Insultos seriéfilos
La ira de la comunidad seriéfila

Insultos seriéfilos

Si tiene usted un foro mínimamente público y es usted mínimamente opinativo habrá probado las mieles de los que le ven como un pato frente a una escopeta de doble cañón
South Park

No recuerdo la primera vez que escribí de una serie de televisión. Probablemente fue de South Park o de Oz, para alguna de esas revistas de modernos que triunfaban en Madrid y Barcelona y eran ignoradas sistemáticamente en el resto del mundo. Podías escribir lo que te diera la gana (literalmente) porque las revistas no estaban controladas por grandes grupos mediáticos y la mayoría de los que militábamos en esos fanzines con hombreras éramos aprendices de punki.

Las consecuencias eran que una noche, con una copa en la mano, alguien podía venir y decirte que no entendía una mierda de lo que habías escrito o qué cojones era Oz. Recuerdo una vez (hechos reales) en los que por un fallo de imprenta solo se imprimió la mitad derecha de uno de mis artículos: es decir, que la mitad izquierda era un espacio en blanco y todas las frases estaban cortadas, creando un galimatías incomprensible. Pocos días después de salir la revista un tipo se me acercó en un garito y me dijo: “Tío, he flipado con tu artículo, eso de entrecortar las frases te daba un rollo lisérgico cuando lo leías realmente especial. Has inventado una narrativa nueva”.

Así eran aquellos tiempos, los tiempos de los cierres que duraban un mes y de entrevistas donde le preguntaban al cantante de turno si se masturbaba con una mano o con las dos.

Aquello se acabó, la red se impuso por doquier y de repente la narrativa de tu artículo (por renqueante que fuera) no se acababa con tu punto final sino que seguía un poco más abajo, en una sección llamada “comentarios”.

En los comentarios algunos/as trataban de aportar más información, otros corregían erratas, otros ponían a parir al/la articulista porque les había quitado la novia o les había mojado la papela de farlopa poniéndola en un charquito del baño del Moog. La sección se convirtió así en parte de la historia y de hecho lo que uno escribía era sólo el 50% del contenido: el otro 50% eran los comentarios, que rápidamente viraron de la zanahoria y el palo al palo. Allí se dirimían asuntos personales, envidias, malos rollos y odio en general. Cuando uno odiaba alguien hace un par de décadas podía subirse encima de una caja de frutas, dirigirse a un lugar público y gritarlo hasta quedarse afónico o (si sabía escribir) mandar una carta al periódico o revista.

Ahora es tan fácil como registrarse con un nombre falso en la web escogida y soltar diez litros de bilis. Ni siquiera se necesita un cubo, y se puede hacer en calzoncillos y comiendo ganchitos.

'The Newsroom'

En el mundo de las series, este movimiento vecinal que consiste en apalear al vecino desde la tranquilidad del sofá ha adquirido dimensiones de tumulto, uno de esos a los que enviarías a Wyatt Earp. Ya advertía un estudio (otro estudio, más dólares a la basura) que más del 80% de los comentarios que se dejan en internet son negativos.

Ahora si tiene usted un foro mínimamente público y es usted mínimamente opinativo (no cuento a aquellos/as que hacen panegíricos y a los que todas las series les parecen obras maestras sino a los que tienen criterio –mejor o peor– y lo utilizan para analizar la televisión desde un punto de vista sólido) habrá probado las mieles de los que le ven como un pato frente a una escopeta de doble cañón.

El comentario más clásico, y de alabar por su sencillez es el riguroso “eres tonto”. A veces (pocas) añaden incluso un ‘tú’ (“tú eres tonto”). Es un improperio aceptable, demuestra que el comentarista tiene muy clara tu condición y además es –desde un punto de vista de economía literaria– intachable. “Eres tonto”. Ya está, dos palabras, una descalificación clara y concisa. Naturalmente, se remata con un usuario anónimo, pongamos (caso real): “Trespollas”. Así que (recapitulando) un usuario de tu blog llamado Trespollas cree que eres tonto.

Al principio, uno trata de contemporizar y en el caso del amigo Trespollas intenté averiguar el porqué. Su respuesta fue: “TON-TO”. Nuevamente, economizando.

Curiosamente (cuestión de ver las IPs) Trespollas creó una docena de identidades que estaban completamente de acuerdo con él en que yo era tonto. Esa fue una de mis primeras experiencias con el infierno de los comentarios y con Trespollas, que no ha vuelto a aparecer. (Espero que estés bien, Trespollas).

Dr. House

Luego vino mi experiencia con el doctor House, donde un titular engañoso en un periódico nacional hizo creer a centenares de tuiteros y comentaristas que había revelado un spoiler. Recibí media docena de amenazas de muerte (uno de ellos decía que me quitaría los ojos con una cuchara sopera), docenas de insultos (el mejor fue “cuando mueras vendré con mis amigos y nos mearemos en tu tumba”) y entendí que el mundo de las series había creado una comunidad enferma y viciada, unos hare-krishna sin pandereta ni tambor.

De los centenares de tipos (y tipas) que me insultaron sólo uno me pidió disculpas a posteriori. Naturalmente, haré que me incineren porque no quiero que un montón de adolescentes con camisetas de Juego de tronos y que en sus ratos libres juegan a piedra, papel, tijera, lagarto, Spock vengan a mearse a mi tumba.

'Luther'

Después hablé mal de la 3ª temporada de Luther y me gané un enemigo para siempre. Sus argumentos “qué importa el guión si la serie mola” y el sobrenombre que me otorgó, “el señorito bloguero”, me hicieron cogerle cariño. Ahora, cada vez que hablo de una serie, aparece para recordar a todo el mundo que mi opinión es como las deposiciones de una paloma enferma: “este es el señorito bloguero que habló mal de Luther”. Me pasó lo mismo con The Newsroom, Ray Donovan o The Blacklist, series que ni fu ni fa pero que –por lo visto– enfurecen al personal cuando se duda de sus méritos.

La verdad es que he dejado de leer los comentarios, porque entre los que dicen que no tienes ni idea y a continuación añaden un link para que veas lo bien que lo hacen ellos; los que escriben un comentario de 2000 palabras en los que acaban citando a Platón, Lola Flores y Fernando Esteso; los que simplemente insultan y los que opinan de otra noticia “porque está cerrada a comentarios y lo voy a decir aquí”, la narrativa que arranca después de mi narrativa me parece un auténtico coñazo.

Mucha gente cree que los fans de las series son una especie de élite porque la televisión es el medio dónde hay que estar y la extensión del arco dramático y la profundidad de las tramas y blablablá. La verdad es que entre los aficionados al catodicismo hay tantos lerdos como en cualquier otro sector. Y también es verdad que hay un buen montón de genios con los que da gusto hablar, y algunos comentarios que te hacen reflexionar. Lamentablemente, y como en tantas otras ocasiones, los que hacen más ruido se quedan con todo.

Con las series también.

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