'30 Monedas': El exorcismo de Álex de la Iglesia
'30 Monedas'

El exorcismo de Álex de la Iglesia

El cineasta vasco nos invita a su fiesta más barroca y desatada, un parque temático de sus obsesiones y filias: ‘30 Monedas’ es puro terror, pero también un relato conspiranoico y una comedia costumbrista. Hablamos de la serie y repasamos la trayectoria del director.
Alex de la iglesia hbo

«Soy exagerado, histriónico, sobreactuado, pedante y soberbio. Pero tengo que serlo y es mi manera de ver el cine. Disfruto con el exceso. El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría. O no sé si al de la sabiduría, pero sí desde luego al del entretenimiento. La vida ya es lo suficientemente plana». Fiel a su autoconsciencia, Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) ha hecho del más difícil todavía, del triple salto mortal con las manos atadas a la espalda, su modus operandi, o vivendi. Apareció en escena hace casi 30 años, como un soplido de aire fresco, o más bien como un huracán desatado, para renovar el cine español, abriendo la puerta a una generación de creadores emborrachados de imaginación, formados en la universidad del videoclub y el cómic: los Balagueró, Plaza o Bayona citan siempre a Álex de la Iglesia como el responsable de la buenísima salud del cine de género en España.

Él puso la primera piedra con Acción mutante (1993), que le produjeron los hermanos Almodóvar, y lo petó con la segunda, El Día de la Bestia (1995), iniciando una hiperactiva carrera, 16 largometrajes y dos series de televisión (además de cortos y telefilms), en la que ha mandado el terror y la comedia, casi siempre mezclados en cócteles explosivos, a veces indigestos, con esa querencia a lo desaforado, a lo excesivo, al rizo que riza el rizo: «Disfruto muchísimo con lo extremo. Si buscas una historia, que sea el Apocalipsis. Esa exageración, ese llevarlo todo al límite, es mi profesión. Yo no disfruto recreando la realidad, me gusta transformarla en algo grotesco, deformarlo en mis películas. Mis trabajos son una malformación mental de la vida».

Ese es, sin duda, la Biblia que sigue su recientemente estrenada 30 Monedas, la serie que supone su afortunado encuentro con HBO («Hemos aprendido mucho trabajando con ellos, hemos tenido libertad creativa total, y estaban muy empeñados en que diéramos rienda suelta a cualquier locura, aunque nos pareciera demasiado», explicaba en la presentación en el Festival de Sitges: «Están a favor de la transgresión y de contar historias diferentes, y el trabajo de desarrollo de guion con ellos es minucioso, muy preciso. Probablemente es la primera vez que no nos han dicho dale una vuelta a esto, y que hemos tenido la suerte de tener al mando a una persona que sabe más que nosotros»).

En 30 Monedas hay acción y terror puro, relecturas de los Libros Sagrados y complots internacionales manejados desde El Vaticano, ciencia vs. superchería, monstruos repulsivos y sucesos inexplicables, sacerdotes armados hasta los dientes y exorcismos, ouijas y posesiones, y un esperpéntico retrato coral, otra de las constantes del credo de De la Iglesia.

Hijo de Carpenter… y de Berlanga

«Azcona decía que él no hacía comedias, que hacía tragedias grotescas. Y es algo que yo también suscribiría» (de la Iglesia)

Situada en un pueblecito segoviano en el que nunca pasa nada, hasta que del parto de una vaca nace ¡un niño! y se desata la tormenta, en 30 Monedas (disponible en HBO España) De la Iglesia parece disfrutar tanto de la locura y la sangre como de la mirada costumbrista a las fuerzas vivas y a los habitantes de la localidad, herencia de su admiración profunda por Luis García Berlanga y por Rafael Azcona. En muchos de sus trabajos, esa coralidad que arropa a los protagonistas es fundamental: los terroristas deformes de Acción mutante (1993), los desasosegantes vecinos de La Comunidad (2000), los viejos especialistas de pelis del Oeste de 800 balas (2002), la tripulación de marines galácticos de Plutón BRB Nero (2008, su primera incursión seriéfila), los decadentes artistas del circo destartalado de Balada triste de trompeta (2010), las hechiceras de Las Brujas de Zugarramurdi (2013), los trabajadores y público de la televisiva gala de Nochevieja de Mi gran noche (2015), la fauna de clientes de El Bar (2017) o las parejas con secretos de Perfectos desconocidos.

Decía De la Iglesia en una entrevista reciente: «Berlanga es como mi padre, veo constantemente sus películas, forma parte de mi vida. Y Azcona, que yo creo que es una de las personas más importantes de la cultura española de las últimas décadas, decía que él no hacía comedias, que él hacía tragedias grotescas. Y es algo que yo también suscribiría».

Esa querencia por el costumbrismo coral ha llevado al cineasta bilbaíno a construir una gran familia de actores con los que trabaja muy a menudo: Manuel Tallafé (quizás su actor más fetiche de todos sus actores fetiche), Pepón Nieto, Macarena Gómez, Jaime Ordóñez, Carmen Machi, Secun de la Rosa o Enrique Martínez aparecen en 30 Monedas, pero también en otros de los trabajos de De la Iglesia, que también ha repetido a menudo con intérpretes como Santiago Segura, Carlos Areces, Enrique Villén, Carmen Maura, Blanca Suárez, Mario Casas o su pareja, Carolina Bang (que en la serie ejerce de productora ejecutiva).

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Como el cineasta contaba en Sitges, más allá de Berlanga, en ese parque temático de obsesiones, filias y referentes más o menos conscientes que es 30 Monedas, «John Carpenter está muy presente, o Wes Craven, o Larry Cohen«. Y todo ello con una base que viene de lejos, y que comparte con su coguionista habitual, Jorge Guerricaechevarría: «La religión no es algo superficial en nuestras vidas, al contrario, creo que es esencial, está presente desde que tenemos uso de razón, yo era de ir a misa todos los domingos y, a un nivel inconsciente, la religión ha estado ahí siempre. Y se nota en la serie. Siempre me ha fascinado, por ejemplo, esa maravillosa idea de la confesión, que es una manera de sobrevivir al pecado, de limpiarte, como si fuera una ducha moral. Y la idea del Bien y del Mal, y de cómo se entienden desde el punto de vista de la religión. En realidad de eso trata la serie».

El poder de la imaginería religiosa

«Nos parecía muy atractiva esa idea de que los curas son magos, o Jedis, porque tienen la fuerza, la fe en Dios, que les da un poder sobrenatural»

Ver a un sacerdote como soldado de Dios contra el Diablo nos lleva de cabeza al padre Berriatúa (el añorado Álex Angulo) de El Día de la Bestia. De algún modo, es un precursor del protagonista de 30 Monedas, ese padre Vergara (inconmensurable Eduard Fernández) que ha perdido la fe, que da extraños consejos impropios de su sotana («pase lo que pase, veas lo que veas, niégalo, cierra tu mente»). Contaba De la Iglesia: «Los sacerdotes como soldados del Señor que luchan contra las huestes del Demonio es algo que nos parecía muy atractivo ya desde El Día de la Bestia. Y esa idea de que los curas son, más que nada, magos, o Jedis, porque tienen la fuerza, la fe en Dios, que les da un poder sobrenatural, y tienen armas, que son las reliquias, los objetos sagrados. Tampoco se nos ha ocurrido a nosotros, ya lo hicieron Lawrence Kasdan y Steven Spielberg. Vergara, en realidad, tiene un arsenal detrás del altar, como Batman. Pero en la serie son muy importantes las Lágrimas de San Ambrosio y, claro, las 30 monedas que cobró Judas por traicionar a Jesús».

Esa imaginería religiosa tiene otra traducción: los brutales títulos de crédito, que reproducen la Pasión de Cristo crucificado, con una leve sonrisa a Judas desde su sangriento calvario, y que dan algunas de las claves de la trama.

Presidente y visionario

Y hablando de calvarios, probablemente lo fueron los dos años, entre 2009 y 2011, en que Álex de la Iglesia presidió la Academia de Cine Español. Pese a la brevedad de su mandato, su paso fue muy relevante, puesto que el cineasta cogió el toro por los cuernos ante una realidad que había llegado para quedarse, pese a las trabas de las instituciones y el status quo, abanderando una (entonces muy impopular) posición de entendimiento entre las partes: el papel de Internet como punta de lanza de una revolución y un cambio de paradigma que entonces solamente algunos, como De la Iglesia, intuían. Convirtió su cuenta de Twitter en un lugar para el debate, interactuando con internautas en un complicado momento en el que la piratería campaba a sus anchas. Y apostó por el entendimiento: las puertas al campo no tenían sentido, aunque nadie podía prever cómo la futura llegada de las plataformas lo cambiaría todo.

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De la Iglesia y Eduard Fernández durante el rodaje de ’30 Monedas’ / HBO España

«No contaré el miedo que daba cuando yo era presidente», decía en una entrevista reciente: «La gente estaba muy asustada, decía que Internet era el demonio, y ahora todo el mundo llora por tener un hueco en una plataforma. En definitiva, son nuevos clientes o nuevas maneras de conseguir financiación para una película, y bendito sea eso, no depender solo de dos o tres, sino que haya muchas maneras de acceder al público y eso siempre es mejor. En este caso las ventanas de exhibición se acercan y no estamos muy lejos de un estreno simultáneo» (semanas después, Warner anunciaba exactamente esa simultaneidad en sus premieres de cara a 2021).

«Si hay algo que conocemos bien en este país es el miedo, desde que, en una excursión del colegio, contemplamos por primera vez las pinturas de Goya»

¿Fue un visionario? «Quizás en el sentido de ver el negocio de otra manera. La gente tiene miedo a los cambios, yo también lo tenía. Cuando empecé a hablar de plataformas y piratería tenía una visión conservadora de mi trabajo. Nadie estaba defendiendo el todo gratis o tirando a la basura la cultura. Había unos intereses y ahora hay otros. El tema es que hay gente que no quiere cambiar de negocio y lo estira hasta que es imposible. No tengo ni idea de qué va a ser de nosotros en el futuro, tampoco soy un gurú. Vivimos un momento fantástico, a pesar de que a nosotros nos ha gustado mucho quejarnos. Hay un montón de plataformas que están produciendo y todo eso ha supuesto un rejuvenecimiento de la oferta. Abren nuevas expectativas porque los guiones ahora están más abiertos. Lo normal era que un productor te dijera que cuanto menos jaleo, mejor. Ahora te dicen lo contrario, porque el público quiere cosas diferentes, hay competencia, hay productos originales y nuevos y eso siempre está bien».

De la Iglesia dimitió dos años después de ocupar el cargo, con la gota de la Ley Sinde colmando el vaso, hastiado del conflicto entre el Gobierno y las instituciones con los internautas, y de las presiones de una industria inmovilista. El tiempo le acabaría dando la razón.

Lo nuevo: ‘The Fear Collection’

De la Iglesia se ha embarcado en un proyecto bien ilusionante. The Fear Collection es un sello de películas de terror bajo el manto de su productora Pookepsie Films (codirigida por su pareja y partner Carolina Bang). Él ha dirigido la primera, Veneciafrenia, que se presume un potente, salvaje y muy divertido alegato contra el turismo (la historia sigue a un grupo de turistas españoles en la ciudad de los canales, que se encuentra en medio de una caza ideada por los cansadísimos venecianos). Y la idea es producir a directores más (Jaume Balagueró) o menos (Paula Ortiz, Carlos Therón, Borja Cobeaga) vinculados con el género.

«El concepto es generar una serie de películas que revelan un universo de terror más allá del tiempo. Los personajes se enfrentan a fuerzas sobrenaturales que amenazan a la Humanidad. La idea es generar un sello de películas con un carácter específico, el Horror cósmico. Nuestra intención es producir dos películas al año con directores y guionistas amantes del género. Si hay algo que conocemos bien en este país es pasar miedo, instalado en nuestros cerebros desde que, en una excursión del colegio, contemplamos por primera vez las pinturas negras de Goya. Espero que esta pesadilla nos quite el sueño.»

Álex de la Iglesia mantiene, así, muy vivas sus inquietudes y su compromiso con un género al que ha dado un toque propio. Y continúa con otro de sus mantras: «Cuando haces una película o una serie, la planteas como si fuera una fiesta. Y yo quiero que todos vengan a mi fiesta». Como diría el padre Vergara entre disparo y disparo… amén.

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