ni de su propia estupidez. En este sentido, marida de lujo con una memez plenamente internauta.
No obstante, que hacia su segmento final algunas de las secuencias de acción flaqueen en la espectacularidad de sus planteamientos, viéndose más baratas en comparativa, es un golpe especialmente duro para la adaptación de Yamashiro. Por saberla mejor, por esperarla la mejor. Porque pocos animes se disfrutan más sobre menos (ínfulas). Supongo que esta bajada en la calidad viene como gaje de “hacer anime como los demás”, atendiendo al corto recorrido de Science Saru dentro de la élite más comercial del anime. Esto, por ejemplo, no pasaba en Ping Pong, donde toda pulcritud y verismo eran descartados automáticamente en favor del borrón y la cinética pura. Si no había presupuesto para hacerlo bonito-caro, se hacía bonito-barato.
Resulta curioso que ‘Dan Da Dan’, donde el revoltijo entre la acción y la comedia se abandera con orgullo […], consiga a su vez llegar tan hondo en el ejercicio del melodrama
Y que el material de Tatsu tenga poco interés en innovar en las fórmulas de la montaña rusa, donde siempre más es mejor, no ayuda. Tampoco que en anime, en general, exista aún un empeño incuestionado por convertir cada pelea en una larguísima partida de ajedrez mal explicada. Afortunadamente, para terminar de convencernos de lo trepidante del conjunto, acude la música de Kensuke Ushio (Chainsaw Man), quien trae a los bucles épicos del anime un batiburrillo gustoso de texturas muy, muy dispares: del ‘Guillermo Tell’ de Rossini al ‘Desire’ de U2, con recortes como de Fatboy Slim e interludios de reguetón.
Triple de cal y triple de arena
En el potaje “dandadanesco” también caben algunos episodios conmovedores, como de retortijón sentimental al estilo de Pixar, pero con extra de crudeza. El agravio iniciático del episodio ‘Un mundo más amable’ desarma toda ínfula crítica, mientras aspira sin vergüenza alguna a dejarnos el cuerpo mal, o peor (aprenderá de Mamoru Hosoda en cosquillearnos la lagrimilla de forma tan matemática como impepinable).
En anime abrazamos estos exabruptos dramáticos como mera licencia, uno de tantos manierismos tonales propios de un género por regla general bastante abierto al popurrí. Resulta curioso que Dan Da Dan, donde el revoltijo entre la acción y la comedia se abandera con orgullo y los personajes se berrean improperios hasta romper la voz, consiga a su vez llegar tan hondo en el ejercicio del melodrama. Conjuga bien, en cualquier caso, con un momento especialmente dulce para la aceptación popular de mezcolanza desprejuiciosa (véase el triunfo de Emilia Pérez).
Esta es una de tantas pruebas del dominio milimétrico del manga de Tatsu sobre los códigos del shonen, tropos que nunca retopa sino que expande con alegría y pleno sentido de la actualidad
Al mismo tiempo, si Science Saru desafía el momento y el contexto de su distribución —Netflix internacional, “contenido” “para todos los públicos”— resulta por ser justamente muy, muy anime. En el piloto, la jovencísima Momo es secuestrada por un grupo de extraterrestres humanoides masculinos con propósito de violarla (leéis bien). Todo el intento de abuso se retrata con el griterío y los ademanes cómicos de una enfrentamiento shonen cualquiera. Igual que Sasuke y Naruto se discutían, así se defiende ella del grupo de aliens-señores. Son carriles expresivos que la serie viste como ropa holgada, de forma que reconozcamos la distancia entre el hecho, negrísimo, y su representación arquetipada, mientras participamos en ella… Lo cual aligera la indigestión de este pasaje, mientras nos deja en pelotas cuando el humor se retira.
El final de la primera temporada, en el que Momo debe enfrentarse de veras con cuatro agresores humanos de verdad, resulta aterrador por partida doble: porque la situación lo es, y porque antes nos hemos reído. Esta es una de tantas pruebas del dominio milimétrico del manga de Tatsu sobre los códigos del shonen, tropos que nunca retopa sino que expande con alegría y, decíamos, pleno sentido de la actualidad. Sí, las adolescentes Aira y Momo luchan en ropa interior, pero hoy también Okarun tendrá un puñado de planos de su trasero terso. De todas formas, la tranquilidad tras el carácter innegablemente verde de la serie resulta inaudita, sorprendente. Nos recuerda que Dan Da Dan es un cuento, simple y llanamente. Un paréntesis impermeable al chaparrón de afuera que, eso sí, como toda buena historia siempre irá mucho más allá.