Crítica de 'Todos mienten': Aquí hemos venido a jugar
'Todos mienten'

Aquí hemos venido a jugar

La nueva serie de Movistar +, creada por Pau Freixas, es un thriller adictivo que se puede ver de un tirón, y en el que los mecanismos del género son llevados al límite gracias al inteligente uso del humor

Miren Ibarguren en una escena de 'Todos mienten'.

Es normal que al hablar de Todos mienten nos vengan a la mente Big Little Lies o, en fin, todo ese subgénero de thrillers lujosos ambientados en comunidades cerradas, en los que les pasan cosas muy malas a gente muy rica. Asesinatos. Secretos. Infidelidades. Ya saben.

Aquí, el plato fuerte es la relación prohibida entre Macarena (Irene Arcos), profesora de instituto, e Iván (Lucas Nabor), uno de sus alumnos. Cuando un vídeo colgado en internet hace público uno de sus encuentros sexuales, la exclusiva comunidad de Belmonte, el pequeño mundo en el que ambos residen, se pone patas arriba. Poco después, claro está, aparece un cadáver en el acantilado. El suspense está servido. 

Pero lo cierto es que la serie, recién estrenada en Movistar + este viernes 28 de enero, en realidad se acaba pareciendo más a una partida de Cluedo que a esos otros referentes, aunque sin duda también estén presentes. Porque Todos mienten tiene el ritmo y el tono de un enorme juego, en el que las bases del thriller y el misterio son dinamitadas constantemente por el humor, el cambio de perspectiva, el guiño al espectador. Y es que como cuenta su creador, Pau Freixas, “el juego incluye, claro, la resolución del crimen, pero también incluye jugar con los tonos”.

“Soy bastante chapas, me gusta contar las cosas que me gusta contar y me gusta contarlas con capas”, nos dice Freixas.

En Todos mienten hay drama y hay suspense para aburrir, pero lo que eleva la serie es su particular visión de estos géneros, muy desencantada con ellos, muy distanciada. Casi paródica. La última apuesta de Movistar + se permite combinar una banda sonora que parece directamente extraída de Se ha escrito un crimen con una canción flamenco-pop de Soleá Morente. Y esto en sus primeros cinco minutos. 

Pau Freixas atendiendo a los medios durante la première de ‘Todos Mienten’ | Crédito: Diego Lafuente

En este juego, claro está, el que mueve las fichas es el propio Freixas. Detrás de series tan reconocibles y exitosas como Polseres vermelles, Sé quién eres o Benvinguts a la família, el catalán se ha ido labrando una carrera televisiva en la que el ojo por lo comercial, la inteligencia a la hora de manejar el tono y la voluntad de ir más allá de lo evidente han ido casi siempre de la mano. “Soy bastante chapas, me gusta contar las cosas que me gusta contar y me gusta contarlas con capas”, nos dice Freixas.

Aquí este acercamiento al género se traduce en una serie en la que existe un equilibrio entre la “frivolidad de los mecanismos de enganche” y otros recursos de más peso autoral, como el mencionado acercamiento humorístico al género pero también momentos poco comunes, por su peso dramático, en un thriller de estas características, como por ejemplo el estupendo monólogo en plano fijo que supone el centro del quinto episodio de la serie. Todos mienten consigue, a lo largo de gran parte de su duración, escapar de los aspectos más apolillados de su premisa gracias a su inteligencia a la hora de volver elásticos los mecanismos de este subgénero tan particular. 

Esta diferenciación viene dada, en primer lugar, por el estupendo trabajo de cámara de Freixas y su equipo, capaz de extraer la máxima tensión, ya sea cómica o dramática, de cada una de las secuencias del afinado guion. Si bien es cierto que la serie se va relajando conforme pasan los episodios, sus primeros compases avanzan a un ritmo tan bien medido que es realmente difícil apartar los ojos de la pantalla. Y aquí hay que reconocer el extraordinario mérito de un elenco que parece ser totalmente consciente de que han venido a jugar.

Este acercamiento de ir por casa al género desemboca en unos personajes que, más que hipócritas o calculadores, son humanos.

Un cásting capaz de manejar igual de bien la comedia, el drama o el misterio, con nombres como la ya mencionada Irene Arcos (que se echa la serie a sus espaldas, sobre todo en su estupendo primer episodio), Natalia Verbeke, Eva Santolaria, Miren Ibarguren, Leonardo Sbaraglia, Juan Diego Botto, Ernesto Alterio o un Jorge Boscbh en estado de gracia cómico. El trabajo de Freixas con todos ellos sale a relucir sobre todo en la ambivalencia con la que se comportan sus personajes, “impulsivos e imperfectos, nada de maquiavélicos o retorcidos”, lo que parece un alejamiento consciente del creador de la serie del tono con el que él y su equipo construyeron Sé quién eres

En aquella, uno de los mayores éxitos de Telecinco en la ficción prime time de la última década, todo funcionaba como un enorme reloj de máxima precisión. Su frialdad, claro está, tenía sentido por su voluntad de asomarse a ese mundo de psicópatas que se mueven en las altas esferas, pero también hacía que la serie estuviese un poco deslocalizada.

El reparto de ‘Todos Mienten’, junto a Pau Freixas, posando en la première | Crédito: Diego Lafuente

Sé quién eres era un thriller ambientado en España, sí, y la Barcelona que retrataba era sin duda reconocible, pero tal vez sus personajes eran demasiado implacables, demasiado perfectos, para habitar en un país como el nuestro, en el que tal vez la improvisación y la chapuza sean dos de las mayores señas de identidad. Todos mienten supone un giro de 180 grados, rozando por momentos incluso el esperpento en su interés por construir una crítica, aunque no sea increíblemente profunda, de ciertos caracteres de la sociedad española.

En ese sentido, Freixas nos cuenta que el punto de partida de todo el andamiaje de género de la serie es en realidad bastante cotidiano: los grupos de WhatsApp de los padres del colegio de sus hijos. “Aquí dentro das una noticia y se convierte en una bomba expansiva que invade todo el colegio”. Este acercamiento de ir por casa al género desemboca en unos personajes que, más que hipócritas o calculadores, son humanos. “Al final, el género, el misterio, la trama, no dejan de ser mecanismos con los que construyes el relato, pero lo que hay detrás son cosas muy personales, y ahí creo que tiene que haber verdad”.

Una verdad que, en Todos mienten, a veces pasa por la risa y a veces por la tragedia, pero que casi nunca deja de estar presente. En un momento en el que la producción constante de series parece otorgarnos a la vez propuestas vacías pero absolutamente comerciales y apuestas de autor dirigidas a un nicho muy específico, la serie de Movistar + consigue acomodarse en un estupendo punto intermedio

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