Crítica: 'Los Hombres del S.A.S': Autopista hacia el infierno
Crítica: 'Los Hombres del S.A.S'

‘Los hombres del S.A.S’: Autopista hacia el infierno

Gamberra y disfrutona, la nueva serie de Steven Knight (‘Peaky Blinders’) parte de hechos reales para convertir la Segunda Guerra Mundial en escenario de pura y violenta diversión.

“Go. Kill. Return. Go again”.

AC/DC a todo volumen y una panda de soldados chiflados acribillando nazis y haciendo explotar sus aviones en un conjunto de misiones temerarias. Contexto: Segunda Guerra Mundial, 1941. Norte de África, los panzer de Rommel y sus tropas del Afrika Korps se acercan peligrosamente a Tobruk, con la idea de llegar hasta El Cairo y tomar el Canal de Suez, arteria estratégica de control del Mediterráneo, y avanzar después hacia Oriente Medio. En palabras de Winston Churchill, “el mundo anglosajón está atravesando un oscuro y mortífero valle”. En palabras de un soldado, “estábamos jodidos”.

Más contexto: un tal David Stirling, oficial escocés de familia noble, pasaría a la historia por fundar una unidad de operaciones especiales, el Destacamento L del Special Air Service, que operaba de forma un tanto anárquica, acampada en pleno desierto, tras las líneas que el Eje tenía a lo largo de toda la costa. Inicialmente compuesta de 60 hombres, diezmada en un primer intento suicida lanzándose en paracaidas en plena tormenta de arena, y después asesorada y completada con hombres del Long Range Desert Group, la unidad S.A.S. no entendía de normas convencionales. Los tipos que la formaban se regían por códigos distintos, despreciando las formalidades. Eran perros de la guerra, máquinas de matar.

‘Los Hombres del S.A.S’ está disponible en HBO Max

El plan previsto para la nueva unidad: ataques coordinados, en pequeños grupos y desde la retaguardia, a instalaciones enemigas como aeródromos, depósitos de combustible y almacenes de abastecimiento. Un conjunto de operaciones casi quirúrgicas, a veces también torpes por la inconsciencia de unos soldados con un débil instinto de supervivencia, casi siempre exitosas para los intereses británicos.

En la formación y las primeras misiones del Special Air Service pone el foco Steven Knight, padre de los Peaky fucking Blinders (y de See, y de Taboo), en esta su nueva serie, que parte del libro homónimo de Ben Macintyre.

La serie comparte el espíritu de clásicos del cine bélico como La gran evasión, Doce del Patíbulo, Los violentos de Kelly Malditos Bastardos

Basados en hechos reales, los acontecimientos representados, aunque puedan resultar increíbles… son en su mayor parte reales”, advierten unas letras blancas sobre fondo negro al inicio de cada capítulo. Hay espacio, pues, debe haberlo, para las licencias, porque Knight hace aquí una firme apuesta por la diversión, la irreverencia y el puro espectáculo. Sin restarle crudeza ni frivolizar más de la cuenta, se podría decir que Los hombres del S.A.S. comparte el espíritu de clásicos del cine bélico como La gran evasión, de John Sturges; como Doce del Patíbulo, de Robert Aldrich; como Los violentos de Kelly, de Brian G. Hutton. Y de clásicos instantáneos como los Malditos Bastardos de Tarantino.

El David Stirling dibujado por Steven Knight es un buscavidas caradura, un seductor con tantos modales como ego, alma pendenciera en cuerpo de caballero de alta cuna, capaz de vender cubitos de hielo en el Polo Norte. Interpretado con toneladas de carisma por un estupendo Connor Swindells (Sex Education), el fundador de los S.A.S.

Connor Swindells pasa del amor (Sex Education) a la guerra

Stirling ejerce de motor de la función, junto a dos viejos compañeros de instrucción: por un lado, el teniente galés Jock Lewes, tan profesional y rígido como sensible de puertas adentro, y al que da vida Alfie Allen (el Theon Greyjoy de Juego de Tronos); por el otro, el teniente irlandés Paddy Maine, poeta y jugador de rugby, buscalíos de gatillo fácil, aficionado a pegarse con cualquiera, habitual de los calabozos, al que borda Jack O’Connell (visto en series como Skins, Godless o La sangre helada).

Ellos marcan la línea de una serie cuyo eje fundamental está en las misiones, tiroteos y explosiones, también en la convivencia y en los ratos de caluroso ocio bajo el sol. Pero que disfruta jugando al glamour de las reuniones de alto nivel con generales y ministros, o al birlibirloque de los espías, a los tejemanejes de los servicios de inteligencia, con Sofia Boutella y Dominic West (eterno McNulty en The Wire, ahora príncipe Charles en The Crown) contrainformando desde los lujosos clubs nocturnos de El Cairo.

Steven Kight y su violento y chiflado pelotón nos regalan una serie canalla, emocionante, testosterónica, gozosa y divertidísima

El creador y showrunner le da a todo el asunto un aire gamberro y disfrutón, con un posmoderno filtro visual y, fundamentalmente, sonoro. En la primera escena, con un convoy atravesando dunas, escuchamos una juguetona marcha de aires clásicos que remite al Coronel Bogey y a Malcolm Arnold, o a una evasión de Elmer Bernstein.

Pero no tardará en irrumpir casi por sorpresa el If You Want Blood You’ve Got It de AC/DC para dejarnos claro que el sentido del espectáculo de Los hombres del S.A.S. permite la convivencia de música de la época (del mítico Sing, Sing, Sing, With a Swing de Benny Goodman a Arthur Askey o Gracie Fields, incluso a Charles Trenet y su Boum) con el rock de dureza variable de Judas Priest, Motörhead, Black Sabbath, The Ramones o los omnipresentes AC/DC. Una mezcla sonora cuyos fabulosos efectos narrativos ya conocía bien Steven Knight de los no tan lejanos tiempos de Peaky Blinders.

Así las cosas, y a lo largo de los seis capítulos de su primera temporada (más vale que haya una segunda), Steven Kight y su violento y chiflado pelotón nos regalan una serie canalla, emocionante, testosterónica, gozosa y divertidísima que hubiera enloquecido a John Sturges y a Steve McQueen, a Lee Marvin y a Robert Aldrich.

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