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Hacía exactamente treinta años que un funeral ficticio no nos hundía tanto en la miseria y nos transmitía tanto amor como ha conseguido hacerlo el que nos vemos obligados a presenciar en el tercer episodio de Lost boys and fairies, serie británica que acaba de aterrizar en Filmin y que sería una desgracia que pasara desapercibida. El precedente era aquella célebre escena en la que John Hannah leía el Funeral Blues de W. H. Auden para despedirse del amor de su vida, Gareth, interpretado por Simon Callow. “Parad los relojes, descolgad el teléfono, prevenid el ladrido del perro con un jugoso hueso…” eran las primeras palabras de aquel recital en la versión doblada que llegó a los cines españoles de Cuatro bodas y un funeral. Y no, la despedida de Andy no ha conseguido superar la de Gareth pero qué acierto que nos la haya recordado.
Es en su reflexión sobre los prejuicios, estereotipos y el concepto de la identidad […] donde se encuentran los mayores aciertos de una serie que brilla por su originalidad
Al fin y al cabo, no es casualidad que las historias de amor entre homosexuales tuvieran durante mucho tiempo tendencia a terminar mal en la ficción. Una de las razones por las que fue tan bien recibida la novela lésbica que Patricia Highsmith publicó inicialmente bajo seudónimo, Carol o El precio de la sal en su título original, fue precisamente porque por primera vez un romance entre dos mujeres terminaba bien. La moral imperante impidió durante mucho tiempo que el amor entre homosexuales no pudiera ser explicado ni desde el mismo lugar ni con las mismas connotaciones que el heterosexual. Y a pesar de que por suerte los tiempos hayan cambiado.
Porque Gabe, el protagonista principal de la serie creada por Dafydd James, no es más que el resultado de todo un cúmulo de situaciones e interacciones que no forman parte de un pasado muy lejano que nadie puede recordar. Puede que la comunidad LGTBIQ+ haya llegado a un sitio muy diferente y probablemente mucho mejor al que ocupaba hace sólo veinte o treinta años, pero esos dos lugares siguen estando en contacto. “Antes los hetero nos criticaban por ser demasiado maricas y ahora son los maricas los que nos criticamos por no serlo tanto”, se dice en un momento dado. Y es en esta reflexión sobre los prejuicios y estereotipos, sobre el concepto mismo de la identidad, donde la serie es capaz de ser más transparente pese a su complejidad y donde se encuentran los mayores aciertos de una serie que brilla, sobre todo, por su originalidad.
La elegancia y elocuencia de cada una de las escenas musicales hace que se conviertan en simplemente hipnotizantes, y dotan a la serie de un carácter único
Seamos sinceros: a nadie en su sano juicio le podría parecer buena idea mezclar episodios de violencia con números musicales y orgías en una serie sobre la paternidad. Y, sin embargo, lo ha sido.
Desde el arranque del segundo episodio hasta la interpretación del Mad world que, una vez más, está a punto de superar el videoclip original de la canción, una preciosidad dirigida por Michel Gondry: la elegancia y elocuencia de cada una de las escenas musicales hace que se conviertan en simplemente hipnotizantes, y dotan a la serie de un carácter único, como el que tenía esa otra maravilla de serie llamada Angels in America y basada en la obra de teatro homónima de Tony Kushner. En ese caso era la fantasía la que servía para oxigenar la crudeza de un relato lleno de violencia y dolor. Y como en Lost boys and fairies, al final el único superviviente era el amor.
El amor de un padre hacia un hijo, el de una trabajadora social por un completo desconocido, el de los compañeros de trabajo y los amigos: ese es el que cree buscar el personaje que interpreta Sion Daniel Young, solo para darse cuenta que el único que necesita es el que tiene que sentir por sí mismo. Y eso, en un mundo tan loco -y tan real- como el que nos presenta Lost boys and fairies no es tan sencillo. ¿Hay sitio para el amor en una sociedad tan desesperanzada, tan violenta, tan compleja?, parece preguntarnos la serie para respondernos que qué es sino el amor lo que lleva a un hombre atormentado a intentar perdonar a su padre o a una madre con problemas a aceptar alejarse de un hijo.
Ya lo dijo Gloria Fuertes: “el amor es un sitio para estar, alrededor se borran los caminos”. Y como bien nos recuerda Lost boys and fairies, todos hemos sido, en algún que otro momento, niños perdidos.