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Superados los cuarenta, Meadow Soprano se ha divorciado dos veces y vive en un apartamento con sus tres hijos, los gemelos Patrick y Johnny, de quince años, y la pequeña Mary, de sólo dos. Cada sábado pasa a recoger a su hermano Anthony, que vive en un centro para ex-adictos ubicado a las afueras de la ciudad, y a su madre, Carm, que sigue residiendo en el domicilio familiar.
Esta última les espera puntualmente frente a la puerta de su casa, perfectamente peinada, vestida y maquillada, mirando su reloj dorado de forma compulsiva. Nada más acceder al coche, deja la marca del pintalabios en la mejilla de su hija y sonríe con ternura a su hijo, que evita mirarla, sentado en la parte de atrás del coche junto a su sobrina. La pequeña ni se inmuta al ver a su abuela, quien le dirige una larga colección de piropos que sólo cesa cuando Meadow así se lo pide, de forma tajante y educada.
“Es más bien el momento de oficiar un funeral”, declaraba David Chase hace apenas unas semana.
De camino al restaurante italiano donde almuerzan todos los fines de semana hacen una parada, la misma que hicieron el sábado anterior y que harán el sábado siguiente. Dejan el coche a pocos metros de la tumba del hombre que, para bien o para mal, hizo de ellos las personas que hoy en día son.
Sus restos se ubican en un lugar privilegiado, sobre una pequeña colina en la que hace 17 años se levantó un nada discreto sepulcro coronado por un ángel con las alas desplegadas. “Amado padre y bendecido amigo”, se lee bajo el nombre de quien allí reposa, Tony Soprano. “Por muchas veces que vengamos nunca llegaré a hacerme a la idea”, confiesa su viuda, sin un atisbo de lágrimas en los ojos, cegados por una mezcla de impotencia y autocompasión aderezada con rabia e incredulidad.
“Llevas casi veinte años diciendo lo mismo”, le responde Meadow, que sostiene a su hija en brazos. Anthony, con las manos en los bolsillos, resopla mientras mira a su alrededor. No hay nada que logre llamarle la atención. Tras persignarse, Carm se dirige de vuelta al coche sin decir nada más. Sus hijos la siguen, en silencio.
Veinticinco años después del inicio de Los Soprano, cuyo primer capítulo se estrenó en enero de 1999, cuesta no imaginarse el destino de sus protagonistas con una mezcla de nostalgia y compasión. Eso en el caso de que sigan vivos, porque ¿quién nos dice que no estén ellos también criando malvas desde la noche en la que Tony fue finalmente asesinado?
Al menos esto último ya lo tenemos confirmado gracias a las declaraciones con las que David Chase quiso poner fin a semanas, meses y años de teorías sobre lo que suponía el fundido a negro con el que finalizó, en junio de 2007, una de las mejores ficciones televisivas de la historia, esa que marcó el inicio de la conocida como la enésima época dorada de la televisión. Y precisamente sobre la evolución de esta etapa se ha pronunciado recientemente el creador de Los Soprano.
Mientras que algunas aprovechábamos que la serie protagonizada por el siempre añorado James Gandolfini alcanzaba su cuarto de siglo para dejar volar nuestra imaginación y reencontrarnos con parte de su reparto (la escena continuaba con Jennifer Melfi mirando fijamente hacia el lugar donde se solía sentar Tony, claramente pensando en él), David Chase dejaba claro que no hay motivo para celebraciones. “Es más bien el momento de oficiar un funeral”, declaraba hace apenas unas semanas en una entrevista en el periódico británicoThe Times. El difunto, por cierto, es el modelo de televisión que él mismo inauguró hace 25 años.
Y es que la aparición de Los Soprano sirvió para convertir la serie de Chase en punta de lanza del nuevo concepto de ficción seriada que la cadena HBO lideraba. No había mejor definición del célebre “It’s not TV. It’s HBO” que cualquiera de las escenas protagonizadas por Tony Soprano, ya fuera en una de sus disputas con su madre, comiendo un plato de pasta en el Vesuvio o sentado en una mesa oculta en la parte de atrás de cualquier almacén.
¿Es posible que haya llegado el fin de la última gran era dorada de la televisión, esa que ‘Los Soprano’ inauguró?
Se trataba de ir más allá de lo que la televisión convencional podía ofrecer, de adentrarse en el guión de una serie desde la lógica de la propia historia y no al servicio de los anunciantes, de ahondar en las posibilidades por explorar de un formato que desde el principio había sido sentenciado como el hermano pequeño o, mejor dicho, el hermano inferior de otro.
Era en esa dirección que David Chase apuntó. Y dio en el clavo, como lo hicieron Terence Winter o Matthew Weiner, que tras pasar por la sala de guionistas de Los Soprano se convirtieron en los creadores de Boardwalk Empire y Mad Men, respectivamente. Ambas formaron parte del extenso legado que sucedió a Los Soprano, como lo hicieron también Breaking Bad o The Wire, entre muchas otras. Sin embargo, para David Chase todo esto no ha sido más que un espejismo, un paréntesis tras el que la situación ha vuelto a ser la que él se encontró hace justo 25 años.
“Algo se está muriendo”, afirmaba Chase en la citada entrevista, “y volvemos a estar en el mismo lugar en el que estábamos. Por ejemplo, vuelven los anuncios”, argumentaba en referencia a plataformas como Prime Video. Y citaba el concepto de multitarea como uno de los grandes problemas del audiovisual contemporáneo.
“Parece que reina cierta confusión y que la audiencia no puede concentrarse en nada así que hacemos cosas que no requieran nuestra atención. Cada vez es peor”, continuaba. Y, la verdad, basta con echar una ojeada a la página principal de algunas plataformas para no poder hacer nada más que darle la razón. Aunque existan algunas y muy veneradas excepciones, ¿es posible que haya llegado el fin de la última gran era dorada de la televisión, esa que Los Soprano inauguró?
La transformación que está viviendo ese aparato anteriormente conocido como televisión va en sintonía con la que la propia sociedad está experimentando. La ficción televisiva ha entrado en una fase de centrifugado de la que es muy difícil prever las consecuencias a largo plazo, aunque ya sepamos que dista mucho de aquello que hace 25 años David Chase imaginó.
Veinticinco años después de su estreno resulta todavía más evidente, vigente y resaltable que Los Soprano fue un absoluto hito en la historia de la televisión.
La gran cantidad de estrenos, la progresiva desaparición del concepto de autor en una parte muy importante de la producción y las fórmulas matemáticas y tendencias generadas a base de algoritmos se han convertido en elementos inevitables a la hora de hablar de series y han alterado no sólo cómo se crean sino cómo las recibe el espectador.
Si esto es también un espejismo o un camino sin vuelta atrás sólo el tiempo podrá confirmarlo o desmentirlo. De lo que no hay duda es que veinticinco años después de su estreno resulta todavía más evidente, vigente y resaltable que Los Soprano fue un absoluto hito en la historia de la televisión, uno de esos que por mucho tiempo que pase siempre tendrán a alguien frente a su tumba, ubicada en un lugar privilegiado del cementerio de la ficción.