Comparte
Allá por los años 90 apareció, en las pantallas de televisión de todo el mundo, el exclusivo instituto West Beverly Hills (Sensación de Vivir) con sus envidiadas taquillas y, desde entonces, se han sucedido otros homólogos a lo largo de los años: el Constance (Gossip Girl), La Laguna Negra (El Internado), el Hartvig Nissen (SKAM), el más reciente Las Encinas (Élite) y decenas más… hasta llegar al elitista internado Hillerska.
En el exclusivo Hillerska se sitúa la trama de la serie sueca de seis capítulos, producción propia de Netflix, Young Royals/Jóvenes Altezas. Creada principalmente por Lisa Ambjörn, esta propuesta representa una bocanada de aire fresco en el mundo de las series juveniles centradas en colegios, institutos o internados.
Aún partiendo de una misma base en la que las diferencias de clase social representan el marco sobre el que se articula la historia, Jóvenes Altezas se enriquece con tramas y subtramas de gran complejidad. Y no es que algunos alumnos tengan más dinero que otros o que se destaque la presencia de becados, sino que se teje el hilo argumental desde sus opuestos más extremos: monarquía y pueblo llano.
La historia principal versa en torno al príncipe Wilhelm (un experimentado Edvin Ryding), inicialmente segundo en la línea de sucesión al trono de Suecia, al que envían a estudiar a un internado para tenerlo controlado y que sus conductas inapropiadas no perjudiquen la imagen pública de la casa real. En el primer capítulo de Jóvenes Altezas todavía no se asientan las bases de lo que representará el devenir de la serie y, por eso, es necesario dejarla que marque su propio tempo de evolución.
‘Jóvenes Altezas’ ofrece profundidad y reflexión. Se desmarca, así, del postureo del que presumen la mayoría de las series juveniles hasta la fecha
De hecho, al final de ese primer capítulo, el propio Wilhelm descoloca rompiendo la cuarta pared y queriendo transmitir algo parecido a “esto no es lo que parece”. Una vez en Hillerska, el joven príncipe se enamorará del plebeyo Simon (el cantante y actor novel Omar Rudberg) y, paralelas al crecimiento de su romance, transcurrirán las historias de los otros personajes secundarios, que enriquecen el conjunto.
August (interpretado espléndidamente por Malte Gårdinger) es primo de Wilhem y, en un principio, será su mentor en Hillerska. Este personaje quizás sea uno de los más complejos por la carga emocional que acarrea en cuanto a su origen dinástico, las obligaciones que conlleva dicho título y el deseo exacerbado de mantenerse con ese status privilegiado a todo costa, aún habiendo perdido todo su patrimonio.
Además, está Felicie (Nikita Uggla), hija de una familia noble, que debe lidiar con las frustradas aspiraciones que su madre carga sobre ella y Sara (Frida Argento), hermana de Simon, que reconoce abiertamente y con toda naturalidad que padece Asperger y TDAH.
El personaje de Sara, precisamente, es el que quizás se ha dado menos a conocer en esta primera temporada de Jóvenes Altezas pero, a la vez, el que mayor potencial dramático podría tener. Porque, dejando de lado sus enfermedades, las acciones y actitudes de Sara han hecho recordar muy vivamente a aquella Jenny Humphrey de la primera temporada de Gossip Girl. El personaje de Sara promete porque tiene muy claro a dónde quiere pertenecer… y es al círculo de gente poderosa.
En conjunto, Jóvenes Altezas ofrece profundidad y reflexión. Se desmarca, así, del postureo del que presumen la mayoría de las series juveniles hasta la fecha. Y puede alardear de una autenticidad en sus historias, tramas, actuaciones, dirección y fotografía de la que adolecen otras propuestas. La española Élite sin ir más lejos.
Lo realmente maravilloso es que estos hechos se hayan mostrado de forma tan desnuda y que no eclipsen la verdadera historia de cada personaje, sino que la enriquezcan.
En sólo seis capítulos, esta propuesta sueca de Netflix se acerca a temas serios desde una óptica respetuosa a la vez que natural y reflexiva y pone sobre el mesa el tema de drogas y alcoholismo, enfermedades mentales como Asperger y TDAH, la masturbación femenina, los trastornos de la propia imagen, la diferencia de clases sociales, la presión por cumplir las expectativas de los padres, los ritos iniciáticos y novatadas, el poder de las redes sociales, la sororidad entre mujeres, las obligaciones (obsoletas) de la monarquía…
Todo un listado de temas que Jóvenes Altezas plantea sin grandes aspavientos ni fuegos artificiales, de forma natural. Y de igual manera fluye la historia de amor entre Wilhem y Simon: a detalles, rozando los planos poéticos, lentamente y desde una posición libre de prejuicios. Al igual que lo es la mirada empática de la misma generación Z que retrata, esa que actualmente ronda los 20 años.
Porque sí, el plantel protagonista de Jóvenes Altezas es realmente púber, ya que, como máximo, roza la veintena de edad, y eso afianza, todavía más, la autenticidad de la serie (de nuevo te reprendemos a ti, Élite). Las secuencias exudan la misma frescura, naturalidad e inseguridad que los propios personajes que, aún así, (una cosa no tiene que ver con la otra) llevan a cabo un gran trabajo interpretativo.
Resulta maravilloso contemplar el personaje de Felicia que no encaja en una talla 36 y se escapa de los cánones normativos de peso, o vislumbrar las marcadas ojeras del personaje de Sara a través de su lágrimas e incluso apreciar en un primer plano las incontables marcas de acné sin maquillar en el rostro del personaje de Wilhem. Pero lo realmente maravilloso es que estos hechos se hayan mostrado de forma tan desnuda y que no eclipsen la verdadera historia de cada personaje, sino que la enriquezcan.
Se podría pensar que el hecho de que el protagonista de esta serie sueca sea príncipe permitiría engrosar el listado de producciones históricas monárquicas. Pero lo cierto es que no es así. El origen noble y, por ende conservador, de Wilhem es únicamente una excusa del guión que permite justificar el resto de la trama pero no se ahonda en los temas de la realeza. Por lo que esta serie no se asemejaría a The Crown, Los Tudor, Wolf Hall, Reign o similares…
La perspectiva pausada de la generación que muestra ‘Jóvenes Altezas’ es rica en su complejidad y bien merece su disfrute de la misma forma calmada.
Aunque sí es cierto que se insinúa sutilmente de qué manera los contactos establecidos en un entorno escolar entre semejantes, del mismo origen noble, se mantendrían a lo largo de los años. La existencia de sociedades secretas, aunque tenuemente apuntadas, existirían regidas por unos códigos de lealtad, para prevenir la extinción de las familias nobles. Es decir, mantener un status quo que siguiera favoreciendo a los ya de por sí privilegiados. Aunque insinuados… los visos de realidad son apabullantes.
La profundidad en los temas y la autenticidad en el planteamiento de Jóvenes Altezas se acompaña de una realización y dirección acorde bajo la batuta de Erika Calmeyer. Es esta una dirección y una fotografía calmada, pausada y elegante al estilo de la serie SKAM de sus vecinos noruegos.
Visto de forma global, pudiera parecer que existe un estilo escandinavo de series más natural, fluido, discreto y nada artificioso que huye de las estridencias típicas de las sobreproducidas series americanas o incluso del estilo español más pasional, impulsivo… y, en definitiva, temperamental.
En cualquier caso, la perspectiva pausada de la generación que muestra Jóvenes Altezas es rica en su complejidad y bien merece su disfrute de la misma forma calmada. Valorando cada capítulo con todo lo que consigue aportar y quizás sea ese el significado de la segunda y última vez que Wilhem rompe, de nuevo, la cuarta pared al final de la serie. Entre ambas miradas la vida sucedió…