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El piso es pequeño y diáfano, apenas un tabique separando la habitación y una estrecha cocina del despejado salón principal. Cámaras fotográficas de distintas épocas denotan la profesión de su propietario, Toni (Manolo Solo) “un individuo peculiar que se dedica al fotoperiodismo o, lo que es lo mismo, a ser paparazzo, porque paparazzi es el plural, como a él le gusta dejar bien claro” aclara el actor. De las paredes cuelgan carteles que remiten a su trabajo, hay un pequeño espacio consagrado a lo laboral y una zona más amplia destinada al descanso. Celeste
El apartamento no se percibe lujoso, es lo suficientemente amplio para su único ocupante y se aparta de ese desorden coloreado con cementerios de colillas y huellas de una dieta alcohólica excesiva que se traducen en marcas sobre las mesas, esqueletos de botellas vacías y vasos medio llenos o medio vacíos, que suele asociarse a los profesionales que se entregan a cierta vida bohemia. Aquí todo luce bastante corriente. Celeste
El piso es confortable. O lo sería si esto fuese la vida real y Toni viviese efectivamente solo y no acompañado por un vigilante y silencioso equipo de rodaje que convierte el set en una caja de cerillas sin desprecintar. Una veintena de personas cumple con su labor de manera paciente. Nadie da voces, se respira tranquilidad sin que el ojo de este intruso acierte a comprender por qué, pues allí debería poder cortarse la tensión con un cuchillo de plástico. Hay poco espacio, mucha gente y cualquier eventualidad en forma de inesperado sonido puede dar al traste con un plano en el que, además, nadie habla. Celeste
«Los inspectores de hacienda, que deberían ser los Robin Hood del estado de derecho, son la única figura que une a todos los españoles porque todo el mundo los odia»
Una mujer se despierta en cama ajena, se levanta sin hacer ruido y un tanto sorprendida; trastea el móvil de su amante y abandona cautelosamente la habitación sin poder evitar que el propietario del aparamento note su repentina ausencia y se despida de ella. Celeste
Movimiento, gesto y mirada. Nada más. Quizá piensen que hemos entresacado este brevísimo fragmento de un drama intimista. Olvídenlo. Esto es Celeste. Y es un thriller. Un thriller con Carmen Machi. A muchos les parecerá que semejante planteamiento no tiene mucho sentido. Y tendrán razón. O al menos, su creador, Diego San José, se la da de antemano: “el origen del proyecto es que no tenía ningún sentido hacerlo. Plantearte una serie protagonizada por una inspectora de hacienda de más de sesenta años y que no tiene ninguna vis cómica es infrecuente, es un tipo de personaje que las comedias echan a patadas porque no inspira ningún tipo de gag. Ahí estaba el primer reto. El otro pasaba por construir una ficción en la que hacienda y el mundo de los impuestos, un universo muy poco cinematográfico, fuesen el marco del que partir para hacer un thriller con la misma ambición con la que harías una película de secuestros. Un marco, además, muy particular, porque los inspectores de hacienda, que deberían ser los Robin Hood del estado de derecho, son la única figura que une a todos los españoles porque todo el mundo los odia. Creo que nos iría a todos mejor si quien tuviese buena imagen fuesen los inspectores o no regatear cuando viene la declaración. Es muy fácil decir que eres de izquierdas, pero es mucho más sencillo pagar tus impuestos, eso sí que es ser de izquierdas”.
Carmen Machi es Sara Santano, una mujer de 62 años al borde de la jubilación “que se ha quedado viuda un par de años atrás, que se levanta una mañana y no sabe qué hacer con su vida, algo que por otra parte le ocurre al 70% de los mortales que se jubilan”. La propia Machi la define como alguien que “se enfrenta a un vacío, a un sinsentido, a una tristeza, a la sensación de que ha perdido mucho tiempo, un tiempo que le ha entregado al trabajo y a la vida de otros. Es alguien gris, que no destaca, que no se cuida demasiado, que viste de manera funcional, que pasa desapercibida, que no ha pensado en ella como mujer y que ahora, cuando ya no tienen que acudir a la oficina, se encuentra con que no tiene armas para defenderse en la vida cotidiana”.
«Igual que no queríamos antagonistas claros, queríamos personajes buenos con un lado oscuro y aquí hablamos de alguien que se sobrepasa bastante en la aplicación de sus funciones»
Apagada la alegría de vivir, ¿cuál es la chispa que enciende el motor emocional de Sara? Su nombre es Shaki… perdón, Celeste (Andrea Bayardo), una joven y exitosa cantante latina que evita a toda costa declarar sus impuestos en España pese a, de facto, vivir en este país. La mención de Shakira parece obvia, pero los tiros van por otro lado. “A nivel de documentación nos sirvió mucho el caso de Arantxa Sánchez Vicario, porque tenía que ver con demostrar el número de días que residía en Barcelona y el tiempo que estaba en Andorra” explica San José que, de ese modo, resume el planteamiento argumental de su serie.
“Elegimos a una cantante más que por Shakira por enfrentar a una mujer de 62 años que ha tenido una vida absolutamente gris y monótona como inspectora de hacienda, con un matrimonio con otro inspector de hacienda al que conoció en las oposiciones, con una vida que ha tenido un total de cero sobresaltos; el objetivo, decía, era enfrentarla con una mujer que es lo contrario, una estrella latina, alguien que en sus canciones habla de empoderamiento a partir del uso de cuerpo, de seducir a los hombres, una especie de Bad Bunny femenina. A mí lo que me interesaba no tenía nada que ver con Shakira sino con buscar al personaje opuesto al que interpreta Carmen Machi. ¿Qué personaje podría llevar a esta inspectora de hacienda a una situación en la que yo como espectador no sepa si está empeñándose en este caso por ser justa con los impuestos o si está pagando algo personal con ella? Y no resolver esa duda, porque igual que no queríamos antagonistas claros, queríamos personajes buenos con un lado oscuro y aquí hablamos de alguien que se sobrepasa bastante en la aplicación de sus funciones. Hay una secuencia en la que Sara ya ha terminado su trabajo por ese día, llega a su casa y no puede dormir, así que se pone en bucle el videoclip de Celeste. Ese contraste entre personajes y escenarios me interesa más que cualquier gag, porque ahí percibes que el interés de Sara va más allá de lo meramente fiscal”.
San José apunta una referencia que puede resultar muy útil a la hora de definir el proyecto: “Es como El quimérico inquilino (Roman Polanski, 1976), de tanto perseguirla, Sara se obsesiona y empieza a cambiar cosas de su vida. Por un lado, quiere resolver un tema fiscal, pero por otro está aprendiendo cosas que no quería aprender, como que tal vez ha perdido mucho tiempo en su vida. Es decir, tú puedes odiar mucho a alguien, pero es difícil que esté siempre equivocado y es una putada aprender cosas de la gente que odias, eso incomoda y parte del viaje de Sara está ahí. El personaje está escrito desde esa posición, pero siempre desde las acotaciones, nunca desde el diálogo. Jamás se dicen esas cosas, confiamos en que el espectador lo lea o, como sucede muchas veces, lo perciba sin saber demasiado bien por qué y eso sucede en determinadas series que esconden cosas que sí notamos sin necesidad de que sepamos explicarlas”.
Para que ese trabajo sobre la percepción del público surta efecto, Diego San José ha contado con Elena Trapé (Els encantats, Les distàncies), directora de los seis episodios de este original de Movistar Plus+ en coproducción con 100 Balas (The Mediapro Studio). El flechazo profesional entre ambos fue mutuo. Escúchenlos.
Él sobre ella: “Elena (Trapé) me gustaba mucho, ahora más todavía, porque tiene dos cosas que son muy difíciles de juntar. Si alguien me pide nombres para dirigir un thriller, le puedo dar quince. Si me piden lo contrario, alguien capaz de afrontar un guion intimista, le puedo dar otros quince. Pero si alguien me dice que quiere las dos cosas en una, no te sé decir muchos más además del de Elena (Trapé), alguien que puede rodarte una persecución con una buena factura y que además puede hacer buenas escenas de personajes. Me gustan mucho sus películas, pero además sabe moverse en producciones como Elite o como Hit que requieren otras habilidades. Es muy difícil hacer cine de autor y además resolver bien escenas muy técnicas en una producción industrial”.
Ella sobre él: “Diego (San José) me llamó mientras estaba rodando una serie con un amigo común –Yo adicto de Javier Giner- y me mandó un mapa de tramas. Al leer la tercer o cuarta página le dije “es un sí”. A partir de ahí empezamos a hablar y me propuso dirigir los capítulos que yo quisiera, pero al ser un formato de media hora le dije que quería hacerla toda. Empezó a mandarme guiones yo iba dándole feedback. Después tomé parte en el proceso de casting, que fue largo, porque al principio solo estaba Carmen (Machi). Dije que sí porque la historia me gustó mucho, me pareció muy original trabajar en un thriller con una protagonista inesperada y que además fuese Carmen Machi. La trama que se refiere a su conflicto interno me pareció muy interesante. Hablamos de una mujer de sesenta años que cree que ya no le pasará nada emocionante en la vida, un personaje que rara vez ocupa el centro de una ficción, y con su obsesión por Celeste – una mujer joven, sensual, latina, – ella vuelve a conectar con aspectos de su feminidad que tenía olvidados, con la ilusión por volver a empezar, … Más allá de la trama de investigación hay un viaje interno de un personaje femenino que apenas tiene representación en la ficción. En resumen, dije que sí porque todo lo que recibí estaba muy bien escrito y porque Diego (San José) quería que hubiese una propuesta a nivel visual que tuviese fuerza”.
Rebobinemos. Volvamos al set. El director de fotografía, Álex García (Els dies que vindran, La ruta), se preocupa de que la luz sea de baja intensidad. Más allá de que la toma sea en interiores y el apartamento esté en penumbra, si uno espía la pantalla del combo detecta la presencia de tonos acerados (grises, azules apagados). Igual cuando Diego San José dice que Celeste va en serio y que no es comedia ni firmándola él ni estando Carmen Machi al frente no bromea.
Elena Trapé lo aclara: no es una broma. “A nivel formal buscábamos que, quitándole el volumen al televisor, aquello fuese un thriller. Se rodó en serio, porque para la protagonista el tema que aborda es muy serio, lograr su objetivo es tan importante como para un policía atrapar a un asesino en serie. Las claves están en el thriller americano de los setenta, sobrio, conciso, siempre buscando que los planos no estén por encima de la trama, huyendo de lo artificioso”.
«Cada vez me gusta más que la comicidad aparezca a su pesar, casi porque no le queda otro remedio. No llega porque escribimos un gag, sino porque se dan situaciones tan tristes que no te queda otra que reírte»
Pero, entonces, ¿hay comedia o no? “Ha habido periodistas que pensaban que Carmen Machi era Celeste, lo que da una idea del tipo de comedia despendolada que esperaban. Diría que la serie es casi lo contrario. Busca la lógica, la verosimilitud, no hay personajes estúpidos porque hablamos de gente muy formada. Dentro de la progresión que ya veíamos en la trilogía de Juan Carrasco (Javier Cámara), Celeste supone una continuación lógica de ese tono. Cada vez me gusta más que la comicidad aparezca a su pesar, casi porque no le queda otro remedio. No llega porque escribimos un gag, sino porque se dan situaciones tan tristes que no te queda otra que reírte. Para poder hacer eso necesitas a gente del talento de Carmen (Machi) que, como sucedía con Javier Cámara, maneja los dos registros”, explica San José.
En el rodaje, Machi completa su secuencia y, al final, tras abandonar el apartamento, se ve obligada a pasar por detrás del combo en el que nos apelotonamos currantes e intrusos. Cruza la línea entre la ficción y el mundo, se oye un corten y la Machi ríe porque ella notó que dejó de hacer algo que debía, porque no completó con la rapidez demandada la revisión del móvil de Toni o hizo demasiado ruido al vestirse. Habla con Elena Trapé. Ajustan cosas. Y llega otra toma. Se percibe camaradería. La actriz lo define así: “Elena (Trapé) tiene un sentido del humor magnífico, es muy inteligente y emocionalmente sabe situar muy bien a los personajes, algo que una serie, donde además de rodar de modo desordenado hay capítulos, es muy importante para mantener el racord emocional que es lo verdaderamente complicado”.
Y toma a toma – y hacen unas cuantas- el resultado va cargándose de matices. Se hacen pequeñas pruebas para ver si un gesto improvisado de Manolo Solo funciona – ¿saluda o no saluda a Sara cuando se marcha? – y se valora (el montaje final despejará la duda), porque el ademán encaja con el paparazzo “un tipo que tiene amigos hasta en el infierno y que no para de hablar, que tiene horror al vacío y al silencio” así que es lógico que quiera tener la última palabra… aunque su adiós (¿o es un hasta luego?) se disfrace de gesto.
La comunicación es fluida, todo se desarrolla con bastante calma, hasta el punto de que Diego San José por momentos parece un espectador con pase VIP: “Yo estoy flipando con Carmen (Machi) y esto lo comparto no ya como guionista sino como público. En el combo soy el primer espectador, un tipo privilegiado que está viendo a un prodigio de la interpretación. A Carmen (Machi) le pasa lo que a los grandes artistas: si le pides algo fácil, lo hace especialmente bien, pero notas que no le supone esfuerzo, entonces tienes que pedirle cosas muy difíciles para que veas que se lo pasa bien y le pides que haga cosas contradictorias”.
«Hablar de hacienda es hablar de política sin hablar de política. No hay nada más político que explicar qué harás con el dinero público»
“De hecho”, señala “hemos rodado una pequeña escena en la que su personaje se jubila y la gente de su oficina, que es un lugar bastante triste, le ha preparado una pequeña sorpresa. Cuando sale de la oficina hay seis compañeros dándole aplausos y se produce, por el ambiente mismo, una mezcla de alegría y tristeza. En la primera toma recibió con sorpresa el detalle, pero le pedimos que, en lugar de eso, manifestase primero cierta ilusión, pero que a medida que se iba dando cuenta de lo que eso suponía, virase hacia la pena. ¡Y hizo las dos cosas a la vez! Un actor malo no puede hacer ese viaje. Un actor medianamente bueno hace primero una cosa y después la otra. Y luego están los que son muy buenos, a los que observas en el combo y no sabes qué están haciendo porque son capaces de mostrar las dos emociones a la vez”.
Machi se muestra encantada con esos retos: “Me gusta hacer personajes que no se parecen, sino me aburro. Cuando te enfrentas a lo desconocido se genera un vértigo que mola un montón, es como hacer deportes de riesgo… pero más relajado. Cuando menos se parecen los personajes entre ellos más fácil es salir de uno y entrar en el otro”.
Manolo Solo, que ya había trabajado con San José en Venga Juan (2021), también es del mismo parecer con respecto a su personaje – “alguien que está viviendo un cambio en su profesión, que tuvo su esplendor años atrás con las revistas del corazón, y ahora se está intentando ubicar; aunque se va haciendo mayor él es inasequible al desaliento, no conoce la palabra desánimo, y menos delante de los demás: es un embaucador nato con un tempo vital muy alto” – y con la relación que su Toni establece con Sara: “Se conocen por azar y se crea una simbiosis extraña en la que cada uno defiende una cosa diferente a la que quiere el otro. Toni sigue a Celeste pero, por otro lado, intenta protegerla, no cuestiona su modo de vida y está emocionalmente implicado con ella. Sara quiere información sobre Celeste con otra intención. En principio no parecen la sociedad más apropiada, son una pareja improbable que me gusta mucho, no tienen nada en común, pero comparten un sujeto de interés que les une y luego se genera una extraña química entre ellos”.
Una inspectora de hacienda, un paparazzo y una cantante latina. Esas son las tres patas de este thriller ligeramente barnizado de comedia cuyo rodaje acaba de finalizar y que, bajo el género, esconde una lectura política. “Hablar de hacienda es hablar de política sin hablar de política. No hay nada más político que explicar qué harás con el dinero público” señala San José, que matiza que “la serie trata de todo esto, pero sin hablar de ello directamente. Nos hemos inventado una persecución en la que están todos los elementos que tienen que ver con el thriller: hay una cuenta atrás, un botín de 25 millones de euros para España, un sinfín de trabas que podrían formar parte de una película de atracos, … y además ese enfrentamiento entre lo público y lo privado”. Veremos quien gana.