El porqué no enviamos a George R.R. Martin a la hoguera
Contiene spoilers de las temporadas I, II y III

El porqué no enviamos a George R.R. Martin a la hoguera

“Algunas batallas se ganan con espadas y lanzas; otras, con plumas y cuervos” - Tywin Lannister

Ahora que se acerca el estreno de la cuarta temporada de Juego de Tronos (6 de abril en USA), la brillante adaptación televisiva de la saga Canción de Hielo y Fuego de G.R.R. Martin, creo que es el mejor momento para poner unas cuantas reflexiones en SERIELIZADOS. Al principio he dudado sobre si atacar la página en blanco teniendo en cuenta los spoilers, pero al final he visto que lo más lógico era hablar claro, al pan pan y al vino vino. Y lo he hecho porque soy consciente de que quién no está enganchado a esta serie a estas alturas, ya no lo estará. Pocas series han despertado un fenómeno de fan tan acusado como ésta, y creo que también sé el porqué.

Aunque Juego de Tronos, como ya he dicho –y me lo veréis decir alguna vez más- es la adaptación de un libro, no debemos olvidar que nuestro amigo G.R.R. Martin trabajó gran parte de su vida como guionista de Hollywood. No es de extrañar que, de este modo, los libros consigan atrapar a los lectores con la fuerza de una serie y que, por otro lado, sea relativamente sencillo transformar las cerca 5.000 páginas de la saga al formato de la HBO. Eso no ha ahuyentado a los creadores de la serie a introducir pequeñas variaciones al relato y, con el tiempo, no hay más remedio que valorarlo como un acierto: interpretación libre de cómo y dónde poner las escenas de sexo, varias tramas secundarias caídas de la nada para añadir dramatismo, spoilers de los libros para dar ritmo… en definitiva, pequeñas variaciones para encajar un relato ya de por sí televisivo a los cánones más burdos del éxito. “Un poquito del A, B, C de las series no mata a nadie” debió decir Martin.

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Pero sólo con esto no se consigue un fenómeno fan. Son necesarios más elementos, como, por ejemplo, el ambientar la historia en una época medieval fantástica. Esto espanta a muchos posibles espectadores que tienen fobia a las cotas de malla, los dragones o la magia (como es el caso de mi propia pareja, no sé como me aguanta aún). Pero en el mismo grado, hay una bolsa de población que no son más que románticos deseosos de zambullirse en los relatos del Rey Arturo, fumarse una pipa con Gandalf antes de defender el Abismo de Helm o cruzar el arco iris para encontrarse a un duende celta. Son los mismos que tienen una réplica de la Enterpise en una estantería o de una espada láser en un cajón, bueno es recordarlo.

Este tipo de individuo no se puede quedar al margen de una superproducción de estas características, la más cara de la historia para una serie, no lo olvidemos. La batalla de «Aguasnegras», ejércitos de eunucos inmunes al dolor, la madre de dragones (un día haré un post sólo sobre ella si me dejan), lobos huargos que destrozan ejércitos enteros, sombras asesinas… los efectos especiales, los paisajes y la ambientación en general es excelente.

«Por primera vez vemos a reyes, lords, escuderos, septas y maestres hablando con un lenguaje impropio de una corte»

Pero seguimos sin tener todos los elementos que han convertido esta serie en lo que es, ya que realmente aún no hemos hablado de lo que la hace diferente. Para empezar, podemos decir que por primera vez vemos a reyes, lords, escuderos, septas y maestres hablando con un lenguaje impropio de una corte. En Poniente se folla, hay putas, se emborrachan y se hacen pajas, así de claro y, seguramente, en este orden. Es tan importante el “cómo” que el propio “qué”, y Tyrion Lannister es la viva imagen de esto, pero también lo son el Rey Robert, Cersei o Ygritte, por poner otros ejemplos.

Esta claridad en lo explícito se diluye cuando intentamos encontrar el protagonista de la serie, cuando queremos posicionarnos con una familia. Es evidente que, en un inicio, los Stark son los que despiertan mayor simpatía, pero quien se piense que ahí se limita todo, se equivoca. Como en muchas otras series, en Juego de Tronos no hay buenos ni malos, y poco a poco vamos viendo la transformación de Jaime Lannister a ojos del espectador, las contradicciones que despierta Melisandre o la afabilidad de Asha Greyjoy, por no hablar de Tyrion, Dany o Mance Ryder ¿Cómo se puede querer a la vez a “La Guardia de la Noche” y a “Los Salvajes”? ¿Cómo se puede entender que uno esté del lado de Robert Stark, de Stannis y de la empresa reconquistadora de Daenerys, todo a la vez? No estamos locos, estamos en Poniente.

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«Martin nos atrapa porque queremos darle sentido a todo lo sucedido, queremos entender por qué nos quita nuestros héroes»

Y a lo dicho hasta ahora, por encima de todo, debe sumarse la muerte. Martin nos atrapa porque queremos darle sentido a todo lo sucedido, queremos entender por qué nos quita nuestros héroes. La primera gran muerte fue la de Ned, en ese fatídico final de la primera temporada mitigado por la aparición de Rhaegal, Viserion y Drogon (Danny, siempre Danny, gracias). Ahora sabemos por qué murió, ya que el propio Martin lo ha confesado. Con Ned, la saga no tiene sentido, los pequeños Stark no se hubieran desarrollado por sí solos, la guerra no hubiera sido la misma, si es que hubiera habido guerra.

Vale, de acuerdo. Nos tragamos la muerte de Ned a la espera del no va más, del Laporta en el Luz de Gas, de la bajada del IVA, de la dimisión de un político, el entrecot de Kobe de todas las guerras. Bah… ¡rRíete de Sauron con la que tenía que caer en Poniente! Personalmente estuve más que satisfecho: la batalla de «Aguasnegras» es imponente, Daenerys en Astapor robando esclavos es todo un subidón y Rob ejerciendo de Rey en el Norte nos pone cachondos hasta a los tíos. Y con éstas, va y llega la Boda Roja.

¡Maldita Boda Roja!

Perdón pero lo vuelvo a escribir.

¡Maldita Boda Roja!

Y lo volvería a escribir más veces. Cuando leyendo el libro llegué a ella, mi primer impulso fue abandonar la saga. Era demasiado, no lo podía aguantar. Pero seguí por el mismo motivo que seguí cuando lo de Ned. Tenía que tener un sentido, se tenía que cuadrar el círculo de alguna forma. Tenía demasiadas preguntas por responder y, además, necesitaba comprobar que realmente estaban todos muertos, que no había truco o que en cualquier momento no aparecería un Krilin con unas bolas de dragón y los resucitaría a todos para luego alargar el bastón en lo más profundo de Roose Bolton.

«No podemos creer que todo lo vivido sea sólo para ver un niño sádico en el Trono de Hierro»

Pero esto es una serie, y el espectador que no ha leído los libros ha tenido meses para olvidar todo lo sucedido más allá del trauma. Se trata de un final de temporada que corre el riesgo de perder a seguidores por la crueldad de la pérdida, aunque no tengo ninguna duda de que el auténtico fan seguirá atentamente la cuarta temporada. Quedan muchas preguntas por resolver, como saber si John Snow es un salvaje o si aún es fiel a la Guardia; o averiguar cómo se lo hará Daenerys para abandonar la Bahía de los Esclavos e invadir Poniente; qué trama Stannis, y si es lo mismo que lo que trama Melisandre; el futuro de Joffrey, Arya, Bran, Jaime…

Pero no nos engañemos. Igual que hice yo con el libro, sobre todo queremos saber el porqué de la Boda Roja. Esperamos descubrir que tras las bambalinas se ha fraguado una historia que nos llenará, porque no podemos creer que todo lo vivido sea sólo para ver un niño sádico en el Trono de Hierro. Así que sí, Martin, lo has logrado una vez más: te has cargado a nuestro héroe y aquí nos tienes sumisos y esperando la nueva temporada. A disfrutarla.

WhiteHeat

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