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Hace casi un año el mundo descubrió la ficción surcoreana gracias a El juego del calamar, una serie que se convirtió para sorpresa de todos en un fenómeno global. Sin embargo, las series coreanas —o k-dramas, como se las conoce popularmente— pululaban por Netflix desde hacía tiempo, simplemente la mayoría de ellas formaban parte de un género que se suele ignorar o mirar por encima del hombro: los dramas románticos en la frontera con el culebrón. Quien se entretenga a rebuscar por ese agujero negro que es el catálogo de la plataforma encontrará centenares de ficciones que parecen cortadas por el mismo patrón. La mayoría tienen una estética pop (aunque también hay de históricas), una historia romántica que se suele mover por parámetros conservadores y, aunque tengan momentos cómicos, el drama siempre está acechando a la vuelta de la esquina. A pesar de que para al ojo ajeno puedan parecer fotocopias infinitas, hay algunas propuestas que logran sobresalir de entre ese gran magma y eso, precisamente, es lo que ha conseguido Woo, abogada extraordianaria, que ha logrado colarse en la lista global de las series de habla no inglesa más vistas de Netflix.
La serie explica la historia de Woo Young-woo, una abogada brillante de 27 años que tiene autismo. Después de licenciarse cum laude, entrará en el mercado laboral fichando por un gran bufete de abogados de Seúl, un trabajo en el que podrá demostrar que tiene una mente brillante, pero que también le exigirá el esfuerzo de adaptarse a un nuevo entorno. Como sabe su padre, que la ha criado en solitario, convivir con Woo no es especialmente fácil: su niega a comer otra cosa que no sea gimbap -un plato típico coreano que se asemeja a los makis japoneses– y se puede pasar horas hablando de cetáceos sin importarle que su interlocutor esté a punto de tirarse por el balcón de tanta perorata sobre ballenas y delfines.
Woo, abogada extraordinaria está llena de buenos sentimientos puesto que parte de su encanto es ver como la relación de la protagonista y sus compañeros de trabajo evoluciona. Sin embargo, también tiene tramas más duras que suelen estar vinculadas a los casos a los que se enfrentan los abogados y que permiten conocer parte de los conflictos que se viven en la sociedad sudcoreana. A lo largo de los 16 episodios que tiene la primera temporada, Young-woo y sus compañeros se enfrentan a casos como un pueblo que quiere luchar contra la construcción de una carretera que tiene que atravesar la población, o un chico que se autoproclama líder del ejército de liberación de los niños, una trama en que se critica la educación ultracompetitiva de las que son víctimas las criaturas coreanas.
Woo funciona como una serie legal convencional, en el sentido que cada episodio se centra en un caso diferente. La serie se aleja así del carácter culebronesco que tienen muchas ficciones llegadas del país asiático. Evidentemente, aquí también tenemos historia de amor: uno de los asistentes legales del despacho, Jun-ho, se sorprende a sí mismo reconociendo que está enamorado de la protagonista. Por norma general, el carácter conservador coreano hace que los enamoramientos de las series sean tremendamente castos. Sin embargo, en este caso este elemento está justificado, ya que tanto Young-woo como Jun-ho se sienten desconcertados y no saben como gestionar su relación (la serie, de hecho, plantea en diversos momentos cuestiones como el consentimiento sexual en una relación entre una persona con discapacidad intelectual y una persona sin discapacidad).
Woo, abogada extraordinaria, que podríamos definir como una serie clásica pero eficaz, se emite en Corea del Sur a través del canal ENA, que ha conseguido los mejores datos de audiencia de su historia con la serie. El paso por Netflix ha expandido el éxito del drama más allá de los confines de su país de origen. La combinación del fenómeno local -hay colas de fans esperando para hacerse fotos en la tienda que supuestamente es el negocio del padre de Woo- y el internacional ha hecho que la serie sea agraciada con una segunda temporada, un hecho poco habitual en la ficción coreana (la mayoría de las propuestas que hay en Netflix solo tienen una temporada)
Los diferentes gobiernos coreanos hace tiempo que aprendieron que la cultura era un poder blanco
La serie protagonizada por Park Eun-bin ha conseguido encabezar la lista de las ficciones en habla no inglesa más vista de Netflix, pero no es el primer k-drama romántico que se hace un hueco en la plataforma. Durante los mismos meses en que vivimos la locura por El juego del calamar, otra serie menos explosiva fue ganándose el cariño de los espectadores sin hacer mucho ruido: El amor es como el chachacha. Esta comedia romántica, que Variety incluyó en su lista de las mejores ficciones internacionales, es un crowdpleaser de manual, un cruce imposible entre Dr. Mateo y Las chicas Gilmore.
Con la alta productividad de ficción que hay en Corea del Sur, todo parece indicar que los fenómenos llegados de ese país serán cada vez más habituales y menos excepcionales. Los diferentes gobiernos coreanos hace tiempo que aprendieron que la cultura era un poder blanco que les permite abrirse puertas en el extranjero y ampliar su peso geopolítico y económico en el mundo. Primero fue la gran explosión del k-pop, ahora toca la de los k-dramas.