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Justo en el ecuador de su camino, y en un momento rematado por un plano que trae a la memoria cinéfila el mítico final de Duelo al sol (King Vidor, 1946), Elsa Dutton descubre que las infinitas posibilidades que prometía su conquista del Oeste estarán marcadas por la muerte.
Su insultante juventud y belleza, sus ansias de conocimiento y libertad, sus sentidos disparados ante el paisaje virgen que se abre ante ella, se ven golpeados de sopetón por los peligros de lo desconocido, adelantando la pérdida de su inocencia sin piedad alguna.
La protagonista de 1883 abre los ojos, pero los espectadores lo hemos hecho mucho antes: ya en la primera escena de la serie se nos avisa de que la historia que estamos a punto de ver estará contada por alguien con una flecha que atraviesa su hígado. Si hacemos memoria, en los primeros instantes de 1923, la otra precuela de Yellowstone (la de Harrison Ford y Helen Mirren), la voz en off de… Elsa Dutton (narradora omniscente desde los Cielos, donde sigue cabalgando a Relámpago) revelaba algo muy significativo que aún estaba por llegar.
No destaparemos en este artículo nada que el creador del Universo Yellowstone no cuente en los primeros minutos de sus obras, pero uno diría que Taylor Sheridan no participa demasiado del espinoso asunto de los spoilers. Definido por Elizabeth Olsen, a la que dirigió en la estupenda Wind River (2017) como “un vaquero que es una mezcla entre tu propio padre y el hombre del anuncio de Marlboro”, Sheridan es un antisistema en una industria con la que se resiste a casarse, que escribe a su aire y que vive en un inmenso rancho en Texas. Ninguna prueba y ninguna duda de que los spoilers le importan un pimiento.
Recapitulando, la mirada de una condenada a muerte se convierte en la nuestra para contarnos cómo cruzó el país con sus padres, James y Margaret Dutton, y su hermano John. “El camino al Oeste es para fracasados, pero a mi padre no le empujó un fracaso, lo hizo un sueño”, explicará. Así las cosas, la familia se sumará a una caravana de alemanes que también sueñan con un futuro mejor en la tierra prometida, cruzando el país y adentrándose en lo desconocido, tomando parte de una aventura teñida de sangre que dejará a muchos por el camino, y que, en definitiva, explicará el amor de los Dutton de Yellowstone por sus tierras de Montana.
“Pensándolo bien, hubo dos viajes. Uno estaba lleno de peligros, muerte y desesperación. El otro, de aventura y maravillas. Yo iba en el segundo y me encantaba. Aún no sabía que colisionarían”. Elsa y su capacidad de adaptarse al entorno descubrirán que, como para los cowboys y los trotamundos, el único destino es el propio viaje. Y que no está dispuesta a aceptar lo que le espera en la civilización: casarse, criar hijos y no rechistar.
Con ‘1883’, Sheridan ofrece su western más puro, más conectado a los clásicos del género, confrontando lo espantoso y devastador, y un espíritu casi nihilista, con cierto romanticismo marca de la casa.
En el particular y trágico coming-of-age de Elsa hay espacio para convertirse en vaquera en un mundo de hombres, para enamorarse por encima de sus posibilidades, para cruzar ríos de aguas revueltas y para enfrentarse a cuatreros, serpientes, viruelas, tornados, y flechas de aquellos nativos que se resistían a perder las tierras de sus ancestros a manos del violento rostro pálido y de las mentiras del gobierno.
“El hombre blanco es un lobo, lo mata todo hasta que solo quedan lobos. Entonces los lobos se matan entre ellos hasta que no queda nada, y las tierras vuelven a ser libres”. Taylor Sheridan vuelve a poner el dedo en la llaga, como en Yellowstone, como en 1923, como en Wind River…
Con 1883, Sheridan ofrece su western más puro, más conectado a los clásicos del género, confrontando lo espantoso y devastador, y un espíritu casi nihilista, con cierto romanticismo marca de la casa (como Elsa, nuestro hombre adora las llanuras vírgenes y la esencia perdida con la mal llamada civilización, que se construye matando y destruyendo).
El cineasta, con la complicidad del director de fotografía Ben Richardson, saca todo el partido visual de los paisajes, las puestas de sol y los amaneceres, con amplias panorámicas y tomas aéreas que tratan de hacer sentir al espectador los horizontes de grandeza de un espacio tan protagonista como sus actores.
Aunque el espectador aficionado al western no se resista a las comparaciones con magníficas muestras del género como ‘Deadwood’ o la reciente ‘The English’, la producción que nos ocupa acaba encontrando un notable camino propio.
Y hablando de actuaciones, es imprescindible comenzar con una Isabel May que, aquí, ejerce casi de magnética musa de Taylor Sheridan. En la piel de Elsa, dominando una mezcla de dureza e ingenuidad, la actriz californiana marca la línea y a su alrededor cabalgan y disparan el veteranísimo y carismático Sam Elliott (él es el guía de la caravana, un tipo duro y cansado, en inconsolable duelo, que solo pretende llegar a Oregón y ver el mar por última vez) y la pareja Tim McGraw y Faith Hill, matrimonio en la vida real, ambos leyendas de la música country, aquí padres de la protagonista, y que ya habían asomado encarnando a sus personajes en un varios flashbacks de la cuarta temporada de Yellowstone.
Y tal es el impacto del trabajo de Sheridan en Estados Unidos que 1883 guarda algunas sorpresas en forma de cameos, y nos permite disfrutar de las apariciones de Billy Bob Thornton, Rita Wilson y… ¡Tom Hanks!
Es probable que 1883 peque de una estructura algo repetitiva, en la que se alternan las escenas de acción (con villanos de sorprendente puntería regulera), las discusiones de los tipos duros sobre cómo abordar las dificultades del trayecto, y las escenas íntimas entre madre e hija. Y que se exceda en la prosa azucarada de las omnipresentes y reiterativas reflexiones de la voz en off de Elsa (que, de algún modo, recuerda a los abracadabrantes descubrimientos africanos de Alexandra, el aristocrático personaje de Julia Schlaepfer en 1923).
Consciente de las esclavitudes que implican las franquicias, Sheridan ofrece buen pulso y un puñado de guiños a sus seguidores. Y, aunque el espectador aficionado al western no se resista a las comparaciones con magníficas muestras del género como Deadwood o la reciente The English, la producción que nos ocupa acaba encontrando un notable camino propio. “Para mí, el viaje es el destino”, dice Elsa. Para Taylor Sheridan, también.