Comparte
1- The Young Pope: Me cago en Dios, hay que decirlo más
Como patinar de ácido escuchando Jon Hopkins por las estancias más intimidantes del Vaticano. The Young Pope es un mejunje tóxico que resulta complicado explicar a golpe de tecla. La serie creada por el cineasta italiano Paolo Sorrentino es una descarga salvaje de sensaciones. Sabes que estás ante algo nuevo y peligroso a los cinco minutos del primer capítulo.
Jude Law es Lenny Belardo, un apuesto norteamericano de 47 años que se convierte en Papa contra pronóstico. Cuando accede al poder, el tipo desvela su verdadera personalidad, la de un freak megalomaníaco, ultraconservador, traumatizado, manipulador, fumador compulsivo y dispuesto a abanderar una revolución radical en la Iglesia católica, una vuelta a los misterios y las tinieblas.
«La mezcla de thriller papal, drama psicoteológico y comedia surrealista convierte la serie en una estimulante disonancia en la ficción televisiva.»
Desde esta línea de salida, Sorrentino traza un recorrido maratoniano de excesos con el siempre estimulante telón de fondo de las conspiraciones en los pasillos del Vaticano. Cuesta despegar la mirada de la pantalla. La ampulosidad vaticana se ajusta a la perfección a la atmósfera de extravagancia, onirismo y absurdidad del universo del director italiano. Todo funciona en este ponche opiáceo. La mezcla de thriller papal, drama psicoteológico y comedia surrealista convierte la serie en una estimulante disonancia en la ficción televisiva actual.
Para algunos creyentes seriéfilos The Young Pope puede ser una prueba de fe de tomo y lomo. Muchos la odiarán. La acusarán de pretenciosa. Yo veo punk en estado puro. Veo a Frank Underwood convertido en Papa y a un Jude Law colosal. Veo una ficción valiente, blasfema, magnética, con una selección musical epidérmica. Y también veo a uno de los mejores secundarios del año: el cardenal Voiello, un ultra del Napoli que rompe a llorar cuando escucha que Maradona todavía se droga…. Si esto no es la serie del año que baje Dios y lo vea.
2- The Night Of: ¿He sido yo?
Un americano de ascendencia paquistaní pasa una noche de pasión y opiáceos con una desconocida. A la mañana siguiente, encuentra a su cita amorosa acuchillada. Tras ser detenido, el pobre diablo se ve abocado a un infierno judicial inimaginable. Atrapado en los intestinos del sistema penitenciario americano, le tocará sufrir un calvario bíblico con el único apoyo de un extravagante abogado.
Richard Price es Dios, con permiso de Lenny Belardo. No en balde fue guionista de The Wire (Price, no Belardo) y está considerado uno de los monstruos del medio. El tipo definitivamente marca bíceps en esta adaptación de HBO de la serie británica Criminal Justice, un turbulento descenso a los infiernos judiciales no apto para los que necesitan Biodramina cuando se suben a los autos de choque.
The Night Of es un órdago turbio, pantanoso, asfixiante, pringado de un realismo grasiento; un relato de terror urbano con un guión sobrio, preciso, cultivado, cercano a la escuela The Wire en su afán por hurgar en los puntos flacos del sistema y aplicar presión a los granacos del engranaje americano. Esta miniserie es cosa seria. Además, cuenta con la mejor interpretación masculina de la temporada: John Turturro en la escamosa piel de un abogado con psoriasis podal, que parecería surgido de Barton Fink si Barton Fink la hubiera rodado un culto satánico de adictos al estramonio.
3- Stranger Things: Dejad que los niños se acerquen a mi puta madre
Seguid cortándoos las uñas, batiendo los huevos o haciéndoos trenzas con el vello genital. No hay nada que no sepáis aquí, ya se ha escrito todo sobre Stranger Things. ¿Qué diablos puedo decir que os sorprenda? Un segundo, ¿todavía hay alguien que no la ha visto? ¡Eh tú, no te escondas! Ven aquí. Deja que te cuente qué es esto de Stranger Things, piltrafilla, que a saber dónde has estado en los últimos seis meses. En fin, apunta esta suma:
Los Goonies + nostalgia ochentera a chorrazo + E.T. + guiños pop nivel epilepsia + Super 8 + niño desdentado al que le seccionarías los mofletes para comértelos en un bocadillo, como si fueran rodajas de panceta + Bricomanía con Winona Ryder + monstruos diseñados en un estudio de animación camuflado en la trastienda una peluquería china + BH Motoretta = HITAZO.
4- American Crime Story: The People vs. OJ Simpson: Vuelven los 90
Ryan Murphy ha conseguido más de veinte nominaciones a los Emmy por esta joya. La historia de un caso que mantuvo a Estados Unidos con la tocha pegada al televisor cual lapa. La caída de un mito, un exjugador de fútbol americano acusado de un sangriento crimen pasional. El juicio del siglo o un cacho carne devorado por el amarillismo periodístico hasta el mismísimo hueso.
Con un reparto en estado de gracia y una fidelidad obsesiva al caso, The People vs. OJ Simpson es un retroceso a los carnívoros 90 que pone los pelos de punta tanto en el plano estético como en la reproducción de los acontecimientos. Pero más allá del asombroso calco, del rescate milimétrico de ambientes y peinados, la serie también seduce cuando se vuelve una radiografía de la cara más mezquina de la sociedad americana de los cocainómanos y morbosos 90. La televisión basura, la confusión entre ficción y realidad, la presión policial, las fuerzas racistas y antirracistas, los abogados depredadores, los jueces mediáticos… En esta poza rebosante de pirañas hambrientas flotan los huesos del mejor thriller judicial de la temporada.
5- Westworld: La insoportable levedad del chip
Lo confieso: no daba un doblón por Westworld. Los rumores que llegaban más allá del charco no eran nada halagüeños. Diablos, la habitación apestaba a nuevo fracaso de HBO, que ya tenía el inguinal escocido después del fiasco de Vinyl. Falsa alarma.
Basada en la película homónima de Michael Crichton, Westworld ha resultado ser una propuesta mucho más compleja y absorbente de lo que habría imaginado en mis fantasías más optimistas. El mito del androide provisto de conciencia se exprime con saña, sin miedo a inocular en el espectador poderosas reflexiones que le derretirían el cerebro a tu primo el filósofo.
«Western, drama psicológico, aventuras, metafísica, filosofía, ciencia ficción y romance son las claves«
La serie triunfa también en su acumulación viciosa de misterios y giros, muchos de ellos previsibles, lo admito, pero igualmente nutritivos. Y también consigue atraparte en una maraña de códigos perfectamente gestionados. Western, drama psicológico, aventuras, metafísica, filosofía, ciencia ficción y romance son las claves.
No nos flipemos, Westworld no es una serie perfecta, de hecho le sobran tres episodios, se dilata en exceso en su ecuador, pero Jonathan Nolan y Lisa Joy han conseguido crear un universo fascinante que tan solo hemos comenzado a explorar. Un universo que parece haber escapado del tirón gravitatorio de Juego de Tronos, se afianza como un triunfo para HBO y augura para la cabecera un futuro esplendoroso. Y lejano: hasta el 2018 no habrá segunda temporada.
(Guilty Pleasure) El Exorcista: La cochina de tu hija
Cada temporada hay una serie que apesta como un estercolero mesozoico, aunque la disfrutas como si en lugar de heces te estuvieran entrando anguilas por el gaznate.
Es mi pecado culpable de la temporada. Lo confieso. A partir del sexto episodio el dislate es de toma pan y moja, hay momentos en que no sabes si reír como un imbécil o cagarte encima, pero me ha resultado imposible dejar de ver El Exorcista. A sabiendas de que no había gustado a la crítica, me sumergí en sus viñetas y me vi atrapado Dios sabe por qué. Supongo que cualquier mierda que tenga niñas poseídas y clérigos siniestros me parece bien… y de eso la serie va sobrada.
Hay un cura follador, un cura homeless taradísimo, una monja con la mano floja a la hora de atiborrar de belladona a los poseídos, un giro brutal a mitad de temporada, una conspiración satánica. Y por supuesto, hay una niña con camisón que tiene el mismo tono de voz de Ángel Cristo en el 85 y el aliento de Gerard Depardieu en Nochevieja; una poseída chunga que hace volar objetos y presenta un cutis alarmante que parece una pizza de queso azul y carne picada. El paraíso.