Crítica de 'The White Lotus' T2 - A far l'amore comincia tu
Crítica de la segunda temporada (HBO Max)

‘The White Lotus’: A far l’amore comincia tu

Mike White firma una nueva temporada de ‘The White Lotus’ más elegante y sutil que la anterior. Y sorprendentemente compasiva con la mayoría de sus personajes.

Aubrey Plaza, magnífica en un papel que le permite dar un salto interpretativo descomunal.

La sola existencia de The White Lotus es un pequeño milagro dentro del panorama actual. Su éxito de público es, sin duda, una de las mejores noticias que nos ha dado el mundo de las series en el último año y medio, periodo en el que nos han llegado sus dos temporadas. 

Pues la serie antológica –ahora tiene esta categoría– de Mike White demuestra que en tiempos de algoritmos y series que solo se sustentan por un baile viral en TikTok, aún hay esperanza. Que aún podemos encontrar series con discurso, mala leche y capacidad para la abstracción. Sin renunciar, además, a ese bien tan apreciado por la industria norteamericana llamado “entretenimiento”.

Michael Imperioli, con su interpretación más sutil hasta la fecha.

Como demuestra su segunda temporada, The White Lotus tiene todo eso y mucho más, pues encima, exhibe agallas y descaro, características claramente a la baja en el resto de sus semejantes, entumecidas por un clima cultural que alienta a la conformidad y a la precaución. 

Al calor del mediterráneo

Si algo distingue las dos temporadas de The White Lotus, más allá del cambio de localización, es la actitud que Mike White muestra hacia el grueso de sus personajes. Si en la primera reinaba una reprobación social que la emparentaba, de una forma casual, con Parásitos, en esta segunda entrega, es la compasión lo que llena la mirada del creador.

A excepción de un personaje clave –entraremos más adelante– el resto de protagonistas acaban su periplo en una situación (relativamente) mejor a la que lo empezaron. 

‘The White Lotus’ no se conforma y atina decidiendo que sea el “tema elegido” lo que mande y no los personajes ni el resort.

Eso es así por la hábil decisión que la serie toma a la hora de “tematizar” sus temporadas. En apariencia podría parecer que el cambio de destino en un resort de la cadena White Lotus sería la excusa suficiente para seguir con la mala baba y la fina puntería crítica que tenía esa primera parada en Hawaii.

Bienvenidos, de nuevo, al White Lotus.

Viaje a Sicilia, unos cambios de personajes aquí y allí, Jennifer Coolidge como nexo de unión –volveremos a ella en unas líneas–, un cadáver como punto de partida y ale, a repetir fórmula y vivir del éxito anterior. Bien podría haber sido así y sin embargo, The White Lotus no se conforma y atina decidiendo que sea el “tema elegido” lo que mande y no los personajes ni el resort. 

De esta forma, ya queda claro que la primera temporada versaba sobre dinero y esta segunda, sobre sexo. En ella, la  relación de cada personaje con la sexualidad, les sitúa en un lugar de vulnerabilidad en el que quedan expuestos tal y como son. Quizás sea por el calor de las aguas mediterráneas, quien sabe. Pero en todo caso, es ahí donde entra en la ecuación la compasión de esta nueva The White Lotus. 

Para hacer bien el amor…

Pues somos seres sexuales y no podemos huir de ello. Por mucho que la sociedad occidental que retrata The White Lotus priorice otros aspectos más aspiracionales, es el deseo sexual lo que nos devuelve a lo terrenal y primitivo. Y en esto de la carnalidad, qué mejor que arrastrar el puritanismo yanqui hacia la fogosidad mediterránea de la isla de Sicilia. Con sus “testa de moro”, sus frescos romanos y esas dos chicas locales, Mia (Beatrice Grannò) y Lucía (Simona Tabasco) que son la clave de todo. 

Por encima de todo tipo de cataduras morales, lo que nos dice la serie sobre sus personajes es que, por mucho que lo busquen, la plena felicidad es una utopía.

Ellas dos resultan ser las únicas que conocen la vulnerabilidad que provocan el deseo sexual, la represión y la insatisfacción. Son las listas de la clase y, con la astucia propia de quien sabe lo que cuesta sobrevivir, juegan a este juego conociendo mejor que nadie las reglas del mismo.

Mia (Beatrice Grannò) y Lucía (Simona Tabasco) son la clave de esta segunda temporada.

El rastro que dejan atrás revela un panorama desolador que iguala a abuelos, padres y nietos. Nos descubre el dolor y la soledad que provoca no tener una buena relación sexual con la persona a la que amas. O lo mucho que afecta al carácter no vivir abiertamente tu propia sexualidad. 

El sexo como moneda de cambio ilustra también en The White Lotus ciertas relaciones de poder en las que las tornas van cambiando y donde se cuestiona quién tiene realmente el dominio de la situación. Es ahí donde podemos diferenciar entre los personajes más reprochables y aquellos que sufren las consecuencias de su situación personal y emocional. Pero, por encima de todo tipo de cataduras morales, lo que nos dice la serie sobre sus personajes es que, por mucho que lo busquen, la plena felicidad es una utopía.

Tanya Butterfly

En esa búsqueda imposible de la felicidad, quien come aparte en The White Lotus es Tanya, el personaje interpretado magistralmente por Jennifer Coolidge. La única intérprete que repite del elenco anterior ve como su personaje pasa de ser, principalmente cómico a ser totalmente trágico. 

‘The White Lotus’ es una tragedia que necesita de una heroína como Tanya.

El funesto destino de Tanya, con tintes de Puccini, subraya el lado más amargo y melancólico de una serie. Que no nos engañe su empleo magistral de la sátira y la crítica. Pues, en el fondo, The White Lotus es la triste historia de unas personas totalmente perdidas. Una tragedia que necesita de una heroína como Tanya. Preparada para ser sacrificada. Un abrazo a la muerte que, además de un aviso a navegantes, es un acto liberador para ella así como también para la serie.

Arrivederci, Tanya.

Mike White dio la campanada con la primera temporada y se corona en esta segunda con su modo personal de contar historias y personajes. Demostrando también que tiene las ideas muy claras. No le tiembla nada el pulso cuando la narración pide terminar con el personaje más famoso de su serie.

Un acto de agallas creativas que tiene todo el sentido del mundo. Pues le permitirá abrazar con más fuerza el elemento antológico de la serie. Duele ver partir así a Tanya, por descontado. Pero su sacrificio refuerza nuestra fe en una The White Lotus que nos recuerda que aún no está todo perdido entre tanta oferta superflua y abrumadora.

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