‘Invasión secreta’: Marvel, al rincón de pensar
Crítica de la serie (Disney+)

‘Invasión secreta’: Marvel, al rincón de pensar

La nueva serie del UCM termina apresurada y generando una indiferencia final nada acorde con las expectativas de un trama que debería haber lucido mucho mejor y, en especial, haber impactado con más profundidad en los cimientos del universo Marvel.
Invasión secreta

¿Qué sentido tiene seguir así, con cada nueva serie de Marvel siendo más decepcionante que la anterior? ¿Nos hemos hecho demasiado grandes viendo crecer al UCM o ha sido el UCM el que ha crecido tanto, hasta llegar a ser imposible de sostener?

El hambre de contenido Marvel, auspiciado por las ganas crematísticas de una Disney preocupada en cebarnos de contenido, nos ha llevado a tener un empacho tan grande que ya no distinguimos entre los alimentos que nos sirven en el plato. 

Todo se asemeja a una papilla, bien batida, que tragamos por inercia y sin apetito. Apenas distinguimos ya los ingredientes entre sí y lo que es peor, el valor de cada uno de esos ingredientes se ha diluido hasta el extremo, sin que podamos ya valorar qué es lo que se desliza por nuestra tráquea. 

Crónica de una decepción anunciada

Invasión Secreta parecía llegar con la idea de dar un respiro a tanto empacho, siendo la primera serie Marvel del año y estrenándose con cierta distancia respecto a la última serie del UCM que llegó a Disney+. Además, el protagonismo absoluto de Samuel L. Jackson como Nick Fury devolvía el foco a un personaje que lleva con nosotros desde los inicios del UCM, lo cual nos retrotrae a los recuerdos más felices de la saga. 

La tendencia decepcionante de los últimos dos-tres años de contenido Marvel queda confirmada con ‘Invasión Secreta’

Y pese a que el actor es, de largo, lo mejor de la serie, ni Nick Fury ha podido evitar en esta Invasión Secreta, que la ejecución de la trama y el contenido de los episodios fuera repetitivo, poco imaginativo y visualmente nada estimulante. Por mucho que estuviéramos avisados que esta no sería la Invasión Secreta de los cómics –un evento de largas ramificaciones que implicó a numerosos personajes–, sino una aproximación más terrenal, moralmente gris y personal, de la invasión por parte de la Tierra de los Skrulls, lo cierto es que era difícil imaginar un resultado tan plano, insulto y relativamente irrelevante, de una historia como esta. 

O no. Pues motivos para preocuparnos hace tiempo que los tenemos. La tendencia decepcionante de los últimos dos-tres años de contenido Marvel queda confirmada con Invasión Secreta. Lo cual nos lleva inevitablemente a asumir aquello que parecía un imposible cuando hace cinco años se estrenaba en cines Vengadores: Infinity War: Marvel está en crisis

Ben Mendelsohn es Talos en ‘Invasión Secreta’.

La etapa post-Endgame no está sabiendo escapar del clímax que supuso la culminación del plan de Thanos y el final de iconos como Iron Man y el Capitán América. Nada de lo que ha llegado después, tanto en cine como en series, ha conseguido hacernos creer, pese a algunas producciones notables, que hay una idea clara de lo que se quiere contar. Bajo la excusa del Multiverso, en lugar de una dirección que marca a un destino concreto, tenemos millones y millones de direcciones que marcan vaya-usted-a-saber-qué.

Y eso, sumado a la multiplicación del contenido desde la llegada de Disney+ ha hecho crecer las incongruencias diegéticas del UCM, ha acelerado los cambios bruscos de tono y sobre todo, ha diluído sobremanera el impacto y relevancia de cada personaje y sus actos. Incluso cuando Invasión Secreta sube su apuesta y se atreve a matar a personajes importantes –en concreto, dos– las consecuencias parecen nimias y casi anecdóticas. Muertes que tienen un peso insuficiente en pro de avanzar una trama que, además, es escasa y repetitiva

Marvel debería ir al rincón de pensar y trazar una idea más clara de cómo quiere seguir construyendo su inabarcable universo

Marvel y Disney han devaluado su producto estrella y en el caso concreto de las series, está resultando muy frustrante la incapacidad de Marvel Studios para comprometerse con un formato genuinamente seriado que justifique la emisión semanal a la que la obliga Disney (para tener ganchos con los que atraer suscriptores). Hasta que no se decidan entre hacer películas largas troceadas en capítulos o series verdaderas –tan solo Wandavision, Loki y She-Hulk han abrazado la construcción en serie, con resultados distintos– Marvel debería ir al rincón de pensar y trazar una idea más clara de cómo quiere seguir construyendo su inabarcable universo en el campo de las series. Ya no vale con poner giros (o “giritos”) aquí y allá en cada final de capítulo para justificar una estructura episódica.

Es absurdo tener una serie tan cara como Invasión Secreta para que el presupuesto no luzca en pantalla ni en los efectos especiales. Lo cual provoca una desazón visual que va en contra de toda sensación de impacto, riesgo, consecuencias y evolución del universo construído que la invasión de los Skrulls debería tener. Que la escena del desenlace final entre Nick Fury y uno de los Skrulls rebeldes –no revelaré a quién suplanta– tenga lugar en un desangelado pasillo de Hospital con el presidente de los Estados Unidos interpretado por Delmot Mulroney¿o era Dylan McDermot?– postrado en una cama con ruedas, haciendo un Mexican standoff de pacotilla con Fury, el Skrull y el personaje de Olivia Colman, puede ser fácilmente uno de los puntos más bajos de todo el UCM.  

Emilia Clarke es G’iah en ‘Invasión Secreta’.

Nick Fury recupera su ‘mojo’ en ‘Invasión secreta’

A pesar de todo ello, cada nueva serie o película del UCM tiene una utilidad concreta para dentro del UCM, aunque sea pequeña. En el caso de Invasión Secreta, la trama de los Skrulls rebeldes infiltrados termina dejando un mundo más caótico de cómo empezó la serie. Aunque este mundo caótico, en el que humanos justicieros se cargan a presuntos Skrulls sin control ni seguridad de que sean Skrulls, debería haber sido lo que abarcara Invasión Secreta en su segunda mitad de temporada, esto puede ser un punto de partida interesante que recojan dos de las siguientes películas más relacionadas con la trama de Invasión Secreta: The Marvels y Captain America: Brave New World.

La aportación principal de la serie ha sido recuperar a un Nick Fury que estaba desaparecido 

Mención aparte tiene el hecho que esta nueva guerra abierta entre humanos y extraterrestres así como el impacto de la revelación de los Skrulls choca con años de presencia alienígena pública en la Tierra del UCM e incluso de toda una raza de alienígenas refugiados, los Asgardianos de Thor y su Nueva Asgard en Noruega. Una de esas incongruencias diegéticas y cambios de tono que están mermando la credibilidad en world-building del UCM.

La otra utilidad o aportación principal de la serie ha sido recuperar a un Nick Fury que estaba desaparecido en una estación espacial de la agencia S.A.B.E.R. y como hemos ido viendo, estaba viviendo una auténtica crisis existencial tras desaparecer del universo con el chasquido de Thanos. Todo aquello por lo que había luchado había perdido el sentido y su estrecha relación con los Skrulls ha llegado a un punto que le obliga a afrontar las consecuencias de sus actos y recuperar su lugar en este universo. Nick Fury, ahora sí, ha recuperado su mojo, su groove, su flow o su duende, como queráis decirlo

Para eso, lo más acertado de Invasión Secreta, la serie ha sabido construir y ofrecer algo a los fans del personaje. Hemos conocido que su esposa secreta es una Skrull y de ahí que eso y su amistad con el líder pacífico de los Skrulls, Talos (Ben Mendhelson) le pongan en una posición tan frágil y personal en este conflicto.

Olivia Colman es Sonya Falsworth en ‘Invasión Secreta’.

Algo que adquiere aún más relevancia cuando el líder rebelde Skrull, Gravik (Kingley Ben-Adir) muestra su auténtica motivación: castigar a Fury por defraudar constantemente a los Skrull refugiados –¿un auténtico reflejo meta de los sentimientos de los fans de Marvel?–  y por aprovecharse continuamente de su habilidad para su propio beneficio. Que a Fury se le “cante las cuarenta” funciona dramáticamente porque justifica ese retorno a la forma del personaje, que ahora volverá a ser presumiblemente tan relevante como antes. 

La trama genética deviene involuntariamente en un reflejo de todos los sentimientos contradictorios que despierta ahora mismo Marvel en sus fans

Y finalmente, como tercera aportación de Invasión Secreta encontramos a dos de los nuevos personajes, la Sonya Farnsworth de Olivia Colman –que puede ser o no ser relevante en el futuro– y a la G’iah de Emilia Clarke que también puede ser o no ser relevante –pero debería serlo– tras convertirse en el personaje más poderoso del UCM. Ahí es nada. 

Sin embargo, en última instancia, la trama genética de Invasión Secreta, con la que Gravik pretendía inocularse con los superpoderes de varios personajes del UCM a través del ADN, deviene involuntariamente en un reflejo de todos los sentimientos contradictorios (excitación/decepción) que despierta ahora mismo Marvel en sus fans.

El cierre de la trama culmina con una lucha entre Gravik y G’iah, muy a lo Dragon Ball –¿será porqué los Skrulls se parecen a Piccolo?– en la que los dos personajes, convertidos en Super Skrulls, van mutando en infinidad de personajes conocidos que resumen a flor de piel tantos años de UCM. Si esta gran lucha se hubiera dado en un contexto más ambicioso y relevante, con efectos especiales mejores y más espacio para un conflicto creíble, la llegada de una superpoderosa G’iah al universo Marvel hubiera supuesto un antes y después. Ahora, sin embargo, se acaba digiriendo como un ingrediente insulso más de esa gran papilla, cada vez más espesa, en la que se está convirtiendo nuestro querido universo cinematográfico Marvel. 

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