'Això no és Suècia': Al borde de un ataque de nervios
Crítica de la serie

‘Això no és Suècia’: Mujeres, y hombres, al borde de un ataque de nervios

Bajo la apariencia de una ficción que reflexiona sobre la crianza respetuosa y que pone sobre la mesa las contradicciones, alegrías y frustraciones, de la pa/ma-ternidad, 'Això no és Suècia' es, en realidad y más allá, una lúcida mirada a cómo hacer frente a los pequeños e inevitables fracasos del día a día.

“No puedes controlarlo todo”. Esa es, quizás, la afirmación más relevante de entre las frases relevantes que escuchan los padres y madres protagonistas de Això no és Suècia (Esto no es Suecia). A lo largo de sus ocho capítulos, la primera serie nacida de la mente de la actriz Aina Clotet, cocreadora junto a Valentina Viso y Daniel González, pone el foco en la crianza respetuosa, la que pone a la niña o al niño en un plano de igual a igual respecto al adulto. También en las obsesiones y frustraciones, las dudas y las miserias, las neurosis y los fracasos, y, claro, las ansias de control de un grupo de padres y madres que tratan de romper con enquistadas maneras de educar a sus hijos, las convencionales, las de siempre hasta ahora.

Cuenta Aina Clotet que esta serie nace tras acudir a unas terapias para progenitores que se organizaron en su barrio y a las que la invitaron junto a su pareja, el también actor Marcel Borràs. Allí, bajo el cobijo de esas catárticas charlas, conoció a Sergi Cameron, el ahora coproductor, y de sus experiencias nace la ficción que nos ocupa. Això no és Suècia parte de un momento de radical cambio de vida de una pareja, Mariana y Sam (Clotet y Borràs), padres de una niña de cuatro años y de un bebé, que dejan los agobios de la gran ciudad para mudarse a una zona residencial en medio de la Serra de Collserola, tan lejos y tan cerca de Barcelona. Buscan aire puro y naturaleza, sostenibilidad y educación libre y sana para sus críos.

'Això no és Suècia'

Aina Clotet y Marcel Borràs son los padres en apuros de ‘Això no és Suècia‘.

Inspirados en el siempre icónico referente sueco, intentan tirar adelante con un cambio de roles: ella ha vuelto al trabajo, con un nuevo negocio con una pata benéfica y otra más especulativa, de exposición y venta de alfombras marroquíes con historia (y olor a camello); él, por su parte, mucho menos convencido y más obligado de lo que aparenta, se está tomando un año de excedencia para hacerse cargo de los pequeños. Buscando sinergias y complicidades, organizarán una sesión con una psicóloga para vecinas y vecinos del barrio con sus mismos conflictos. Nada mejor que compartir para sentirse menos solo.

La serie dispara con ironía, toneladas de amor y, como se lee en los créditos del final de cada episodio, un poquito de culpa

En tal escenario, y estructurada a partir de esa terapia en la que un grupo de familias habla de mil y un asuntos de aplastante cotidianidad (de los necesarios y misteriosos límites a la conciliación, del autoconocimiento a la vida sexual, de la lucha contra los miedos al concepto de familia), Això no és Suècia dispara con ironía, toneladas de amor y, como se lee en los créditos del final de cada episodio, un poquito de culpa. En un momento particularmente angustioso de la serie, Mariana escucha la frase que explica tanto: “No puedes controlarlo todo”. Asumirlo es tarea casi imposible cuando se trata de no quitar ojo a esas pequeñas criaturas que son sangre de su sangre.

Tras un primer capítulo que presenta el nuevo contexto de esta atribulada pareja, tan atribulada o quizás un poco más que las otras parejas de su entorno, y que termina con un inesperado golpe de efecto, Això no és Suècia relata el estresado día a día de Mariana y Sam, con la permanente, y censuradora, mirada de Lía, su hija mayor, cuatro años y una superioridad moral tan impropia como coherente ante todo lo que está por venir.

'Això no és Suècia'

Això no és Suècia‘ se emite semanalmente en 3Cat y está disponible al completo en RTVE Play.

Cada episodio de la serie empieza con un zoom desde un exterior nocturno y lluvioso hacia una ventana, una fórmula utilizada en tantas películas de terror, para meternos en esa terapia en la que una docena de treintañeros/-as y cuarentones/-as plasman sus dudas y vivencias. Desde el punto de vista de alguien que no es padre, esa reunión provoca el mismo pánico que sienten los que sí son padres y madres ante los peligros que sus retoños deberán afrontar en las siguientes décadas.

Desde el guion (coescrito por Aina Clotet, Valentina Viso y Dani González) y la dirección (que corre a cuenta de Mar Coll y de la propia Clotet, con la ayuda en algunos episodios de Celia Giraldo y Sara Fantova, dos voces más de esa infinita cantera de realizadoras formadas en Catalunya), Això no és Suècia flirtea con el cine de género: recurso lluvioso aparte, la proximidad de un bosque que hay que cruzar para ir a la escuela o al supermercado, los jabalíes que corretean sueltos por esas calles empinadas, la tensión y la tragedia que sobrevuelan a cada instante… 

Los ocho capítulos de la serie navegan con salero y mala leche en las aguas de la reflexión pero también de la autoparodia

Es una decisión intencionada y confesada, porque el miedo es un motor poderoso en la crianza, y eso se traslada a una puesta en escena que quiere tener una rama en el susto, otra en el drama, y casi todas en la comedia: la verdad que respira la serie tiene mucho que ver con las conexiones entre lo que viven Mariana y Sam y su entorno, y la experiencia de Aina Clotet y Marcel Borràs y (de nuevo) su entorno. Todas las mentes pensantes de Això no és Suècia (Esto no es Suecia) residen en lugares parecidos a los de los protagonistas y todas gestionan sus propios procesos de crianza, con lo que el efecto espejo entre ficción y realidad es constante. Reírse de todo eso, ponerse en el centro de la chanza, es un formidable modo de exorcizar fantasmas.

Los ocho capítulos de la serie navegan con salero y mala leche en las aguas de la reflexión pero también de la autoparodia, convirtiendo a la Mariana de Aina Clotet en una Mr. Bean con un pie en el desastre permanente, estampándose una y otra vez en sus delirios y obsesiones de control freak. Mientras el igualmente torpe Sam de Marcel Borràs naufraga en su nada convencido intento de sumarse a las nuevas masculinidades conscientes. Y la maravillosa Lía de Violeta Sanvisens (¡menudo descubrimiento el de esta pequeña gran actriz, pizpireta y graciosísima!) no les quita ojo, entre el berrinche y la observación perspicaz, a veces niña repelente, a veces más adulta que los mismísimos adultos.

'Això no és Suècia'

Aina Clotet y Nora Navas en ‘Això no és Suècia‘.

En el catálogo de delirantes desmanes hay espacio para la añoranza de una vida sexual activa con espacio para la improvisación, o de unos bailes en el Primavera Sound, mejor si son bajo los efectos del mdma. También para convertirse en fundamentalistas anti-chucherías. Para utilizar Frozen, o cualquier película animada, en el mejor sedante para niños. Para desmitificar la no tan modélica vida en los países nórdicos, o en las zonas alejadas de la polución y el tráfico: en Collserola no hay humo, tampoco hay cobertura, afortunado running gag. Y para contrastar la crianza moderna con la tradicional, esas broncas y castigos hoy demonizados, quizás en un demasiado veloz y mareante salto de un extremo educacional al opuesto.

Su camino es el de tantos y tantas padres y madres, pero su gestión de los miedos y las incapacidades es la de todos, con o sin hijos

Otro acierto de Això no és Suècia: un reparto estupendo compuesto por caras conocidas (los infalibles Enric Auquer, Nora Navas, Pol López, Anna Moliner, Mabel Rivera, Nausicaa Bonnín…) y por vecinos-conocidos-saludados de gentes del equipo, intérpretes no profesionales que también regalan verosimilitud al asunto, sobre todo en las troncales secuencias de la terapia. El trabajo actoral es impecable, sin fisuras: Clotet y Borràs disfrutan de lo lindo cuanto más pisan la comedia, Tomás del Estal es un maravilloso abuelo canalla, Elisenda Pasqual es una terapeuta real que interpreta a una terapeuta ficticia, y Marta Bassols brilla como esa amiga que comparte dramitas con la mitad de la mitad del estrés de nuestros sufridos protagonistas. 

A golpes de humor autoconsciente, y con toques de tragedia cotidiana, Això no és Suècia (Esto no es Suecia) habla de asuntos como las nuevas masculinidades, el amor incondicional, la imposible conciliación y la maldita culpa que siempre planea, y nos descubre la estupenda faceta creativa de la actriz Aina Clotet.

El viaje de Mariana y Sam es, pues, una montaña rusa de emociones y desencuentros, de metidas de pata y de lecciones morales, de comedia y de tragedia, así es la vida misma, que les llevará a crecer de maneras que jamás hubieran imaginado. Su camino es el de tantos y tantas padres y madres, pero su gestión de los miedos y las incapacidades es la de todos, con o sin hijos. No, esto no es Suecia, ni falta que hace.

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