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Cuando era pequeña mi padre siempre me insistía muchísimo en apuntarme a defensa personal. Quería que supiera protegerme. Aunque nunca mencionaba de qué, ambos sabíamos el objeto de su preocupación. A mi me daba coraje, porque yo quería vivir tranquila, sin necesidad de aprender a dar patadas o codazos en zonas clave.
No me interesaba el deporte, y mucho menos la autodefensa. Me cabreaba ser yo la que debía aprender a hacer algo para evitar las acciones de un tercero. De una forma u otra siempre he vivido condicionada por ese miedo férreo a ser abordada o violentada por otros. A comportarme de una forma concreta para evitarlo. A vestir de una forma concreta. A hablar de una forma concreta. A existir bajo unas líneas argumentales que nunca eran las mías.
Como niñas, cuando empezamos a tomar nuestras propias decisiones, muchas veces acabamos siendo objeto de crítica o burla. El mero hecho de ser una misma implica una fortaleza y autoconfianza de la que muchas carecíamos. Pero poco a poco, el tiempo puso las cosas en su lugar, y hemos aprendido otros métodos prácticos para combatir el miedo. Y Autodefensa es eso. Dos mujeres jóvenes siendo ellas mismas mientras aprenden a combatir el miedo.
A caballo entre la crónica de una resaca y un retrato generacional hiperrealista, esta serie es una oda a una generación desorientada y atravesada por la angustia vital.
Con diez episodios autoconclusivos, Autodefensa nos sumerge en un mundo de descontrol y amistad femenina salvaje en el que sus dos protagonistas comparten momentos de pura autenticidad. Una serie que remarca la importancia de las experiencias compartidas. Esa idea tan descabellada y necesaria del “no estamos solas ante este sufrimiento”.
‘Autodefensa’ se siente como observar un accidente: lo que veo me desagrada, pero no puedo apartar los ojos de los restos
Creada por Belén Barenys y Berta Prieto, y dirigida por el visionario Miguel Ángel Blanca (Magaluf Ghost Town), Autodefensa nos adentra en la vida de dos veinteañeras afincadas en Barcelona, que hacen lo que les da la gana sin pedir permiso a nadie movidas por la urgencia, el miedo y el FOMO. Dos chicas recién llegadas a la ficción que consiguen algo extraño, casi milagroso: crearse un universo propio. Protect them at all costs!!
Pero debo admitir algo. En sus cinco primeros capítulos Autodefensa se siente como observar un accidente: lo que veo me desagrada, pero no puedo apartar los ojos de los restos. La angustia de vivir y ser mujer en tiempos convulsos, la precariedad emocional, física y económica, la sensación de soledad infinita, la toxicidad de las redes, la autopercepción filtrada por las pantallas…Todo ello, tan cercano, íntimo y doloroso. Tan enraizado a la experiencia de la juventud femenina, fue como observar una radiografía acusatoria mirando de reojo.
Pero entonces llegan los cinco capítulos finales. Boom. De golpe reconecto y todo tiene más sentido. Lo que antes percibía como un expositor extraño sobre el narcisismo de nuestra época, se transforma en una maravillosa exploración de la idea de sobrevivir a un mundo en cambio constante. De ese miedo que comentaba antes. Del reto de vivir siendo constantemente bombardeadas por la tecnología y las opiniones de los otros.
La serie hace muchas cosas bien, y una de ellas es el poner el foco en los tiempos muertos. En todo aquello que sucede previo y posterior a lo extravagante
Autodefensa hace muchas cosas bien, y una de ellas es el poner el foco en los tiempos muertos. En todo aquello que sucede previo y posterior a lo extravagante. A la fiesta. Esa fractura dentro de lo ordinario. Una mirada descarnada a las conversaciones entre amigas y todo lo que sucede en la retaguardia, cuando las luces de discoteca se han apagado y ya no queda nadie en la pista de baile. Un estudio incómodo sobre la identidad, la intimidad y los lugares comunes.
Sé que muchos dirán que este es un tema trillado. Que la autoficción aburre. Y que las mujeres jóvenes enfadadas ya no interesan. ¿Pero a que nadie incide con tanta vehemencia en el abuso de ciertos géneros en las plataformas o la sobrecarga de tramas testosterónicas centradas en la visión del hombre? Donde otras pecan, Autodefensa brilla en su rechazo al paternalismo y las lecciones, y en el abrazo a lo feo y ordinario. Y aunque su sentido del humor puede llegar a resultar incómodo en un primer contacto, todo aquello que nos hace apretar los dientes, termina siendo liberador y profundamente divertido.
Al igual que muchas otras series, cuadros, canciones, películas o libros, Autodefensa nos plantea la eterna pregunta de “¿quién somos?”, y en su autoconciencia de la imposibilidad de ser respondida reside su belleza.
Todas aquellas que hemos tenido un Didac Nadal en nuestras vidas entendemos la serie. O si más nos, nos damos el lujo de disfrutarla a carcajada limpia, sin remordimientos. Y creo que ese, es, sin duda alguna, el mejor síntoma de triunfo.