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Cuando en 2016 se estrenó Rogue One –de lo más destacable que ha estrenado Star Wars en cine en la era Disney– se marcó a fuego el relato de la futura Andor. Esta es la historia de los héroes silenciosos de la Rebelión. Y así será contada.
Ni Han, ni Leia –aunque salió en Rogue One–, ni Luke. Quienes aquí importan son los «machacas» que hacen posible que la Rebelión tenga los planes de la Estrella de la Muerte y así llegue un jovencito de Tatooine a llevarse toda la gloria y las medallas. Personajes que, con su sacrificio y sus historias personales, aportan su granito de arena sin esperar nada a cambio. Solo piden una cosa, sic cabe: que su esfuerzo no sea en vano.
Con este espíritu proletario y sacrificado se presenta Andor desde su inicio. Cuando nos trasladamos al planeta Férrix, en el que se crió Cassian Andor (Diego Luna), ya observamos que se trata de un rincón del universo Star Wars en el que valores como el esfuerzo, la resiliencia y la estoicidad forman parte de su ADN. No hacer mucho ruido para así ir tirando, poco a poco, día a día.
Hasta que toca explotar, dejar de callarse y rebelarse por todo lo alto. Cómo ocurre en el fenomenal capítulo final de la primera temporada de Andor. Todos estos valores vistos en la gente de Férrix, en la gente de Andor, se han trasladado la mar de bien a la serie en su conjunto.
‘Andor’ se muestra siempre como la serie inteligente que es. Consciente de su potencial. Lo que podría parecer una debilidad se convierte aquí en una fortaleza enorme.
A la chita callando, y sin el revuelo en redes de otras series de Star Wars más populares, Andor ha demostrado que, con la paciencia necesaria y la fe suficiente en tu propio producto, aún se pueden crear cosas nuevas en Star Wars. Pues, paradójicamente, la franquicia galáctica parece responder mejor con historias como las de esta serie, que nadie pedía y con un personaje principal al que nadie esperaba volver a ver. Historias que profundicen en lugar de quedarse con lo fácil y resultón.
Dicho de otro modo, Star Wars necesita mirar adelante, dejar atrás la obsesión por laos cameos abundantes y las conexiones entre sagas. Y eso, Andor lo ejecutiva de maravilla pese a ser un producto doblemente derivado: una serie precuela de una película spin-off. Toma ya.
Tony Gilroy, el otro héroe silencioso
En el este sentido, Andor, se muestra siempre como la serie inteligente que es. Consciente de su potencial. También sabe que no es una serie bienvenida o esperada porque ni aparece un mandaloriano, ni vuelve un personaje clave de la saga original o de las precuelas, ni hay ninguna criatura mona para vender juguetes. Lo que podría parecer una debilidad se convierte aquí en una fortaleza enorme.
Con el tiempo, ‘Andor’ será considerada como una de las obras de ‘Star Wars’ más interesantes, provocadoras, inteligentes y maduras.
La mejor fortaleza de todas. Pues certifica que en Star Wars, lo mejor es quitarte de encima las expectativas desmesuradas que crea en el fandom recorrer caminos míticos anteriormente recorridos. Ya lo sufrió el propio creador de todo, George Lucas, con las precuelas. El mismo mal afectó a las secuelas posteriores así como a Han Solo, por no hablar de Obi-Wan Kenobi.
El equipo creativo de The Mandalorian también lo sabe bien pues lo ha aprendido con sangre. Su serie demostró precisamente que la única vía posible para triunfar de verdad en esta saga es crear personajes nuevos. Sin embargo, cuando recuperaron un personaje mítico como Boba Fett, se la pegaron con El libro de Boba Fett. Crear algo nuevo teniendo la seguridad de personajes establecidos como el mismo Fett, Luke Skywalker o Obi-Wan Kenobi es sumamente tentador. Pero es una arma de doble filo. Y las recompensas de renunciar a ellos, son a la larga, más duraderas.
Como será el caso de Andor. Puede que no haya triunfado tanto como sus compañeras más atractivas. Pero con el tiempo, será considerada como una de las obras de Star Wars más interesantes, provocadoras, inteligentes y maduras. Y aquí el nombre clave es el del creador y showrunner Tony Gilroy.
Curtido en la saga Bourne y director de la excelente Michael Clayton, Gilroy ya ejerció de héroe silencioso para Lucasfilm en Rogue One. Allí saltó de ser uno de los varios guionistas a ejercer de director sin acreditar y supervisor de los famosos reshoots y remontajes que, al parecer, solucionaron los problemas del film antes de su estreno. Ahora Gilroy se ha cobrado el favor y, a cambio, ha obtenido carta blanca para hacer la serie que él quería.
La trastienda de todo lo que luce en ‘Star Wars’
Una serie nada complaciente con el espectador, llena de zonas oscuras pocas veces vistas en Star Wars. Un cuento que nos explica lo que ocurre detrás de lo que luce. Como si de una trastienda o una cocina, se tratara, Andor nos explica lo que no se ve en el resto de cuentos de la saga galáctica. La historia de cómo Cassian Andor pasa de mercenario obligado a tal por un error que le fuerza a huir de la justicia hasta implicarse personalmente en la incipiente Rebelión, está llena de detalles que vale la pena destacar.
Como el interesante personaje del siempre solemne Stellan Skargard. Un posibilitador en la sombra que busca organizar en una red a los diferentes frentes rebeldes. Su personaje enseña una lección clave al resto: hay que estar dispuesto a utilizar métodos que el propio Imperio utilizaría. O las detalladas incursiones en las entrañas burocráticas del Imperio. Ya sea en las corporaciones derivadas donde intenta escalar el paupérrimo Syril Karn (Kyle Soller) o en las oficinas del BSI, el Buró de Seguridad Imperial, una especie de Gestapo o Stassi del Imperio, donde hace carrera la expeditiva Dedra Meero (Denise Gough).
También una de las pocas recuperaciones de personajes anteriores. La de la senadora Mon Mothma (Genevieve O’Reilly) cuya trama, no solo subraya los esfuerzos (silenciosos) que esta política aparentemente elitista realiza para la Rebelión, sino que nos permite volver al mundo del politiqueo de la capital Coruscant que quedó olvidado tras las precuelas.
Con la aparición de Andy Serkis en ‘Andor’, Tony Gilroy y compañía, subvierten el tic cansino del cameo galáctico.
Por no hablar del gran acierto de Andor: el pequeño arco de los episodios 8, 9 y 10. Donde Cassian termina en una prisión digna de films distópicos como aquél mítico debut de George Lucas con Robert Duvall de protagonista, THX 1138. La llegada a la cárcel de Narkina 5 nos ha traído el mejor capítulo de la serie (el décimo) y ha arrastrado a Andor hacía niveles de crueldad y desamparo que quizás la alejaban del macro concepto de Star Wars pero que, sin embargo, le aportaban una tipo de dureza y sufrimiento totalmente diegético para este universo.
Las ramificaciones más deshumanizadoras del reino de terror del Imperio cobran vida en esta cárcel que hace las veces de campo de trabajo. Un lugar de un blanco quirúrgico en el que, además, Andor se saca de la manga al mejor personaje de toda la serie: Kino Loy.
Y encima lo hace con una pirueta de cásting brutal: Andy Serkis. El actor, famoso por su histórica actuación como Gollum en El señor de los anillos –sólo superada por su trilogía como César en la última saga de El planeta de los simios–, fue, notablemente, el encargado de dar vida, vía captura de movimiento, al malo-señuelo de las secuelas, el Líder Supremo Snoke.
Con la aparición de Serkis en Andor, Tony Gilroy y compañía, subvierten el tic cansino del cameo galáctico. Y directamente parecen decirle a Disney y Lucasfilm: «desaprovechasteis a un actorazo como Serkis en un papel decepcionante y totalmente accesorio y ahora os enseñaremos lo que es bueno».
Con Serkis en pantalla, la serie se sale. Rebosa en intensidad, ingenio y osadía. También durante esos episodios la música –destacable a lo largo de la serie– adquiere otro tono, lleno de sintetizadores, que aportan otra capa, muy digna de la ciencia ficción clásica, a la serie.
En definitiva, cuando más cansados estábamos de Star Wars y sus constantes contradicciones en sus planes de ejecución, Andor llega sin hacer apenas hacer ruido para recordar a todos los implicados en Star Wars (creadores, ejecutivos y público) que nos conviene dejar atrás los recuerdos mitificados y romper con la nostalgia.
Debemos mancharnos las manos de sangre y estar dispuestos a todo. Como le sucede a los protagonistas de Andor, tanto rebeldes como imperiales. Seres capaces de matar, robar, engañar, espiar y traicionar pero también de sacrificarse, currar e implicarse con una causa mayor que ellos. Solo así, con héroes silenciosos, pueden brillar los héroes que se llevan todo el mérito.
- Bonus Track: Quedaos hasta el final de todos los títulos de crédito para una pequeña escena extra. Aunque bien es cierto que parece una añadido autoreferencial de los que últimamente abusa Star Wars y precisamente huye Andor, hace evidente algo que intuía, y que aporta carácter más trágico al arco argumental de la cárcel.