'Avenue 5': Todo el tiempo del mundo
'Avenue 5'

Todo el tiempo del mundo

A pesar del recelo que pueda causar su ambientación espacial, la nueva comedia de Armando Iannucci para HBO confirma que su creador tiene talento de sobra como para reformular los confines de la sátira política.

Hugh Laurie protagoniza la nueva sátira política de Armando Iannucci / Crédito: HBO España.

El problema principal de Avenue 5 es el tiempo. En la serie, sus personajes tienen demasiado: después de que un crucero espacial para mega-ricos sufra un accidente, todos sus ocupantes deben asumir, cada uno a su manera, que no podrán volver a la Tierra hasta dentro de tres años. Esto es, tendrán que aprender a convivir con esas dos cosas que Einstein decía que eran infinitas: el universo y la estupidez humana.

Pero el tiempo se ha convertido en un problema para Avenue 5 también a este lado de la pantalla, aunque de forma diametralmente opuesta: aquí, lo que me parece es que no se le está dando suficiente. En un mundo tan veloz como el del consumo de series, la paciencia se está convirtiendo en algo cada vez más extraño, aunque curiosamente fuesen las ficciones que «inauguraron» este periodo (The Wire, Mad Men, Los Soprano…) las que nos enseñaron a tenerla. Pero ese es otro tema.

Decía que con Avenue 5 no estamos teniendo paciencia: para una serie que lleva apenas dos episodios emitidos, he leído ya opiniones profundamente decepcionadas con que Avenue 5 no esté a la altura de Veep o no sepa todavía hacia dónde se dirige. Parecería que a Armando Iannucci se le ha subido a la cabeza esto de ser showrunner y con Avenue 5 ha mordido más de lo que podía masticar… pero creo que nada más lejos de la realidad. Ah, y no olvidemos que, en su primera temporada, la propia Veep tuvo críticas que la daban por muerta… sin entender que el secreto de la serie no iba a ser solo la sátira política per se, sino el extraordinario desarrollo de los personajes y los running gags. Es decir, cosas para las que hay que tener… un poco de paciencia.

Pero lo cierto es que, media década después de su estreno y tras ganar el Emmy a la mejor serie de comedia tres veces seguidas, es difícil negar que Veep fue una gran serie. Ese es otro de los lastres de Avenue 5: simplemente, lo nuevo de Iannucci no es Veep en el espacio, como mucha gente esperaba. Es, de hecho, algo muy distinto, no solo por su ambientación espacial, aparentemente alejada de los despachos a los que Iannucci nos tiene acostumbrados, sino también por la apuesta del guionista y su equipo por huir deliberadamente de algunas de las señas de estilo que habían caracterizado su humor hasta ahora.

Iannucci está asociado al humor en entornos de alta presión, en equipos de personas a contrarreloj, pero en ‘Avenue 5’ pasa exactamente lo contrario: hay demasiado tiempo

Con Avenue 5, Iannucci nos propone algo totalmente distinto. Algo que, de hecho, tampoco es estrictamente una parodia del género de ciencia-ficción, sino más bien una apropiación de algunos de sus lugares comunes (el crucero espacial, la figura del capitán y su importancia para el resto del equipo, la constante jerga científico-técnica…) para, reinterpretándolos, extraer de ellos todo lo que a Iannucci le hace reír, ya sea ahora, en Veep o en The Thick of It: la irresponsabilidad de las personas que están situadas en los puestos de más alta responsabilidad que existen, el recelo ante cualquier muestra aparente de comunicación sincera entre seres humanos o, en fin, la certeza de que lo más divertido que hay es ver a alguien fracasar… mientras piensa que está triunfando. Todos estos elementos lucen en Avenue 5 gracias a un guion que, si bien está encontrando todavía su tono, por lo general funciona; y un estupendo reparto, capitaneado por un Hugh Laurie al que es una alegría volver a ver en papeles estrictamente cómicos.

Avenue 5 resitúa algunas de las obsesiones cómicas de Iannucci en un entorno totalmente distinto, sí, pero es que además las trabaja desde una temporalidad también completamente novedosa. El guionista es tradicionalmente asociado al humor en entornos de alta presión, en equipos de personas que se enfrentan constantemente a un contrarreloj: todo ello favorece los intercambios verbales rápidos y espontáneos, los gritos y las carreras, el estilo de cámara frenético y casi documental… Pero, volviendo a lo que decíamos al inicio del artículo, en Avenue 5 pasa exactamente lo contrario: hay demasiado tiempo. Uno de sus gags principales, de hecho, casi parece un aviso de Iannucci para todos aquellos que esperasen una serie llena de metralletas verbales: en las comunicaciones entre el crucero y la Tierra hay un delay de casi 30 segundos, por lo que mantener una conversación frenética es, literalmente, imposible.

En el mundo de Avenue 5, hay que esperar. Yo, aunque sea porque los chistes de cadáveres (y en la serie ya hay unos cuantos) me hacen gracia, o porque creo que hay que pensarse bien las cosas antes de decirlas, esperaré un poco más antes de condenarla.

 

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