Comparte
El cuerpo de Jon Snow yace inerte sobre el patio nevado de Castle Black y todos los seguidores de la serie miramos hacia un mismo lugar en busca de soluciones: la magia. Y, convenientemente, magia es lo que nos ofrece la última secuencia del episodio. Si los fans del bastardo de los Stark deberían alimentar sus esperanzas y confiarlas a los poderes de la Sacerdotisa Roja o si estamos ante una muestra más de la estrategia martiniana de avivar el fuego para gozar más cuando llegue el momento de apagarlo es algo que todavía no podemos saber. Pero haber magia, hayla; y su potencial para alterar drásticamente el curso de los acontecimientos nos obliga a preguntarnos acerca de la aparente contradicción entre la moraleja materialista que inunda Juego de Tronos con el protagonismo creciente de las fuerzas sobrenaturales.
El materialismo es una visión del mundo según la cual todo lo que existe son objetos físicos. Esta filosofía se opone al espiritualismo, que considera que hay un nivel de realidad que transciende lo material y que no está gobernado por sus mismas leyes. Pero el materialismo suele asociarse con connotaciones que sobrepasan lo descriptivo para entrar en los terrenos de la ética personal: si no hay alma, ni destino, ni “un gran plan”, parecería mejor idea concentrarse en el aquí y en el ahora, en disfrutar aquello que se puede tocar con las manos mientras nuestro frágil cuerpo siga respirando. Ramsay Bolton es un buen portavoz de la vertiente psicopática asesina de este hedonismo materialista tan extendido en las Tierras de Poniente, como nos recuerdan sus palabras mientras contempla el cadáver de Miranda, probablemente lo más parecido a lo que Ramsay podría llamar un ser amado.“¿Enterrarla? ¿Quemarla? Esto es buena carne, dádsela a los perros”.
«El capítulo nos muestra a Cersei y Jaime reafirmando su escepticismo acerca del más allá»
Pero Ramsay dista mucho de ser un caso aislado. El mismo capítulo nos muestra a Cersei y Jaime reafirmando su escepticismo acerca del más allá: Cersei recuerda la impresión que le causó el primer cadáver que vio -el de su madre- así como el horror de imaginar en qué estado de descomposición se encontrará y que lo mismo le pueda suceder al cuerpo de su hija Myrcella. Las vivencias personales han llevado a Cersei a temer la fatalidad y el destino, la expresión de la magia en forma de profecías que determinen su negro futuro. ¿Y cómo la consuela Jamie? Devolviéndola a su convicción materialista. “Myrcella se ha ido, ya nadie puede hacerla sufrir […] Tu no crees en eso, A la mierda la profecía y a la mierda el destino, lo único que importa somos nosotros y vamos a recuperar todo cuanto nos han arrebatado”.
El primer episodio de la sexta temporada sirve para recordarnos el tono de la obra de Martin y recordarnos que todo esto va de carne, egoísmo e injusticia. Los asesinatos de Doran Martell y su hijo Trystane, traicioneros e inmorales, otra gota más para llenar el vaso. Es por eso que los personajes idealistas y románticos como Brienne o Jorah, tensan nuestros nervios más que ningún otro. La carnicería para con los Stark nos ha educado como espectadores que solo pueden relacionarse con los héroes morales desde la mezcla entre la admiración y la pena. Los respetamos, pero estamos casi seguros que solo es cuestión de tiempo que su cabeza se despegue del resto del cuerpo.
«Otro gran tema de ‘Juego de Tronos’ es el poder y el síndrome de Estocolmo de los ignorantes»
Recordar el vasallaje de Brienne de Tarth nos lleva a otro gran tema de la serie: el poder y el síndrome de Estocolmo de los ignorantes. Esta estupidez fue una constante a lo largo del capítulo: los esclavos que Daenerys liberó ahora escuchan a los demagogos de los Hijos de la Arpía, pese a que defienden el retorno al viejo orden de los maestros esclavistas, la devoción incondicional de Brienne a una Sansa que no ha hecho nada para merecerla o el código que obliga a los Dothraki a respetar a Daenerys por ser viuda de un Khal pero a devolverla al templo de Vaes Dothrak. Pero es al principio del capítulo cuando esta idea se expresa de manera mas clara en el discurso de Alliser Thorne, comandante en funciones de la Guardia de la Noche, para justificar el asesinato de Jon Snow. Para él “La Guardia de la Noche lo es todo”, y es más importante obedecer ciegamente la institución que da sentido a su vida que plantearse si eso es lo bueno o deseable. Siempre es más fácil vivir por inercia que atreverse a repensar las costumbres, y al idealista Jon Snow le toca pagar su voluntad de cambio con la vida.
¡Pero, un momento! Porque si volvemos a la magia, quizá pensemos que Jon todavía puede regresar. La última escena nos recuerda el potencial disruptivo de Melisandre, que ya ha utilizado su poder anteriormente para hacer saltar las leyes del espacio-tiempo por los aires. ¿Si la influencia de la brujería es determinante, significa eso que Juego de Tronos nos hace trampa, utilizando lo sobrenatural como un mecanismo narrativo para jugar con nuestras expectativas? Todavía más, ¿la confirmación de que la magia existe no representa una contradicción flagrante con el espíritu desencantado, cruel y materialista de la serie? ¿Quiere decir eso que los personajes están equivocados y deberían preocuparse de rezarle más a sus dioses, nuevos y viejos? Ni mucho menos, porque la magia es solo otra manifestación del tema central de la historia: que la muerte es injusta, impredecible y alcanza a todos por igual, al margen de si han vivido como héroes o como villanos. No importa si la oscuridad eterna llega por obra del filo de una espada o de las llamas de un dragón, ya que los elementos de fantasía no infringen la lógica macabra de Martin. Como muestra el cuerpo decrépito de Melisandre, ni la magia puede detener a la muerte.