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El 7 de agosto de 2019, apenas dos meses y medio después del discutido final de Juego de tronos–la serie que había dominado la década–, Netflix anunció un megacontrato exclusivo con los creadores y showrunners de ésta, D.B. Weiss y David Benioff. Mientras todo el mundo despotricaba de ellos por la decepcionante última temporada de la exitosa serie y en HBO parecían no estar muy por la labor de seguir con ellos, la plataforma de Silicon Valley no lo dudó. Reed Hastings decidió ponerlo todo sobre la mesa y llevarse a su querida plataforma a los creadores de la serie que estableció las bases del actual modelo de serie blockbuster. El problema de los 3 cuerpos
Casi cinco años después del anuncio de aquel sonado contrato de 200 millones, Netflix ve por fin los resultados de tal apuesta y está en posición de estrenar la que puede ser la serie blockbuster del año y quién sabe, si de la presente década: El problema de los 3 cuerpos. A priori, y tras ver los ocho episodios de la primera temporada de El problema de los 3 cuerpos, esta declaración puede antojarse algo atrevida. Pues la nueva serie de D.B. Weiss y David Benioff no está exenta de problemas pero aún así, tiene todos los ingredientes para enganchar a la audiencia y todo el potencial para marcar una época en lo que a series blockbuster se refiere.
El panorama, eso sí, es muy distinto al que se encontró Juego de tronos cuando llegó; hay mucha más competencia y demanda de series de gran presupuesto y dimensiones épicas. Y además, el aspecto “rompedor” –lo pongo entre comillas pues esto también es discutible– que tenía Juego de tronos en sus inicios está más difuminado en El problema de los 3 cuerpos. Por no hablar de las ganas que gran parte del público, la crítica y la industria le tienen a D.B. Weiss y David Benioff –y de paso a Netflix– lo cual, sin duda, condicionará el juicio de muchos visionados que se decantarán por el costado negativo o directamente, el escarnio.
La serie demuestra ambición, épica y ganas de hacernos disfrutar con algunas de las ideas más atrevidas y locas que hemos visto en la ciencia ficción reciente
La invasión que nunca llega (o sí)
Dicho esto, con El problema de los 3 cuerpos sus creadores demuestran cómo quieren dejar atrás los días de Juego de tronos a lo grande: atreviéndose con una serie basada en el libro bestseller de ciencia ficción de Liu Cixin a la que todo el mundo prestará atención. Si más no, debemos agradecer sus agallas y aplaudir su ambición, así como su gusto por la épica.
De todo ello se beneficia enormemente la serie; una serie blockbuster sin complejos de las que hacía ahora un tiempo que no estrenaba Netflix. A lo largo de sus ocho episodios, El problema de los 3 cuerpos demuestra precisamente ambición, épica y ganas de hacernos disfrutar con algunas de las ideas más atrevidas y locas que hemos visto en la ciencia ficción reciente. Sin duda, los fans del género, tanto aquellos más “harcoretas”, como los más casuales, disfrutaran ante algunas de las situaciones que plantea la serie.
La trama principal de El problema de los 3 cuerpos (y creedme, el concepto “principal” aquí es difícil de discernir entre tanta línea argumental y las características expansivas de la serie) es la de una invasión alienígena en la Tierra. Eso sí, una invasión que se producirá dentro de 400 años.
En el momento que la noticia sale a la luz, tras una serie de acontecimientos que hacen arrancar la trama, la principal preocupación de los habitantes de la Tierra (y la de los protagonistas) será reforzar una defensa futura y evitar los sabotajes que están llevando a cabo los alienígenas, una civilización llamada San-Ti, en la actualidad. Acciones tales como los suicidios en cadena de los principales científicos de la Tierra, la interacción y espionaje constante a través de ordenadores multidimensionales de nivel subatómico o la creación de un culto humano a los San-Ti –el enemigo en casa– que actúa según sus órdenes.
Los problemas de ‘El problema de los 3 cuerpos’
El núcleo protagonista de El problema de los 3 cuerpos son los llamados “cinco de Oxford”. Un grupo de amigos con suertes dispares –e interpretaciones dispares también por parte de sus actores, solo salvamos a Jess Hong y Alex Sharpe– que se dedican, cada una a su manera, a la ciencia y la tecnología. La extraña muerte de su antigua profesora y mentora los vuelve a unir justo cuando empieza la serie. Cada una de las líneas argumentales que se van trazando a lo largo de la temporada recae en cada uno de ellos, llevándolos hasta su momento culminante, llegue cuando llegue su destino.
La condensación de los libros en tan solo ocho capítulos genera problemas, aunque es cierto que algunas de las tramas y personajes que se han priorizado son de lo mejor de la serie
He aquí el principal cambio respecto a la novela china original: dividir un único protagonista en cinco. Pese a que cada uno de ellos proviene de personajes que salen a lo largo de los libros, esta división en cinco del protagonismo conlleva ciertos problemas que lastran parte del buen resultado final de la serie. Y es que este recurso dispersa, por un lado, el foco de la narración en un momento tan importante para engancharse a una serie como es el inicio, haciendo que nos sobren personajes o nos cueste involucrarnos con ellos y por otro, en la parte final de la temporada, hace que se precipiten algunos acontecimientos para que todo tenga sentido.
Una decisión entendible desde el punto de vista de la pura economía narrativa (se nota que querían poner toda la carne en el asador en esta primera temporada) pero que aún así tiene un alto peaje y resta sofisticación. Otra de las decisiones entendibles y más evidentes es la del mero hecho de ser una adaptación norteamericana y por tanto, querer llevar parte de la acción –al menos han mantenido una buena parte en China– a un espacio angloparlante, en este caso Gran Bretaña. En todo caso, queda claro que al igual que con Juego de tronos, a Benioff y Weiss les gusta partir de un producto preexistente pero necesitan de cierta libertad para irse por sus propios derroteros, por lo que podemos esperar desviaciones aún más grandes en las futuras temporadas –que doy por hecho que las habrá, aunque nada es descartable–.
La serie tiene un potencial enorme y está en la mejor plataforma posible para ser un éxito sin paliativos
Así pues, de esta condensación de los libros en tan solo ocho capítulos provienen pues los problemas de El problema de los 3 cuerpos aunque es cierto que algunas de las tramas y personajes que se han priorizado para esta primera temporada son de lo mejor de la serie, como son el personaje de Liam Cunningham, Thomas Wade y todo lo relacionado con su proyecto de defensa, así como las ideas tras el Proyecto Escalera o el otro gran personaje de la serie, por ahora, el detective interpretado por Benedict Wong.
Somos insectos y a mucha honra
Pese a todo lo indicado anteriormente, el balance de El problema de los 3 cuerpos es más que positivo. Puede que no tenga el contundente impacto de Juego de tronos pero tiempo al tiempo. La serie tiene un potencial enorme y está en la mejor plataforma posible para ser un éxito sin paliativos.
El mundo que presenta la serie es rico en capas politicosociales, expansivo en el tiempo y sobre todo, muy apasionante en su base científica. Esto último le permite que aquellos momentos más locos partan de un planteamiento creíble que los hace funcionar bien en la pantalla. Por muy inverosímiles que sean ideas como el envío de un cerebro congelado a través del espacio o la mejor escena de toda la serie, la destrucción del buque de los seguidores de los San-Ti, cortado a pedazos como si fuera un huevo duro, estas funcionan a las mil maravillas y son lo que hacen que nos enganchemos realmente a la serie.
Pero lo mejor de todo El problema de los 3 cuerpos es su perspectiva humanista en el momento de plantear una posible invasión alienígena. Lejos de los discursos fatalistas o inclinaciones nihilistas de tantos blockbusters de este calibre, esa manera optimista de encarar los problemas, de avanzar tecnológicamente y creer en la la humanidad cuando todo parece en contra hermana a la serie y la novela con una forma de hacer ciencia ficción clásica, propia de referentes como Isaac Asimov o Gene Roddenberry.
Cuando menos se espera que la humanidad de la talla, el orgullo por ser humanos sale a relucir para garantizar la supervivencia. La serie reivindica la importancia de tener una civilización que pese a sus muchos problemas, injusticias, debilidades y discrepancias internas, ha conseguido llegar a cotas de progreso tecnológico impensables hace apenas relativamente poco tiempo. En ningún momento vemos a los San-Ti, dejando a la imaginación su aspecto real y pese a que en su más sonada interacción con los habitantes de la Tierra nos llamen insectos, el final de la temporada deja muy claro que precisamente en esos insectos puede estar la clave de la resistencia humana. Esperaremos con ganas el devenir de esta nueva aventura.