“Historias de un maestro”: Rebelión en las aulas
SERIES PARA LA HISTORIA II

‘Historias de un maestro’: En el aula

Vittorio De Seta es uno de los cineastas italianos que presentan su primer largometraje a principios de la década de los sesenta. En cincuenta años organiza una obra exigente y comprometida. 'Historias de un maestro' es su primer trabajo para la pequeña pantalla.

Fotograma de 'Historias de un maestro' (1973).

Ser y tener Historias de un maestro

Las cámaras de cine y de televisión han visitado en incontables oportunidades las aulas de los colegios con el propósito de concretar una fotografía compleja del singular espacio de enseñanza. Así, de Adiós, Mr. Chips (Goodbye Mr. Chips, Sam Wood, 1939) a Sala de profesores (Das Lehrerzimmer, Iker Çatak, 2023), pasando por El club de los poetas muertos (Dead Poets Society, Peter Weir, 1989), Hoy empieza todo (Ça commence aujourd’hui, Bertrand Tavernier, 1999), o la serie Merlí (id. Varios autores, 2015-18), la imagen en movimiento, bajo distintas perspectivas, se ha referido a las relaciones de los maestros y los alumnos, al tiempo que formulaba una interpretación propia de la comunidad moderna. Historias de un maestro

Emitida por la RAI a partir de febrero de 1973 […] la serie permite al director recuperar y ampliar una parte de sus posicionamientos éticos y formales pretéritos

Una de las aproximaciones más especiales a la cuestión se encuentra en el largometraje de 2002 de Nicolas Philibert Ser y tener (Être et avoir). En este documental, el cineasta francés observa, durante un curso lectivo, con rigor y también emotividad, los movimientos de la única aula de una pequeña escuela rural conducida por un atento profesor. Los cuadros recopilados en el montaje exponen con claridad los métodos del hombre y las características de su convivencia con un grupo de estudiantes con edades entre los cuatro y los diez años. Este trabajo dialoga y desarrolla muy bien las fórmulas particulares de análisis del realizador. Historias de un maestro

De algún modo, puede leerse, además, en forma de extensión sui generis de las redacciones presentadas en la pequeña pantalla por Vittorio De Seta con Historias de un maestro. Emitida por la RAI a partir de febrero de 1973, y organizada en cuatro meses del 71, en una escuela verdadera, con niños de los alrededores de los barrios de Tiburtino III, Pietralata, Monte del Pecoraro, o de la Torraccia, la serie permite al director recuperar y ampliar una parte de sus posicionamientos éticos y formales pretéritos, después de la experiencia discutible del largometraje de coproducción La invitada (L’invitata, 1969), un melodrama existencial ligado a una cierta escritura de la pequeña burguesía intelectual francesa. Historias de un maestro

Historias de un maestro

Cartel oficial de ‘Historias de un maestro’ (1973) de Vittorio De Seta.

Viva l’Italia Historias de un maestro

“El cine ha muerto. ¡Viva la televisión”, declara, con entusiasmo, Roberto Rossellini en una época donde cree en la posibilidad de determinar con los instrumentos de la pequeña pantalla una nueva escritura de imágenes, humanista, reflexiva y universal. La referencia al cineasta no es gratuita, aun cuando De Seta, es verdad, no comienza a redactar sobre la base de las investigaciones del compañero el diario del maestro según el libro Un anno a Pietralata, de Albino Bernardini. La justificación para vincularse con la traducción del texto a un medio diferente al del cine es económica y, ante todo, de busca de independencia para desarrollar adecuadamente la investigación esbozada desde el escrito. No obstante, en algún momento de la producción, en efecto, De Seta encuentra y recoge el discurso de Rossellini del cine pedagógico y político.

De Seta propone una suerte de fotografía de un factible posneorrealismo

En el examen de las circulaciones y las palabras en la sala de unos pequeños desheredados romanos, unos marginados del sistema injusto de clases, general y particular, y del maestro reformador representado por Bruno Cirino, el director interioriza, enseguida, unas disciplinas y un empuje didáctico, por otra parte, ya vigentes en sus diez documentales breves de talante antropológico, realizados de 1955 a 1959 en Sicilia y Cerdeña. De esta manera, Historias de un maestro participa, de manera decisiva en la articulación de esta expresión televisiva conectada al modo de pensar del hombre moderno, a principios de los años setenta, cuando Rossellini produce, entre otras, Socrate (1970) y Blaise Pascal (1971). El diálogo de los dos cineastas, en ese terreno de la pequeña pantalla, es fructífero, y no solo se ajusta a la tesis de unas enunciaciones renovadoras.

De igual forma, conforme al pensamiento de aprender a interpretar la realidad, sugieren una vuelta a determinados postulados del neorrealismo. Ahora bien, dicho regreso no implica una restauración oportunista o nostálgica. Al contrario. De Seta con la serie propone una suerte de fotografía de un factible posneorrealismo. No se refiere exactamente a una certeza tangible. Se ocupa, sobre todo, de reconsiderar el ímpetu del movimiento pretérito en la escena de los arrabales romanos de su tiempo, y la relación de la invención y la contemplación de la realidad. En tal sentido, hay varios momentos muy hermosos y significativos repartidos en los cuatro capítulos del programa. Algunos pequeños “accidentes” hablan muy bien, justamente, del nexo de la realidad y su reflejo de celuloide, y también de nuestra relación con las figuras proyectadas.

Historias de un maestro

Fotograma de ‘Historias de un maestro’ (1973).

Sin querer, en varias tomas, mientras se ilustra alguna acción particular, varios alumnos miran fijamente el desplazamiento de la cámara manejada por Luciano Tovoli. Por un lado, prueban la realidad de un dispositivo de creación, y por otro, cruzan su mirada con la nuestra, determinando así una singular y necesaria rotura de la cuarta pared y una fugaz, pero valiosa, interacción con el público.

El joven profesor decide prescindir de los materiales y las formas convencionales de estudio y concretar un sistema colectivo y solidario unido a la realidad de los muchachos

Sobre este particular se mueve, de igual manera, un personaje de ficción representado por un actor convertido, con su entrada en la imagen verdadera, en un individuo tan cierto como los asumidos por los sujetos auténticos. El dispositivo confeccionado es fascinante de veras. He aquí un sincero pensamiento en 16 mm difícil de alcanzar por las etiquetas. No es una ficción y tampoco un reportaje. Es algo nuevo en construcción. Siempre en cuestionamiento y movimiento. El posneorrealismo de Historias de un maestro cuenta con la fuerza y la urgencia de los films realizados tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y, además, con el carácter teórico aplicado por los autores más inquietos y estudiosos.

La puerta del cielo

En la última parte del capítulo cuatro de la serie, estalla, al fin, de verdad, el conflicto del maestro y las severas autoridades educativas personificadas por el avejentado director del colegio. Este hombre irrumpe, súbitamente, en el aula y, tras interrumpir una de las lecciones, interroga a los alumnos, sí, eso hace, con el propósito de comprobar su preparación para los exámenes de fin de curso. Muy poco después de su llegada al establecimiento de los suburbios, y recibir la tutela de una clase de supuestos estudiantes fracasados, el joven profesor decide prescindir de los materiales y las formas convencionales de estudio y concretar un sistema colectivo y solidario, unido a la realidad inmediata de los muchachos.

Historias de un maestro

En ‘Historias de un maestro’ se nos muestra la posibilidad de un sistema colectivo y solidario de enseñanza.

De esta manera, en la clase de Bruno D’Angelo, el nombre del personaje del actor Cirino, los verbos de la instrucción mayúscula e impersonal, los presuntuosos sermones de los sabios distantes, desaparecen al tiempo que surgen los diálogos sinceros y la búsqueda conjunta de respuestas íntimas. El profesor con su enfoque renovador ayuda a los niños a entender su lugar en el mundo y a interpretar el estado de las cosas con una nueva mirada crítica. Es cierto. Tanto como De Seta en su actuación con el lenguaje de la imagen en movimiento.

El director de la serie, lo mismo que luego Philibert en Ser y tener, marcha en paralelo a sus pequeños compañeros en su descubrimiento de las maravillas y las desdichas del mundo y del propio espacio habitado. Su cámara, de hecho, camina con el nervio de la revelación por el espacio concreto y sus aledaños. En los cuatro capítulos del conjunto el grupo aprende a identificar el respeto por la vida de uno y la ajena, discute la historia familiar partiendo de la evocación de la actividad de los padres o los abuelos en las jornadas de la Segunda Guerra Mundial, y se refiere al derecho de todos y todas a una vivienda digna y adecuada, mientras condenan la mezquindad de los desahucios.

El largo y conmovido discurso del profesor a su superior es una apología de la fraternidad, la bondad y la necesaria renovación de las convicciones […] un bello canto general por el futuro

Por supuesto, Historias de un maestro, una hermosa recopilación de interrogantes y encuentros en el aula, nos interpela de manera directa. Habla de nosotros con claridad. En el curso, durante el periodo de la serie, quizá, los chicos no consiguen memorizar las fechas de las gestas de Garibaldi y tampoco a interpretar los versos remilgados de un puñado de composiciones poéticas de ayer. Son educados, no obstante, en cuestiones mucho más valiosas. Aprenden a respetarse los unos a los otros e incluso a dialogar, de un modo u otro, con sus progenitores. No es poca cosa, naturalmente. Aunque todo esto para el director de la escuela no es más que una gran decepción y una confirmación, una más, de que el destino de estos estudiantes díscolos no puede cambiarse.

Historias de un maestro

Bruno Cirino en ‘Historias de un maestro’ (1973).

El largo y conmovido discurso del profesor a su superior es una apología de la fraternidad, la bondad y la necesaria renovación de las convicciones. No hay ni rastro de aspiraciones particulares. Se trata de un bello canto general por el futuro. Es una secuencia, tal vez, algo obvia pero también muy emocionante. El quijote italiano, desde luego, pierde la batalla contra el gran molino. No puede ser de otra manera. En las tomas de Vittorio De Seta palpita un bonito romanticismo, pero, en ningún caso, están exentas de una comprensible preocupación. El epílogo de reencuentro del hombre y los chiquillos es una declaración de alternativas, fugaz y, del mismo modo, hermosa y factible.

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