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Hemos asistido a la premiere mundial de 'La ciudad es nuestra' (HBO) en el festival Series Mania de Francia, y estas son nuestras primeras impresiones: Simon's back in the game yo!
Quién nos iba a decir a los fans de The Wire que volveríamos a las calles de Baltimore casi quince años después de su final. Y no en la forma de un remake, o de un reboot, o de cualquiera de esas fórmulas de ficción souvenir que tratan de reciclar un monumento del pasado. Sino con una nueva y genuina serie firmada por David Simon y George Pelecanos. Ahí están de nuevo las esquinas de ladrillos rojos, las cápsulas de heroína, los dispositivos de escucha y los despachos de cocobolo. Ahí están tal cual las dejamos, pero todo ha cambiado desde entonces.
No es fácil afirmar esto, no para el que escribe. The Wire significó para mí un antes y un después y fue, sin miedo a exagerar, una de las razones que impulsó este proyecto llamado Serielizados, que nació en 2013 en los pasillos de una universidad de comunicación. Decir que «David Simon vuelve a Baltimore» habiendo visto dos capítulos de We own this city (La ciudad es nuestra) es una frivolidad sin perdón. Pero pienso defenderla hasta que me entierre. O hasta que el propio Simon me insulte por Twitter, uno de sus pasatiempos favoritos.
20 años de ‘The Wire’
Este año se celebra el 20 aniversario del estreno de una de las mejores series de todos los tiempos. Pero a diferencia de lo que podamos pensar, la serie de David Simon no sorprendió en 2002, tampoco cuando terminó en 2008, con aquella última temporada ambientada en la redacción de un ficticio Baltimore Sun. Fue tiempo después cuando empezamos a darnos cuenta, poco a poco, como afectados por un fenómeno de anagnórisis colectivo, de que aquello que habíamos visto era algo extraordinario.
Su camino hacia la eternidad no fue sencillo. Así como otras grandes series, véase Los Soprano o Mad Men, sí tuvieron buenos ratings y el apoyo de sus cadenas y de las academias de premios, el de The Wire fue un camino de obstáculos. De hecho, el actor que da vida a Lester Freamon en la serie, Clarke Peters, dijo a The Guardian en 2018 que «Simon tuvo que luchar cada año… Nada estuvo nunca garantizado». Simon logró sus cinco temporadas a base de cabezonería, pero los premios se le resistieron. De hecho, la primera temporada de Mad Men le arrebató ese último Emmy al que fue candidata, en 2008, forjando una leyenda todavía mayor.
Aunque HBO le dedique poca atención a las series de Simon, saben que prescindir de ellas es morir un poco
¿Pero qué es The Wire? Cómo se puede clasificar una obra tan inabarcable y compleja, sin caer en tópicos desdibujados. Para esta faena, lo mejor es leer al propio Simon, que la definió así hace unos años: «Una tragedia griega para el nuevo milenio«, con instituciones escleróticas que desempeñan el papel de dioses indiferentes; como una historia sobre «el triunfo del capitalismo sobre el factor humano«; y como crónica de “la decadencia del imperio americano«. Ahí queda.
Después de aquello vendrían otras cinco brillantes producciones del idilio HBO-Simon: Generation Kill, Treme, Show me a hero, The Deuce y La conjura contra América. Cada una de ellas menos vista que la anterior -algo de lo que Simon es el único responsable, cabe decir- pero manteniendo siempre un buen índice de aplausos entre la crítica especializada. El guionista de Washington no es la gallina de los huevos de oro, pero representa los valores que han hecho de HBO la plataforma más prestigiosa de la industria. Y aunque sus directivos inviertan poco en la promoción de sus nuevas series, y se hayan planteado darle portazo en más de una ocasión, en HBO saben que prescindir de Simon es morir un poco. Y más si se fuera con la competencia. Por algo llevan 20 años juntos.
La sombra de George Floyd: la policía vigilada
La ciudad es nuestra no es The Wire pero sí es Baltimore. Y este regreso está justificado. Simon y Pelecanos se basan en unos hechos reales descritos en un libro de no ficción de Justin Fenton, reportero del Baltimore Sun, en el que descubre las dinámicas de la Fuerza Especial de Rastreo de Armas. Esta unidad de choque de la policía de Baltimore fue acusada de extorsión, robo, brutalidad policial y fraude en 2017. Tras una larga investigación, Fenton publicó a principios de 2021 ese We Own This City: A True Story of Crime, Cops, and Corruption. Y Simon, que fue siguiendo de cerca el trabajo de su amigo, ya tenía prevista la adaptación del libro con HBO.
Mientras Fenton desarrollaba la investigación, en EEUU millones de afroamericanos se manifestaban contra la violencia policial ejercida de manera indiscriminada (e impune) contra su comunidad. Pero el grito de #BlackLivesMatter enmudeció de pronto cuando en mayo de 2020 se hizo viral un video. En él George Floyd, un hombre negro de Minnesota, era asfixiado hasta la muerte por la rodilla de un policía blanco, mientras balbuceaba aquel «I can’t breathe». Puedo imaginarme a Simon llorando de rabia, dos emociones antagónicas que tan a menudo son motor de su literatura.
Added context: Even among the hardest street police I knew, the ones who tell you privately that if you fight a cop, or run from a cop or cuss a cop, they’ll get licks in — it’s over when a man is in handcuffs. The cops who killed George Floyd are cowards. #JusticeForGeorgeFloyd
— David Simon (@AoDespair) May 29, 2020
Pocos días después de aquel acontecimiento sísmico, Simon le dedicó estas palabras en una entrevista con la cadena CBS: «Lo que ha cambiado de manera profunda, y necesariamente para mejor, es el poder que tienen los smartphones, con su cámara, ¡con su cámara de video!«, dijo el guionista. «El hecho de que todos tengamos uno. Las ciudades están inundadas de imágenes visuales, en un seguimiento constante e inmediato».
Ahora la gente tiene sus propios dispositivos de ‘escucha’ -los smartphones- con los que hacer frente a la violencia policial
Estas dos ideas interrelacionadas, la violencia policial y el influjo de los smartphones sobre ella, hizo a Simon tomar la decisión de realizar La ciudad es nuestra. Volver a Baltimore, su ciudad paradigma, para actualizar el sistema. Los problemas son los mismos, las sujetos implicados también, pero ahora la gente tiene sus propios dispositivos de escucha con los que hacer frente a la violencia policial. El wire es ahora de dominio público. Y ni las instituciones, ni los medios afines, pueden seguir tapando los porrazos gratuitos y las detenciones en caliente.
Pero esta nueva realidad tiene un lado bueno para la policía. Como ha defendido siempre Simon, hay muchísimos agentes honrados, pero las manzanas podridas hacen mucho daño al cuerpo. Sin embargo, ahora es posible detectarlas y apartarlas del cesto. Sin ir más lejos el agente que asesinó a George Floyd ha sido condenado a 22 años de prisión gracias a ese video viral, algo que a principios de los 2000 el creador de The Wire no podía ni imaginar. La gracia del título de We own this city es precisamente su ambigüedad. ¿A quién pertenece la ciudad ahora? ¿Quién controla las calles ahora?
De ‘The Wire’ a ‘La ciudad es nuestra’: similitudes y diferencias
Si bien las expectativas son altísimas con esta nueva serie –algo que estoy alimentando sin piedad– el reparto se ha apresurado a rebajar un poco el suflé. La premiere mundial de La ciudad es nuestra ha tenido lugar en el festival internacional Series Mania de Francia -donde me encuentro- compitiendo en la sección oficial. La buena acogida del público y la crítica asistente ha sido unánime. Pero los intérpretes Wunmi Mosaku y Jamie Héctor, que han viajado hasta aquí, fueron prudentes en la comparación con The Wire: «En primer lugar, no tendrá varias temporadas. Es única y preciosa por sí sola», dijo Mosaku, que encarna a una agente de derechos civiles en la serie.
A Simon se la suda la tele-nostalgia y tu camiseta de Omar. Y eso es maravilloso
«Tratar de comparar ambas series agregaría demasiada presión», dijo por su parte el actor, al que reconoceréis todos por su papel como Marlo Stanfield en The Wire. Hector no es el único de la vieja guardia que reaparece en La ciudad es nuestra, sin duda un guiño de Simon a la serie que sentó las bases de esta nueva historia.
De hecho, está tan claro que son y no son la misma serie, que Simon se permite calentar al personal. En varios momentos La ciudad es nuestra viaja al pasado y regresa, en un montaje de saltos temporales nada común en la filmografía del showrunner. En varios de estos saltos, vemos escenas que ocurren en la comisaría de Baltimore entre 2003 y 2004, donde se ambienta The Wire. Pues bien, a toda la platea del Nouveau Siècle se le secaron los ojos esperando ver el crossover entre las dos series. Ni un parpadeo para ver aparecer de pronto a un Bunk, McNulty, Kima… Está en bandeja de plata, y Simon no te lo da. Porque Simon es así. Se la suda la tele-nostalgia y tu camiseta de Omar. Y eso es maravilloso.
Sin embargo, ambas series se miran y se tocan. La ciudad es nuestra se apoya en aquellos tres niveles sobre los que giraba The Wire y sus diferentes perspectivas jerárquicas: La calle, la policía y la administración. Tres estratos en constante tensión que Simon vuelve a ponernos delante para intentar entender su naturaleza -¿por qué son así y no de otra manera?- y las dinámicas entre ellos -¿cuándo se establecieron sus relaciones y qué las perpetúa?-.
Los pandilleros y los políticos nunca se cruzan y si lo hicieran no se entenderían al hablar
Algo fundamental para Simon, antes y ahora, es la comunicación. Cómo se expresa la gente. En el barrio, se habla de una manera. En la comisaría, de otra. Y en los despachos, de otra. Los policías, en el centro de la pirámide, son los únicos que pueden entenderlos a todos, y relacionarse con ellos. Son los que pueden mediar entre la calle y la administración. Porque los pandilleros y los políticos nunca se cruzan y si lo hicieran no se entenderían al hablar. Una solución, visto así, parece improbable.
De esta forma tan sutil, Simon sienta las bases de uno de sus pilares: La educación. El factor que diferencia a los miembros de cada uno de esos tres estratos, más incluso que su etnia, y que marcará sus vidas inevitablemente, es su clase social. Y la educación a la que han tenido acceso así como las oportunidades que van asociadas a ella. En EEUU el sistema educativo está extremadamente liberalizado, y las consecuencias son destructivas para la igualdad social. Los que están abajo seguirán abajo, y los de arriba seguirán arriba, separados por diques de privilegios ancestrales. El sueño americano, como tantas veces ha explicado Simon, ha muerto.